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Si algo quedó claro este sábado en el debate del Cercle d'Economia sobre el futuro del puerto de Maó es que ha llegado la hora de acotar los tiempos de la oratoria y pasar a las acciones concretas, planificar pero a la vez actuar, fijando un rumbo claro. En lo que se refiere al turismo de cruceros, la idea que se impuso es la de potenciar una actividad a la medida de la ciudad de Maó y de Menorca, apostando por los buques de eslora media (unos 170 metros, el tamaño de un ferry de línea regular) y huyendo de las ciudades flotantes o megacruceros, segmento en el que, al margen del problema de los virajes y las maniobras, se ve difícil competir con puertos como Palma o Barcelona.

«Existe un nicho de mercado extraordinario de este tipo de cruceros más pequeños, que solo visitan puertos encantadores, donde en un día se puede visitar la ciudad, que se convierte en base, lugar en el que comienza y acaba el viaje», apuntó el profesor Joan Alemany en su intervención. Una opinión compartida por el presidente de Autoridad Portuaria de Balears (APB), Joan Gual, quien consideró también los cruceros de gama media como «los más convenientes» para Maó.

El responsable de APB quiso borrar esa «impresión de distanciamiento» que en tiempos pasados pudo dar el ente con respecto al puerto de Maó y los intereses de la ciudad. «Creo que no siempre los gestores han sido bien entendidos», aseveró.

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