Imagen de archivo de la conmemoración del aniversario de Richard Kane

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Como un jarro de agua fría. Así les ha caído la decisión de Reino Unido de divorciarse de Europa a los británicos residentes en Menorca, que ven como se les amontonan las incógnitas sin vistas a que haya respuestas a corto plazo. Todo dependerá de las negociaciones. A pesar del mensaje de tranquilidad del embajador en España, Simon Manley, la inestabilidad ha llevado a muchos de ellos a decidirse, pocas horas después del resultado, a solicitar la nacionalidad española. Temen quedarse sin los derechos que tienen adquiridos.

«No la había solicitado porque no había hecho falta y ahora creemos que lo tendremos que hacer». Así lo aseguraba este viernes Carole Toomey, una británica que reside en la Isla desde hace más de 16 años y que según asegura «ésta es nuestra casa». Ante la incógnita que se abre ahora tanto durante el proceso de negociación –de dos o más años–, como con la escisión definitiva, prefieren asegurar su estancia. El posicionamiento de Toomey no es puntual ni único. Asegura que muchos de sus amigos que también residen en la Isla le han transmitido el mismo pensamiento con el fin de evitar cualquier revés no deseado.

Y así se posiciona también Tracey Boocock, quien lleva 27 años en la Isla. Su gran preocupación es su estado de residente porque «todavía soy británica aunque llevo media vida residiendo en España», pero «voy a ver cuál es mi situación y si tengo que pedir la nacionalidad española, lo haré» porque «mi futuro está aquí». Esperará a cómo avanzan de las negociaciones antes de iniciar el trámite. Apunta a «inseguridades» y a un proceso que será «largo y complicado». También asegura que «ser ciudadana europea me importa, no me gusta este aislamiento, esta soledad» a la que se verá abocado el país. Esta residente también está preocupada por su vida laboral. Trabaja en el mundo turístico. Ante la depreciación de la libra, los británicos verán en España y Menorca un destino caro y de difícil acceso. De ahí que tema que se produzca una pérdida de volumen de trabajo.

Toomey no logra salir de su asombro y habla de «sorpresa y confusión» ante los resultados del referéndum. Coincide con Boocock en que hay muchísimos flecos «que se nos pasan por la cabeza sobre nuestra situación» y que les angustian porque nadie les puede dar una respuesta. Toomey muestra preocupación por sus padres cuya solicitud de la nacionalidad es algo más complicada. «No pueden volver a Inglaterra porque no tienen a nadie. ¿Qué van a hacer?», se pregunta. La respuesta está en el tejado de las negociaciones a las que lleguen los gobiernos de cada país. Ambas pasaron la noche en vilo, una, siguiendo el escrutinio hasta bien entrada la madrugada, otra, levantada desde las cinco y atónita ante los resultados.

Por su parte, Bryce Lyons, quien lleva tres décadas residiendo en Menorca, asegura que «en dos o tres años será más difícil vivir aquí, porque no habrá el mismo acceso a los servicios que ahora», una situación que se agravará para los nuevos que lleguen.

Y ven un efecto dominó: Reino Unido ha abierto el camino a otros países.