Carmelo subiendo los escalones hasta el segundo piso | M.J.U.

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Carmelo Martínez asciende o desciende con parsimonia obligada e inevitable esfuerzo 28 largos escalones cada vez que entra o sale de su domicilio de alquiler, en la Plaza Explanada de Maó, donde reside desde hace una década. Discapacitado en ambas piernas, con un 75 por ciento de minusvalía y un 35 por ciento de movilidad reducida, este antiguo trabajador de la ONCE ha cumplido ya los 55 años, es pensionista y aguarda desde hace 15 que los servicios sociales y el Instituto Balear de la Vivienda le otorguen un piso de protección oficial después de quedarse sin su propósito en las convocatorias anteriores.

Natural de Barcelona y residente en la Isla desde hace 21 años, Carmelo fue en su día deportista discapacitado de alto nivel en competiciones en silla de ruedas. Hoy las fuerzas no son las mismas por lo que entrar y salir de su propia casa se convierte en un desafío diario, tanto que se lo piensa cada vez que tiene que salir a la calle por el desgaste que le supone enfrentarse a los peldaños.

«Desde 2001 solicité una vivienda en planta baja y habilitada para silla de ruedas y sé que han estado a punto de concedérmelo en alguna ocasión pero finalmente no ha sido así, y ahora ya se ha convertido en una urgencia porque no puedo seguir donde estoy, no puedo vivir en un segundo piso sin ascensor dadas mis condiciones físicas», apunta a este diario.

Martínez, que vive solo y cobra una pensión de 550 euros, paga un alquiler de 350, gastos incluidos, en el mismo piso en el que vive desde hace una década, después de haber ocupado una caravana prestada en la zona de la Colársega de Maó, y una habitación alquilada además de algún que otro paso por un hostal. Afirma que «cumplo los requisitos para optar a la vivienda pero veo que se entregan cada convocatoria y a mi no me toca porque no hay disponibilidad según mis necesidades, o bien porque la documentación no ha sido actualizada o porque no la he vuelto a tramitar». De hecho en una de las ocasiones quedó excluido de las listas por no haber renovado la solicitud en el plazo establecido.

Admite Carmelo que «me administro como puedo, mi casera me trata bien y ahora aguardo la respuesta del Ibavi, tanto si es en Maó como en Palma, que es el otro lugar que he pedido, y si no puede ser una planta baja, que tenga un ascensor», al tiempo que agradece la respuesta de los servicios sociales del Ayuntamiento y de Caritas cada vez que los ha necesitado.

«Tuve un buen trabajo en la ONCE y lo perdí por mi mala cabeza, fui yo quien fallé y no la organización que se portó muy bien conmigo», asegura. «Todos tenemos derecho a una nueva oportunidad y lo mío es una necesidad y no un lujo. Los hay que llegan de fuera y se les hace más caso, y puedo llegar a entenderlo, pero ya está bien de tanta burocracia», concluye.