Vicenç Tur asegura que ninguna de las vicisitudes del partido le han hecho dudar de su compromiso con el PSOE, es más, asegura que fuera de la política ‘profesional’ mantendrá una militancia activa. | Gemma Andreu

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Vicenç Tur está de salida. Una vez finalizada, de forma más precipitada de lo que tenía previsto, su etapa como secretario general del PSOE en Menorca se centra ahora en el Ayuntamiento de Maó, donde también afronta su recta final. Es el epílogo de su trayectoria política, a las puertas de la docena de años.

Su Secretaría General empieza con un congreso que gana con un 56 por ciento de los votos y acaba por un Comité Insular donde no se le apoya. ¿División omnipresente en su gestión?

— No. Tras aquel congreso se formó una Ejecutiva Insular de integración, con varias personas que no me habían votado. En estos años en ningún caso ha habido división, hemos trabajado a gusto. La discrepancia del Comité Insular nada tiene que ver con las divisiones de aquel 2012.

¿Así, solo se evidencia la división en momentos concretos?

— Pero no por los bloques del congreso de 2012, sino porque el PSOE es un partido con muchas almas internas diferentes, y estas apararecen en momentos en los que hay que decidir. Ni los acuerdos de gobierno, ni las listas electorales, se han hecho de forma traumática. Se han aprobado por unanimidad.

¿Es falso, pues, que tras las elecciones de mayo de 2015 el PSOE negociaba una cosa en Palma y otra en Menorca?

— Si existían otros pactos, no me los transmitieron. Francina Armengol nos otorgó autonomía para negociar. El pacto del Consell fue en clave menorquina.

Con Armengol, una relación...

— Muy buena.

¿Se ha sentido traicionado en algún momento por ella?

— Nunca. Absolutamente. Ha sido una relación de confianza. Siempre he tenido clara mi lealtad a la organización del PSIB y me he sentido respaldado

¿Es un error personalizar la dinámica del PSOE en Tur-Pons?

— Sí. Con Marc Pons me separó un tiempo una postura de congreso, pero me quedo con la relación de haber trabajado juntos en el partido y en el Consell. Me queda un magnífico recuerdo.

¿No hay un bloque más de izquierdas y otro menos?

— Es un debate insultante. Nadie del PSOE puede calificar al otro de menos de izquierdas.

Han habido bajas significativas de militancia...

— Y muchas altas.

¿Le dolió alguna especialmente, por ejemplo, Arturo Bagur?

— Me causó un dolor personal. Mis referentes han sido Berto Moragues, Joana Barceló y Bagur. Pero valoro las incorporaciones positivas, apostamos por renovar listas y por gente joven, nueva. Recuperamos a María José Camps. Y contamos con Susana Mora para el Consell, donde el equipo es muy renovado.

¿Mora debe dar un paso adelante en el partido? Es ahora el cargo más significativo. ¿Otra persona al frente supondría una distorsión interna?

— La nueva dirección tiene que pilotar el partido en torno a Susana Mora, aunque no sea ella directamente. Debe tener un peso importantísimo, para que el partido dé el máximo apoyo a quien en unos meses será presidenta de la máxima institución de Menorca. Bien sea ella o alguien con quien tenga máxima confianza, sin ninguna duda.

El otro cargo relevante del PSOE de Menorca es Marc Pons. ¿Estamos en las mismas de 2012? ¿Estar en Palma le dificulta ponerse al frente?

— No. Hay casos anteriores. Tengo mucho respeto a todos mis compañeros y a los procesos internos del partido. Cualquiera puede dar el paso. Tiene que ser en torno a Mora, pero puede ser cualquiera. Si lo hace Marc Pons, seguro que lo hará así.

Ha gestionado sobre todo derrotas electorales, en una época difícil para el PSOE. ¿Siente que podría haber hecho más?

— He hecho lo máximo que he podido, hay mil condicionantes como las nuevas fuerzas, pero me siento responsable. Por eso he tomado las decisiones que he tomado. Son malos resultados, y por eso hace ocho meses ya puse mi cargo a disposición del partido y decidí que ya no optaría a la renovación. Y, luego, al perder la confianza del máximo órgano de decisión...

¿Volvería a dar apoyo a Aina Calvo y Eduardo Madina?

— Sí. Y también apoyé a Chacón, y perdió. No me arrepiento.

Casi doce años de política. ¿Le ha dado o le ha quitado más?

— Lo mejor que he sido se lo debo al partido. El partido me lo ha dado todo, preocupaciones pero muchas satisfacciones.

¿Algo negativo?

— No haber podido llevar a cabo los proyectos que teníamos.

¿La decisión de caducar a los diez o doce años estaba tomada desde que empezó?

— Sí. Tengo mucha estima al esfuerzo de mis padres por permitirme una carrera en momentos complicados, en una familia obrera, y tengo muy claro que mi papel principal es técnico y profesional. Lo quiero recuperar. No he querido nunca una vida política eterna. Seguiré con una militancia activa en el PSOE.

¿Empezó demasiado joven?

— Muy joven sí, no sé si demasiado. No me arrepiento. Empecé en un momento de desarrollo de una política preciosa liderada por Barceló. Fue fantástico.

¿Su espina clavada es no haber sido alcalde electo, no haber ganado unas elecciones?

— No es una espina, aunque uno de los momentos más dolorosos fue la derrota de 2011, a pesar de que hubo una oleada general.

Desde el Ayuntamiento, ¿cómo ha podido Tur cambiar Maó?

— Como alcalde y ahora son dos momentos diferentes. Entonces desarrollábamos un modelo de ciudad vinculado a un PGOU muy social, con muchos equipamientos, muy progresista. Me siento muy orgulloso. Como alcalde revertimos la crisis con una fuerta inversión pública, como el Plan E. De la última etapa me siento orgulloso de un cambio de modelo a favor de la gente que lo pasa peor, y de recuperar los planes de ocupación. Y el puerto, integrarlo como parte importante de la ciudad.

Las negociaciones con Ara Maó fueron tensas. ¿Es difícil convivir en el gobierno?

— Para nada. Nos unen las priopridades, la necesidad de apoyar a quien lo pasa peor. Ha sido un entendimiento fácil. Fue una negociación compleja, porque estaba en debate la alcaldía. Pero se ha logrado el equilibrio. Ha salido bien porque tengo muy buena relación personal con Conxa Juanola, cierta estima.

Pero el PSOE ambicionaba la alcaldía. ¿Fue una derrota?

— No, no. No teníamos tan claro que partir la alcaldía fuera bueno. Primamos la gestión de áreas potentes. Aquí sí jugué con el doble papel de secretario general y portavoz municipal, porque priorizamos que fuera presidenta Susana Mora, era quien tenía recorrido de futuro como figura insular.

¿Un juego a dos bandas?

— La importancia de esta figura de futuro, con recorrido, que yo ya no tenía, primaba que se pusiera la fuerza en el Consell, darle importancia. Allí sí fuimos la primera fuerza de la izquierda.

¿La negociación en el Consell fue más dura que en Maó?

— Sí, pero la valoración final es positiva. No se perdió la negociación, en ningún acuerdo.

¿Se juega su sueldo a que Mora será presidenta del Consell?

— Ninguna duda. Los acuerdos están tomados y se deben cumplir. Nosotros hemos sido leales.

¿Hay hoja de ruta a coto plazo para afrontar el relevo en Maó?

— No me corresponde. No dejaré mochilas, corresponde al debate interno de la asamblea de Maó. El papel complicado es ahora para el grupo municipal, que merece el máximo respecto.

¿Alguien tendrá que emerger, adoptar el papel que usted ha tenido de 'segundo alcalde'?

— Probablemente será un equipo de gobierno más horizontal que ahora, que es verdad que es algo más vertical por mi conocimiento y experiencia. Estará más repartido. Y será bueno.

¿Entiende que se hable de Héctor Pons como relevo?

— Sí, porque ha tenido una visualización pública. Puede serlo, como los otros. Quien lo asuma tiene que estar implicado en áreas de peso del Ayuntamiento.

Es decir, ¿escoger personas o redistribuir áreas?

— Eso. Ya se verá, lo decidirá el partido y tendrá mucho que ver la disposición de cada uno.

¿En doce años ha cambiado mucho la política, o no tanto?

— Sí, ha cambiado, en cosas a mejor. Por ejemplo, en la participación activa permanente. Pero no veo como negativos a los partidos que defendemos los órganos internos que deciden por representación, con congresos. Esto no es malo, también es muy democrático. Sí, se han implicado más sectores, pero tiene que haber un equilibrio. Las nuevas fuerzas políticas, que surgen en un contexto de crisis, han cambiado mucho el modelo, pero sigo defendiendo que el PSOE es una fuerza clave para ser un referente de la nueva vida política. Tiene que estar.

¿Pero el PSOE penaliza por estar siempre mirando a pugnas internas por el retrovisor?

— Siempre ha convivido con ello. Lo bueno es que siempre se han unido estas almas distintas en torno a unos mismos valores, los fundacionales del partido. Lo decía una persona en una asamblea local, en este caso, en momentos tan difíciles, han faltado liderazgos potentes, en todos los partidos y a nivel nacional, que pongan por encima de todo valores de interés general.

¿Y ante la falta de liderazgo reaparecen personajes como Felipe González?

— No estaré de acuerdo con algunas de sus salidas de tono, pero me duele más que militantes lo menosprecien. Nadie le puede llegar a la suela en su acción realizada, pese a que ahora tenga salidas equivocadas.

Si en las primeras elecciones en que votó hubiera existido Podemos, ¿lo hubiera votado? ¿Al menos habría dudado?

— No. Al despedirme de la asamblea local dos militantes antiguos me recordaban cuando con cuatro o cinco años acompañaba a mis padres a la sede. Tengo una parte de ADN vinculada al PSOE. Soy del PSOE y lo seré siempre. Estoy muy orgulloso de ello.