NOTTING HILL. Albert pasea por un barrio de película, en el que se encuentra el famoso mercado de Portobello.

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Albert Esteve ha desarrollado prácticamente toda su experiencia profesional en el Reino Unido, donde está plenamente instalado. Este psicólogo menorquín cada vez se siente más cómodo en Londres, aunque admite que tras el brexit se percibe cierta preocupación sobre el futuro, en una ciudad que votó 'no' y en la que conviven múltiples nacionalidades y culturas.

¿Cómo se vive tras el referéndum y el apoyo a salir de la UE?
— Hay inquietud, por supuesto. Lo que pasa es que mi postura personal es la de «intenta hacer lo que tú puedas para quedarte, si quieres quedarte, y no te preocupes tanto». Porque en realidad nadie sabe nada, los políticos deben tener su hoja de ruta, pero no la han compartido con la sociedad, así que no puedes hacer nada. Estar inquieto porque sí, no me gusta, no sirve de nada.

¿Temen perder el empleo y verse forzados a volver?
— En mi caso no creo que vaya a tener problemas para estar aquí, llevo bastantes años y tengo trabajo. Pero claro, se comenta, se habla, salen noticias, y la gente no sabe qué pasará. Yo creo que si nos afecta el brexit a los extranjeros no será algo radical, si deciden que volvamos a nuestros países de origen sería una catástrofe para su propia economía y afectaría a ambas partes, también a ingleses que viven fuera, no sería razonable, espero que no pase.

Nos llegan noticias de que ha aumentado la xenofobia ¿ha vivido alguna situación de acoso?
— No. Yo también he leído algunas cosas, una agresión a un chico valenciano pero era en Bournemouth. La verdad es que Londres es como un país en sí mismo, la mayoría votó por quedarse en la Unión Europea y yo nunca he tenido ningún problema por hablar en español o en catalán, la verdad todo lo contrario, la gente siempre se interesa. Aquí todo el mundo habla distintos idiomas, incluso he conocido poca gente que sea realmente de Londres.

¿Ni siquiera en su trabajo?
— Somos una pequeña empresa, tengo un compañero estadounidense y una compañera nacionalizada británica de origen marroquí. En la oficina que compartimos con otras empresas sí que hay mucha gente inglesa y... sin problemas.

¿Es difícil hacer amigos del país?
— Cuando vine ya tenía amigos y en estos años he hecho nuevos, de todo el mundo; británicos es más complicado, es normal, ellos tiene su vida hecha aquí, pero sí, he conocido algunos gracias al trabajo. En general puedo decir que me he sentido bien acogido.

¿Qué es SQAD y en qué consiste su trabajo?
— Es una empresa que desarrolla programas informáticos, que son en sí una base de datos y que utilizan otras firmas para planificar sus campañas de publicidad y comprar espacios para anuncios en medios de comunicación. Lo que yo hago es asesorar a clientes sobre cómo usar estas bases de datos de forma eficiente; también realizo capacitación, clases sobre cómo utilizar los programas; y otra cosa, que me lleva mucho tiempo al cabo del día, es ver cómo van las implementaciones, que la configuración del programa se adapte a sus necesidades y que se instale correctamente en sus ordenadores y en sus organizaciones. Soy una especie de intermediario entre nuestros desarrolladores y lo que los clientes necesitan.

Hay mucha psicología en el campo del marketing pero, aún así, ¿no ha variado mucho el rumbo de la carrera que estudió?
— (Ríe) Mi trabajo no tiene nada que ver con psicología, pero está vinculado al marketing que es sobre lo que hice el máster. La verdad, no tenía ni idea de que acabaría haciendo esto.

¿Cuándo decidió el cambio?
— Mientras estudiaba tuve la oportunidad de hacer un 'Erasmus' cerca de Birmingham y estuve un año. Después, cuando regresé a Barcelona y acabé la carrera, hice prácticas en una empresa de investigación de mercado. Ahí vi que me gustaba la mercadotecnia, pensé que podría aprender más, y como no tenía claro hacia dónde tirar, realicé un máster en Marketing en Starthclyde, una universidad escocesa, en Glasgow. Más tarde, encontré trabajo en una agencia de comunicación en Londres, donde estuve tres años antes de cambiar a mi trabajo actual.

¿Cómo logró ese primer empleo?
— Buscando desde Menorca, a dónde regresé después de terminar el máster. No tuve que venir a Inglaterra a buscar trabajo sino que lo hice desde la Isla porque quería trabajar aquí. Viajando para hacer las entrevistas, haciéndolas por Skype o teléfono..., yendo y viniendo, alojándome en casas de amigos y otras veces en algún hostal, hasta que en una empresa me cogieron.

Fue complicado...
— Personalmente fue duro, cuando empecé a buscar trabajo la recesión estaba en su punto álgido, era a finales de 2009. Pensabas que habías gustado, habías hecho tres o incluso cuatro entrevistas con una empresa y después te llamaban para decirte que no tenían presupuesto para contratarte. Pero bueno, al final creo que tardé lo normal, seis o siete meses.

Y ahora está en una pequeña empresa.
— Sí, somos solo tres y trabajamos en una oficina más grande, compartimos un espacio. Es un open space, donde tú ves a todo el mundo; te alquilan las mesas, salas de reuniones y todo lo que necesitas para trabajar. Está bien no solo por la cuestión económica, ya que es caro tener tu propia oficina, sino también porque estás en contacto con otras empresas y es interesante escuchar y de vez en cuando sentarte y hablar... surgen ideas. Siendo tres, nosotros solos nos acabaríamos aburriendo.

¿Hacia dónde camina el mundo de la publicidad?
— La gente piensa que toda la inversión en publicidad en la televisión y medios escritos se está yendo al mundo digital, y no es del todo así. La televisión se mantiene, pero es verdad que los medios escritos están perdiendo mucho dinero. También encontramos clientes que quieren una herramienta potente para tener un registro de todas sus campañas publicitarias y que pueda ofrecerles una información muy exacta de la campaña, qué resultados tiene. Hablo de una tendencia global, nuestros clientes son internacionales.

¿Algún consejo para la prensa?
— Lo que se dice en el sector es que precisamente los diarios locales están ganando mucha fuerza si tienen una buena presencia online, si se destinan recursos a la parte digital hay mucho futuro, y lo veo por clientes que están en otros lugares, a los que les va muy bien.

Desde su residencia en Islington ¿cómo ve en la distancia Maó?
— Lo que más añoro, además de familia o amigos, es que en Maó puedes ir caminando a todos sitios. En Islington vivo a media hora en autobús del trabajo, y eso aquí es un lujo.