Rosemarie Pantke.

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Todo comenzó como un destino vacacional en 1991. Pero su afición al buceo hizo que Rosemarie y su marido regresaran en repetidas ocasiones a la Isla. Aquí encontraban «ese pequeño punto de tranquilidad», dice ella. A finales de esa década se plantearon dar un «nuevo punto de mira a sus vidas» y se acordaron de Menorca.

¿Cómo llega ese punto en la vida en que decide dejarlo todo para ir a vivir a otro sitio?
— Cada historia tiene una historia detrás. Y en ese sentido he de decir que había llegado un momento de nuestras vidas en el que nos dimos cuenta de que ya no íbamos a tener hijos, pero pensábamos que todavía podía haber cambios y teníamos la posibilidad de empezar algo nuevo, buscar un lugar en el mundo en el que vivir con un poco más de calidad de vida.

Y eso les trajo hasta aquí.
— Viajamos mucho por el mundo, y el camino nos llevó hasta Menorca. Todavía viajamos mucho, pero hasta ahora el sitio ideal que hemos encontrado es éste. Está claro que no todo es oro aquí, pero el conjunto es muy bueno, y en todos los aspectos de la vida.

En conjunto os enamoró, pero ¿hubo algo que os enganchó en particular?
— Pues a mí me enamoró de la Isla las fiestas de Sant Joan. Me encantó cuando vi la celebración por primera vez, estaba alucinada y no podía pensar en otra cosa que no fuera Sant Joan, Sant Joan y Sant Joan; en los caballos y la gente. Aunque hay que decir que en aquellos años todo era mucho más tranquilo y más personal.

¿Sigue viviendo las fiestas con la misma intensidad que cuando llegó?
— Sí, desde el primer momento, aunque no siempre llego al darrer toc (risas). Cuando explico como es esta fiesta a la gente de mi país les cuesta creerlo. En Alemania, si vas con un caballo todo el mundo se aleja, y aquí parece como si no pasara nada. Es increíble; la raza de caballos menorquina es una pasada.

¿Qué impresión percibió la primera vez que pisó la Isla?
— Como veníamos de vacaciones esperábamos que fuera un lugar que nos fuera a gustar, y la verdad es que siempre volvimos. La primera impresión que nos llevamos fue muy buena. Pero claro, no podemos pasar por alto cosas como la naturaleza o los caballos, la arena blancas de las playas y las aguas cristalinas tan bonitas, que es algo que nosotros, como somos buceadores, apreciamos mucho. Menorca es un lugar que lo tiene todo.

¿Se aficionaron aquí al buceo o era algo que ya hacían en Alemania?
— Llevábamos años practicándolo en nuestro país, y es una actividad que también aprovechábamos mucho para realizar cuando viajábamos.

¿Siguen buceando?
— Mi marido sí, y yo este año creo que ya no voy a salir. Ambos somos socios del Club Nàutic Ciutadella. Mi lugar preferido para las inmersiones es la zona de «El Malakoff» y el Pont d'en Gil. Pero aparte de eso, hago muchas otras cosas más.

Como por ejemplo...
— Como he dicho antes me gustan mucho los caballos, pero ahora hago agility con mi perrita. Soy socia de un club de Alaior. Viajamos mucho, y justamente el próximo fin de semana (éste) vamos a Eivissa a competir. Para mí es una actividad increíble. Me gustan mucho la naturaleza, y especialmente los animales.

Cuénteme cómo fue la adaptación a la vida menorquina.
— Lo bueno es que encontramos trabajo muy rápido, pero el problema es que cuando llegamos todavía no hablábamos muy bien el castellano. No llegamos con la idea de trabajar inmediatamente, pero como había mucha demanda un colega me ayudó, y tras hacer un curso en Salamanca intensivo empecé. Llegamos el 1 de marzo a Menorca y el 1 de abril ya estábamos trabajando. La verdad es que es algo que nos ayudó mucho a integrarnos y a saber cómo funciona todo. Cuando trabajas, la gente te acepta, eres uno más como ellos. Si solo vives aquí, como hacen muchos extranjeros, es diferente. Nosotros enseguida hicimos amigos y actualmente estamos muy a gusto.

¿Ahora la situación es diferente en el sector de la salud bucodental?
— Sí, ya no se necesitan tantos profesionales como entonces. Ahora hay muchos más jóvenes que entran en la profesión, que ha cambiado mucho con la especialización. Actualmente hay más competencia, pero está muy bien que lleguen las nuevas generaciones. Mi marido ya no está en activo, pero yo sí, soy autónoma y trabajo en diferentes clínicas.

¿Puede que con el paso del tiempo se han vuelto un poco menorquines?
— Yo creo que sí. En el corazón sí, aunque no tanto en el aspecto físico. Mi marido dice a veces que cuando nos eligieron el lugar para nacer se equivocaron, nos pusieron en el norte en vez de el sur. Pero al final encontramos nuestro lugar.

Muchos hablan de Mallorca como una pequeña colonia alemana. ¿No se les ocurrió ir a vivir allí?
— Me gusta ir de vacaciones allí, pero nunca nos planteamos vivir en Mallorca. Son tan diferentes las islas... la mía es Menorca.

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Ésta es su casa, pero echará muchas cosas de menos de su país.
— (Silencio) La verdad es que no (risas). Me encanta ir a Alemania a comprar ropa, porque allí me es más fácil encontrar mis tallas, me encanta ver a la familia y a los amigos, pero poco más. Ni siquiera echo de menos la gastronomía, me encanta la comida menorquina, la dieta mediterránea.

¿Regresan mucho a casa?
— Intentamos viajar, pero por ejemplo la próxima salida será a Extremadura. Nos encanta seguir descubriendo España. El año pasado tocó dar una vuelta por el mar Báltico y recorrimos durante tres meses Escandinavia. Viajar es una gran parte de nuestra vida.

¿Cuál es la gran diferencia entre el estilo de vida de aquí y el alemán?
— Los alemanes ven todo muy serio y siempre todo supone un gran problema. Se ocupan mucho de los detalles. Creo que en el sur la gente se toma la vida de una manera mucho mejor, se tiene más sentido común. Todo es más relajada y te dejan vivir...

¿En Alemania no?
— Allí siempre te influyen, siempre te mandan. Por ejemplo, la primera vez que fui en Menorca a Hacienda como autónoma para hacer la declaración no podía dormir las noches anteriores por la preocupaciones de si hacía algo mal. En Alemania, enseguida te ponen una multa si no lo haces bien; pero aquí todo resulta mucho más fácil, siempre me ayudaron mucho, todo resultaba fácil.

Sin embargo, ese carácter que tienen los alemanes también podría ser una de las claves de que el suyo sea un país tan próspero.
— Seguramente, pero allí todavía se quejan, nunca están contentos con lo que tienen. Aunque eso es algo que está empezando a cambiar gracias a los jóvenes y la gente que llega del extranjero. Por lo menos ahora ya no estás mal visto si tomas un café durante el día.

¿No es habitual tomarse un descanso durante la jornada laboral?
— Sí, pero rápido.

Supongo que también habrá cosas que no le gusten de Menorca.
— Sí, cambiaría la política comunal por ejemplo, lo que se hace desde el Ayuntamiento. Mi intención no es criticar, pero soy socia del Fotoclub del Cercle Artístic y desde hace años nos prometen un local. Yo veo que hay muchos espacios vacíos en Ciutadella que tendrían que ser aprovechados. En mi opinión considero que hay que trabajar un poco más para la gente del pueblo.

¿Se postularía como alcaldesa?
— No lo creo.

Lo suyo es más la fotografía.
— Sí, la fotografía de naturaleza, pertenezco a un grupo especializado en orquídeas. Hay 23 especies diferentes en al Isla y solo nos falta fotografiar una de ellas. Los payeses de las fincas dicen que existe esa orquídea, pero aún no la hemos encontrado. Ahora es temporada y tenemos que ponernos a ello.

¿Sigue de cerca la actualidad de su país?
— Leo la prensa de allí, pero también mucho la de aquí, el «Diario Menorca», «La Vanguardia» y «El País», por ese orden, primero la información local.

¿Cómo vendería turísticamente Menorca?
— Lo orientaría principalmente hacia la gente que piensa en el deporte, en el senderismo, en disfrutar la gastronomía y se interesa por la cultura. Sin embargo, las personas que buscan el todo incluido y emborracharse, este no es lugar para ellos, no les necesitamos en la Isla. Creo que el modelo turístico de Menorca está actualmente en el buen camino, con proyectos como los hoteles pequeños con encanto.

¿Cómo resumiría su experiencia menorquina?
— En la vida no todo siempre es bueno, va en olas desde mi punto de vista. Pero puedo decir que estoy encantada de vivir en Menorca. Cada día agradezco poder vivir aquí.

Supongo que sus planes de futuro pasan por la Isla.
— De momento no me imagino viviendo en otro sitio.