Con la familia en Dawes Point Battery, debajo del puente del puerto de Sidney

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Ha realizado el viaje que un día trajo a su progenitor hasta Menorca pero a la inversa. Hijo de padre australiano y madre ciutadellenca, Carlos Dangoor había visitado antes las antípodas de vacaciones, e incluso llegó a residir un tiempo cuando era pequeño pero apenas recordaba esa etapa. Su motivo para realizar este gran salto a Australia no es otro que «cambiar de sitio» y vivir en la tierra en la que tiene parte de sus raíces. Con él viajaron desde Mallorca -donde estaban afincados-, su mujer Ana, natural de Galicia, y su hijo Carlos, de tres años. «No queríamos dejarlo para más tarde, ahora el niño es pequeño y es más fácil», comenta. Allí abajo o down under, como popularizó la banda de rock también australiana Men at work, encontramos a un menorquín abriéndose camino.

Dejó su empleo de profesor en Mallorca pero ha logrado mantenerse en la docencia ¿en qué consiste su trabajo actual?

— Soy e-learning integrator, que básicamente se trata de integrar la tecnología en el aula, tanto en el curriculum o programación del curso, como con formación para profesores y niños, introduciendo el uso de herramientas y aplicaciones. Intentas dar coherencia al uso de las tecnologías, que no sea superficial sino que se integre en la pedagogía y en la aplicación práctica de la tecnología en la formación. También tengo un espacio que se llama makerspace que es donde los niños trabajan sus proyectos de programación y de robótica.

¿Le costó mucho encontrar un puesto acorde con su formación y experiencia?

— Alrededor de cinco meses, porque era algo muy específico. Estuve buscando en diferentes páginas web de empleo, mirando a ver dónde podía encajar. Ahora estoy en el colegio Trinity Grammar School, bastante conocido aquí en Sidney. Es un centro privado, que tiene unos 2.600 estudiantes y tres campus, yo estoy en la preparatory school, que va desde la educación infantil o kindergarden, como le llaman aquí (niños de 4 años), hasta sexto curso de Primaria. Está en la zona de Strathfield, que se considera parte del centro de Sidney, a 20 minutos del distrito de negocios. Esta es una ciudad muy horizontal.

A la hora de lanzarse ayudaría el hecho de tener lazos familiares.

— Sí claro, mi padre es de Sidney, aunque él vive en Ciutadella y ahora vendrá a hacernos una visita de un mes (ríe). Tengo amigos suyos por aquí, la acogida desde luego ha sido muy buena, no nos podemos quejar. Al ser nacional no me fue tan difícil conseguir trabajo, para alguien de fuera creo que ahora es más complicado. Hay trabajo, si lo comparas con España mucho más, pero la gente dice que antes era más fácil encontrar, que incluso podías escoger dónde ir.

¿Es un buen lugar donde criar a su hijo?

— Sí, Australia es un país que está muy bien pensado para los niños, con unos parques espectaculares, actividades, guarderías a las que pueden ir por días..., aquí normalmente uno de los dos, la madre o el padre, no trabaja -en nuestro caso, mi mujer-, o lo hace a media jornada, y se pueden hacer muchas cosas con los hijos. Los museos todos tienen zonas específicas para los niños; hay playgroups, que son casas con patios, del Ayuntamiento, que se dejan a los padres y que están llenas de juguetes y actividades. Pagas una cuota al año y vas allí con el niño a jugar y los padres al mismo tiempo también se relacionan.

¿Una familia se sostiene con un sueldo?

— Sí, normalmente las familias tienen dos o tres niños, y uno de los padres se queda en casa para cuidarlos, es lo habitual cuando son pequeños, algo que en España ya es poco común. Aquí con un sueldo puedes aguantar. Los salarios son más altos pero la vida es carísima: la vivienda, la comida..., las verduras y la comida fresca es cara, a veces sale mejor comer fuera que hacerlo en casa. En la ciudad son caras las hortalizas, las verduras y las frutas, la carne por ejemplo es barata. El transporte público está muy bien y es asequible y con muchas rutas y frecuencias.

¿Cómo es Sidney en cuanto a la seguridad ciudadana?

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— Es bastante segura. En la zona en la que vivimos, cerca de Bondi Junction, vas al parque y puedes dejar en el cochecito del niño el teléfono móvil y hasta la cartera yo creo, no te va a desaparecer nada. Y si pierdes algo al día siguiente verás que lo han dejado ahí para que lo encuentres. En todos los parques y playas hay barbacoas públicas, todas están cuidadísimas, no hay vandalismo, la gente es cuidadosa con el espacio público y las cosas comunes. Y hay poca policía.

¿Han conocido otras zonas o ciudades del país?

— Hace 8 años sí que estuvimos de vacaciones e hicimos ruta. Estuvimos en la barrera de coral, en la costa norte, en Alice Springs, donde hay pinturas aborígenes. Ahora con el niño es un poco más difícil hacer esos viajes y estamos más centrados en Sidney.

A la hora de ser padres y educar a los hijos ¿qué otras diferencias hay?

— En Australia por ejemplo la educación de los niños pequeños empieza más tarde que en España, no es obligatoria hasta que cumplen los 5 años. Pasan más tiempo socializando con los padres. Todo va más lento, a otro ritmo, empiezan más tarde a leer. Hay cosas que en España se consideran innovaciones pedagógicas, como unificar aulas y trabajar por proyectos, que aquí son normales en muchos colegios.

En el ámbito profesional ¿nota mucho cambio?

— Sí, pero el colegio en el que estoy también es un poco especial porque es uno de los mejores colegios privados de Sidney, tiene una gran cantidad de recursos. Por ejemplo cuenta con tres piscinas, una olímpica; invierte mucho en tecnología y deporte. Pero yo venía de un colegio en Alcúdia que también es un centro de referencia y uno de los más avanzados de Balears en el uso de las nuevas tecnologías en el aula, Nuestra Señora de la Consolación, gracias a la experiencia que logré en él estoy ahora en el Trinity. Lo que pasa que es difícil comparar porque en nivel económico y presupuesto este colegio es una especie de mundo aparte.

¿Cómo se integra la tecnología en las aulas australianas?

— Aquí tienen varias unidades de trabajo sobre el que se centra el contenido y en cada una de ellas vamos viendo cómo integrar aplicaciones o software. El integrator sugiere opciones a los profesores, les da formación a ellos y a los alumnos.

¿Nunca ejerció en el mundo audiovisual en el que se tituló?

— Sí, estuve en Madrid un año, trabajando en una productora de cine, en Alta Films, que ya cerró, y luego me surgió la posibilidad de ir a Mallorca, que estaba más cerca de Ciutadella, y allí me enfrasqué en las nuevas tecnologías.

¿Y qué planes tienen ahora?

— No hay planes por ahora. Me van renovando el contrato en el colegio en el que estoy y de momento no nos planteamos si quedarnos en Australia o volver, no tenemos nada decidido.