Alimentar patos. Esta práctica altera sus hábitos, y provoca que se produzcan unas relaciones anormales entre los ejemplares de granja asilvestrados y los que son salvajes

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Dar de comer, preferentemente migas de pan, a los patos que se aproximan a los humanos en distintos puntos del litoral menorquín es un entretenimiento para los pequeños al que a menudo acceden los mayores. Un gesto en principio simpático, sin malicia, pero que tiene consencuencias muy negativas, según advierten desde el Parc Natural de s'Albufera des Grau en los carteles informativos sobre prácticas inadecuadas que han habilitado este verano.

En el encabezamiento del cartel dedicado a este aspecto, desde el Parc Natural apuntan que dar pan a los patos modifica su dieta y su comportamiento. Explican que los ejemplares que se acercan a los humanos suelen ser de granja asilvestrados, es decir, que su lugar idóneo no es la naturaleza. Al proporcionarles pan, el humano hace que la fauna silvestre acceda al mismo alimento, lo que altera su dieta y sus hábitos. Hasta el punto que el pato salvaje puede aparearse y criar con el doméstico, con la pérdida genética que de esto se desprende.

Pero no es la única consecuencia. Los excrementos de los patos derivados de esta inadecuada nutrición pueden favorecer la proliferación de organismos patógenos en el agua, según indican los carteles divulgados por la dirección del Parc Natural. Como norma general, recuerdan que «proteger la fauna es conservar los hábitats en buenas condiciones, sin interferir en la vida autónoma de las especies».

El Parc Natural realiza otras dos campañas de divulgación similares sobre los efectos negativos de los baños de arcilla y de los montoncitos de piedras.