Roig toma fotografías de las cascadas en Gullfos, en el cañón del río Hvitá, al sureste de Islandia | X.R.

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No es hombre de dar rodeos con las palabras, más bien las economiza. Le gusta la geología, así que en sus viajes las personas y animales son el complemento de su verdadero objetivo: observar, fotografiar y saborear paisajes. Eso le ha permitido a Francesc 'Xisco' Roig permanecer, por ejemplo, durante horas observando el glaciar Perito Moreno, en Argentina, hasta que el silencio ha sido roto por sus crujidos.

Las experiencias de su último viaje a Islandia abrieron recientemente el ciclo de charlas «Pont de Cultures» organizado por la Associació Cultural i Recreativa des Migjorn. En este viaje de placer reunió a otros tres amigos, compañeros de universidad, interesados por un país que «a nivel geológico y geomorfológico tiene bastante encanto, es activo en cuanto a procesos», asegura, «allí está la dorsal que separa el continente europeo del americano».

El grupo partió el pasado julio en vuelo de Barcelona a Reykjavic donde comenzó una aventura en 4x4 con acampada, práctica de trekking y fotografía. «Aprovechamos el tiempo al cien por cien, porque en verano allí es de día las 24 horas», explica. Solo una ciudad en su recorrido y durante unas pocas horas, la capital Reykjavic, «no íbamos a ver ciudades y pueblos, nos salimos bastante de la ruta tradicional, por eso alquilamos un 4x4 con el que dimos toda la vuelta al país, durante los 15 días, excepto los fiordos».

A Xisco Roig le gusta viajar sin ayuda de GPS, solo con cartografía y una guía «Lonely Planet» como compañera. Sin base en un punto concreto, el trayecto mismo en coche o caminando se ha convertido en un espectáculo gracias a los paisajes. En Islandia «puedes ver y comparar lo que has visto en los libros de texto», y eso incluye volcanes humeantes, glaciares y geisers.

¿Qué transmite esta isla helada a un viajero experto?

«Mi sensación ha sido la de inmensidad, muchos espacios son inabarcables porque no puedes llegar ni siquiera a pie, un país poco poblado y muy natural».

No obstante, una de las cosas que también le llamó la atención en Islandia es que la afluencia de gente «poco controlada» comienza a provocar procesos «de degradación y erosión».

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El país quiere atraer turismo y los geisers, fuentes que eruptan columnas de vapor y agua caliente, son los reyes del selfie quecertifica para muchos su viaje a Islandia, algo que a Roig le resulta chocante. «A veces el turismo se convierte en decir que has estado en un sitio, en lugar de hacer lo que te gusta», argumenta.

En torno a un geiser, que dispara en tres fases y en intervalos de tiempo, «la gente se queda esperando, a lo mejor cien personas, a que salga, y si no alcanza la altura esperada gritan 'ooohhhh'. Es un tipo de turismo que tiene que existir, pero hay que saberlo canalizar bien para que no se generen impactos y erosiones». Aunque en la isla gélida es difícil que los turistas se salgan de las rutas establecidas debido al clima. «Yo no estoy en contra de ese turismo organizado pero sí estoy en contra de cómo se explota una oferta, como es el caso de aquí, que vendemos unas playas sin gente y cuando llegas a Macarella no tienes sitio. Eso es un fraude, y ese fraude en Islandia no lo he visto, aunque van por el camino, se está construyendo mucho para ver el turismo de naturaleza, no hay de otro tipo, porque allí si no vas a ver naturaleza ¿qué vas a hacer?».

El geógrafo reconoce que trato con la gente local hubo poco, existe mucho espacio sin poblar en el país, «creo que hay ocho ovejas por cada persona, y otros tantos caballos», bromea. Tampoco con su gastronomía, aunque sí probó la carne de ballena . «De su gastronomía me sorprendió que es bastante yanqui, la herencia que dejaron las bases militares norteamericanas, y otra cosa que me llamó la atención es que no he manejado la moneda propia, la corona, allí todo se paga con tarjeta». Una pizza, una caña y café expreso pueden costar 52 euros, apunta el viajero, así que del país que estuvo a punto de morir por la crisis financiera de los años 2008 y 2009 no parece quedar mucho.

Todo está muy preparado para el turismo que recorre la isla para 'ver' naturaleza, «hay baños y servicios gratuitos por las carreteras», pero realmente «si quieres disfrutar de esa naturaleza hay muy pocos trekkings, o te lo montas tú o casi no hay, además es difícil porque siempre está húmedo, no hubo ningún día que no nos lloviera», comenta Roig.

El grupo realizaba unos diez kilómetros caminando por rutas naturales aunque «casi no hace falta caminar para ver el espectáculo, desde el coche ya lo es, pero si quieres salir del camino habitual y ver algún sitio en el que no te encuentras con gente, has de andar». Son rutas que «intuíamos, porque no están marcadas».

¿Volvería? Sí, rotundo, pero en invierno, que sería en plena oscuridad, 24 horas de noche, «sería toda una experiencia», señala el geógrafo.

En Islandia, en sus glaciares, es donde se evidencia también uno de los problemas más acuciantes del planeta, el cambio climático, que también quiso analizar Roig en este viaje. «El retroceso desde 1925 hasta la actualidad ha sido de unos 400 metros, los glaciares pierden hielo y aquí es donde se aprecia más el cambio», concluye.