En su negocio. Ellie regenta un pequeño supermercado. | Josep Bagur Gomila

TW
2

En Inglaterra se vive para trabajar, aquí se trabaja para vivir», dice Ellie, quien se siente muy feliz de haber encontrado en Menorca «el equilibrio y una mejor calidad de vida». Está aquí de forma permanente desde hace casi una década. «Me encuentro muy bien en la Isla, no hay manera de salir, estoy atrapada», relata entre risas.

¿Cómo surgió la oportunidad de venir a Menorca por primera vez?
— Hay que tener en cuenta que las primeras veces que vine a Menorca era muy joven, como turista con mi familia y tendría unos diez años. Fue aquí mismo, en Fornells; me encanta el mar y siempre tenía muchas ganas de regresar para disfrutar de la navegación; en ese sentido, Menorca es una isla que te ofrece muchas oportunidades para practicar disciplinas distintas, pero principalmente windsurf y vela. Creo que tenía unos 14 años cuando yo ya sabía que algún día vendría a trabajar aquí. Y fue por eso que en su día me matriculé en el curso de monitora de vela y me saqué el título. Así fue como empecé a regresar a Menorca para trabajar.

¿Hacía solo la temporada de verano?
— Sí, después regresaba a Inglaterra para continuar con mis estudios. Reconozco que cuando llegaba al aeropuerto y me disponía a partir, a pesar de la sensación de volver a mi casa, lloraba, me daba mucha pena. Siempre tenía en mente regresar, y por suerte encontré a mi marido, Modesto, que es de Ferreries. Él me dijo que si teníamos que vivir juntos tenía que ser aquí, y a mí me gustó la idea.

¿Qué tiene Menorca que le enganchó tanto desde el principio?
— Siempre he sentido que la Isla tiene algo especial, tiene magnetismo. Es algo que ya había leído en algún libro, que atrae a la gente. Si tengo que ir a Inglaterra, con ir una semana ya me basta. Y a mis hijas, que han nacido las dos en Menorca, les ocurre lo mismo. Ellas se sienten menorquinas y no les gusta hablar inglés, quieren ser de aquí, no ser diferentes.

¿Recuerda la sensación que tuvo cuando pisó por primera vez la Isla?
— Era joven, pero ya me pareció un paraíso. Es un lugar que no tiene nada que ver con Inglaterra. Hay una tranquilidad muy especial y la gente es abierta, están dispuestos a hablar, y en mi país parece como si nadie tuviera tiempo para ello. La primera vez que vine de vacaciones, creo que con la sensación que me quedé de Menorca fue con la de relax. La calidad de vida es muy diferente entre los dos países, me parece mucho mejor la de aquí.

Además, se ha venido a vivir a uno de los rincones de la Isla más tranquilos, al menos en invierno.
— Hay muy poca gente. Yo solo trabajo en temporada, cierro el supermercado que tengo en Ses Salines en octubre. Lo que más me gusta es que hay muchos meses al año para navegar, es una de la que disfrutamos mucho toda la familia. A mí me gusta mucho también salir a correr. El invierno es una época perfecta también para mí. Aquí no me siento sola, siempre encuentras alguien con quien hablar.

¿Se sintió bien acogida desde el principio?
— Nunca tuve problema, pero claro siempre he tenido el apoyo de mi marido. A lo mejor, si no hubiera sido así, si hubiera llegado a instalarme con mi propia familia inglesa, habría sido diferente el proceso de adaptación. Mis hijas van al colegio de Fornells, y hay muchos alumnos que no son menorquines, también hay gente de otras regiones; ellas son las únicas inglesas, pero antes había más.

Parece que todo le gusta de Menorca. ¿Pondría alguna pega a algo?
— Diría que no, lo único que echo de menos es a mi familia. Pero ellos siguen viniendo de vacaciones unas semanas en verano. Me resulta difícil encontrar algo que no me guste de la vida aquí. Bueno, en Inglaterra sí que hay muchas más cosas que hacer en invierno si llueve, pero en el fondo eso para mí no es un problema. Por ejemplo, sé que mi hermano no podría vivir aquí. Me gusta todo (risas). Soy muy de estar en familia, y éste es un buen sitio para ello. También vamos mucho a Ferreries a ver a los familiares. Lo que sí puedo decir es que me gusta más el chocolate de Inglaterra, pero al tener la tienda traigo muchos productos que apetecen.

He visto que muchos de sus clientes son ingleses, al menos el trabajo le permite seguir en contacto diario con sus compatriotas.
— Antes de tener la tienda, éste es mi segundo año, sí que me sentía un poco más sola; creo que hay que trabajar para tener confianza en ti misma. Antes siempre estaba con mis hijas y cuando comenzaron a ir al colegio sí que fue un poco más duro, porque no tenía amigos. Pero la tienda sí que me ha ayudado muchísimo, sobre todo también para hablar y practicar el idioma. Fui muchos años a clases de castellano, pero al final, si no hablas con alguien, no sirve de mucho.

¿Le preguntan mucho sus compatriotas sobre cosas que hacer en la Isla?
— Sí. Sobre todo sobre las playas a las que ir y los restaurantes. Lo que veo es que vienen una semana y quieren conocer toda la Isla.

¿Qué sitio cree que un visitante no debería perderse durante esa semana?
— En lo que se refiere a las playas, siempre recomiendo Pregonda.

Noticias relacionadas

¿Es su lugar favorito?
— Diría que sí, aunque no tanto en agosto. Pero sobre todo me gusta visitar las cuevas y lugares escondidas. En invierno, cuando me siento un poco más sola, sí que me apetece visitar lugares como Maó o Ciutadella.

¿Entre los productos típicos menorquines que vende cuál es el estrella?
— El gin, sin duda, es el que más se vende. Tengo una buena sección de productos locales; el vino figura también entre los más vendidos.

Veo que también vende sal de Fornells y se da la casualidad de que ha nacido en uno de los lugares donde se extrae una de las sales más famosas y valoradas, Maldon. ¿Con cuál de las dos se queda?
— (Risas) Es curioso que acabe viviendo donde hay sal.

¿No se decanta?
— No. Pero si puedo decir que me gusta mucho la flor de sal con tomate seco.

Vive en uno de los centros más importantes de la gastronomía menorquina. ¿Cuál es su plato favorito?
— El pescado. Una de las cosas que más me gustan de vivir aquí es que resulta mucho más fácil encontrar cosas frescas y que sabes de dónde vienen. Compro la fruta en Ferreries, la carne en Es Migjorn; en Inglaterra es más complicado encontrar los productos que quieres. Me gusta que la fruta se ponga mala, no que dure semanas... Volviendo a los platos favoritos, mi suegra cocina muy bien cosas como el oli-aigua o las berenjenas rellenas.

¿Cómo vive el contraste entre la temporada alta y baja?
— Cuando llega octubre siempre tengo ganas de parar y que se vacíe un poco la Isla, pero en abril ya tengo ganas de que comience a llegar gente. Es una vida un poco extraña, me ha costado acostumbrarme, son seis meses trabajando muchísimo cada día, muchas horas, y después nada; pero los años pasan muy rápido. Aunque me gusta, es mucho mejor que estar cada día en una oficina con dos semanas de vacaciones al año.

Y además trabajar un lugar tan bonito como Fornells.
— Sí, a veces antes de ir al colegio salimos un rato a hacer paddle surf, es lujo la vida aquí. El invierno a veces sí que es un poco inhóspito, pero en Menorca dura muchísimo menos que en Inglaterra.

Cambiemos de tema. Es la administradora de un grupo de Facebook, Expats Menorca, que cuenta casi con un millar de miembros. ¿Cómo surgió esa idea?
— Fue cuando todavía no tenía la tienda y quería hacer nuevos amigos. En Fornells no hay muchos ingleses, pero sabía que sí había una comunidad entras zonas de la Isla, y por eso hice el grupo. Empezamos unos pocos, pero la cosa ha ido creciendo. Lo fundé hace unos cinco años. La gente es muy participativa, es un foro que se utiliza para compartir mucha información, como por ejemplo ocurre con el tema del Brexit.

¿Está preocupada por el asunto?
— Sí, porque no entiendo lo que está pasando, al igual que toda la gente con la que hablo. Me preocupa, no por mi, sino por mis hijas.

Pero ellas tienen nacionalidad española.
—Sí, pero si quieren ir allí a estudiar ya no sería tan fácil. Además en Inglaterra está creciendo mucho el tema del racismo, y eso tampoco me gusta.

¿Cómo resumiría su experiencia menorquina?
— Hay que decir que al principio me costó acostumbrarme porque era joven, tenía 20 años, y me resultó un poco más difícil. Pero ahora, cuando estoy aquí, me siento tranquila. Aquí he encontrado el equilibrio.