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Las camareras de piso vuelven a estar en pie de guerra, si es que han dejado de estarlo. La lista de agravios de las profesionales que se encargan de mantener los hoteles limpios es conocida –llevan años denunciándola–, pero no por ello ven mejorías en su situación. El principal problema al que apuntan es la enorme carga de trabajo que acumulan entre un personal que consideran más que escaso. De ahí se derivan problemas de salud, enfermedades y lesiones que en la mayoría de ocasiones no son reconocidas como laborales y que van acumulándose haciendo que rara vez puedan alcanzar en activo la edad de jubilación.

Es el panorama que describe María Jesús Cerezales, la presidenta de Asociación Kellys Unión Menorca, que se constituyó formalmente el pasado mes de mayo y que ya agrupa a una cuarentena de profesionales de un sector desde el que se denuncia que «aproximadamente el 90 por ciento de los hoteles de la Isla no cumplen con el convenio». Los incumplimientos, explica Cerezales, se centran en dos aspectos básicos, los riesgos laborales y los días libres trabajados: «El convenio estipula que tenemos que tener dos días libres, pero están dando uno y encima los trabajados no se pagan a 87 euros como debería ser, sino a 50 o 60 euros».

En cuanto a la carga de trabajo que sufren ofrece algunas referencias: «Hay gente que está limpiando más de 20 apartamentos al día o 25 habitaciones de hotel, es una barbaridad». Describe jornadas de ocho horas en que «hay que volar, no tenemos tiempo ni para comer un bocadillo». Otro dato: «Estamos haciendo un mínimo –subraya lo de mínimo–, de 65 camas al día». Ante esa situación, lamenta, «hay muy pocas inspecciones y cuando llegan los inspectores se les miente, es la consigna que les dan».

La situación, que «empeora año a año», deriva en problemas físicos que se cronifican y que terminan haciendo que «prácticamente no haya camareras de piso que lleguen a la jubilación, nos terminan retirando por 430 euros al mes». Por ello reclaman poder acogerse a jubilaciones anticipadas y que se reconozcan las enfermedades como laborales: «Nuestro trabajo es imprescindible y somos los últimos monos, hay que decir basta».