Empleados de una empresa de mundanzas internacionales en plena tarea el miércoles en una vivienda de Sant Tomeu (Alaior) | Josep Bagur Gomila

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No es fácil poner cifras a una percepción cada vez más extendida y comentada, los británicos se repliegan. Hace varias décadas eligieron Menorca y otros puntos de la costa mediterránea como el destino cálido y amable para su jubilación, la pensión que cobraban en libras era una garantía para llevar una vida desenvuelta.

Las circunstancias cambiaron un poco con la implantación del euro y mucho con el referendum de salida del Reino Unido de la Unión Europea, el brexit. Sus consecuencias empiezan a ser palpables en la fuga de esos jubilados británicos, que se ha acelerado en los últimos meses.

El dato del 75 por ciento como proporción entre los británicos que dejan Menorca y los que se implantan ex novo surge de las consultas con las empresas que realizan las mudanzas. Ningún organismo maneja esta información, que pasa desapercibida para los ayuntamientos, donde sí llegan las altas de empadronamiento pero no se suelen comunicar las bajas.

Mark Baxter, uno de los profesionales de las mudanzas internacionales con empresa en Alaior, admite que hasta mediados de octubre no admite más encargos por el aumento de la demanda que ha registrado en las últimas semanas. «Los que se van son los mayores», afirma, es el denominador común. En la actualidad, realiza una mudanza cada diez días de familias que retornan de la Isla al Reino Unido, en su mayoría parejas mayores. «Hay muchos que venden la casa amueblada», agrega.

La migración británica de entrada no ha desaparecido, pero es un tráfico mucho más reducido y, sobre todo, ha cambiado el perfil. Los que llegan o se quedan son mayormente familias jóvenes que buscan su oportunidad en Menorca, exactamente igual que ciudadanos de otros países o regiones españolas.

«Nadie nos ha dicho lo que va a pasar con el brexit», explica Baxter, quien comprende la incertidumbre creada, pero extiende el abanico de causas, «es una combinación de muchas cosas», que se resumen en dos principalmente.

Temen un recorte en las pensiones, en primer lugar. Actualmente, formando parte de la UE, se aplica un incremento anual, destinado a compensar la inflación, a todas las pensiones públicas británicas que se cobran en España o cualquier otro país de la UE. Nadie ha dicho claramente que esa norma se mantendrá cuando Gran Bretaña culmine el proceso del adiós.

La sanidad, en segundo lugar. Dado que se trata de un colectivo con más necesidades sanitarias por razones de edad, sitúan esta cobertura entre sus prioridades de residencia mediterránea. Como miembros de la Unión Europea disfrutan de la misma atención que un nacional, pero el temor a perderla se han instalado también en el colectivo.

Las cifras

La tendencia de fuga aviva el ritmo, aunque en verdad comenzó en 2013, en plena crisis, cuando la fortaleza de la libra les permitió sortearla mejor que a muchos españoles. Ese año estaban empadronados 4.086 británicos en la Isla. El año pasado, la cifra cayó a 2.183, casi la mitad. La estadística muestra un descenso progresivo en los tres años intermedios (3.203; 2.972 y 2.693 respectivamente).

El movimiento de retorno que se está registrando en los últimos meses consolida una tendencia de descenso de la población británica que hace solo diez años era migración inversa con tendencia sostenida al alza.