Mascotas no. Gatos y perros, pero más estos últimos, son excluidos en los contratos de alquiler. Sus dueños tienen una dificultad añadida a los altos precios para hallar una vivienda | Gemma Andreu

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Los cada vez más altos precios que se piden por los alquileres en Menorca no son el único obstáculo con el que se encuentran aquellos que buscan vivienda. Cuando hay una mascota de por medio (perro o gato, aunque los primeros lo tienen peor, incluso en casas sin muebles), la tarea de encontrar piso se vuelve una misión casi imposible que se puede prolongar años, o que obliga a pagar aún más.

No se puede establecer una relación directa entre la falta de pisos de alquiler que admitan animales de compañía y el número de abandonos, según la responsable de la Protectora d’Animals de Maó, Joana Carreres, convencida de que quien quiere a sus animales «no es capaz de dejarlos en una perrera» y busca sin descanso opciones, «pero el problema del alquiler es real, está ahí, parece que hay inquilinos de primera y de tercera», añade.

Las inmobiliarias lo confirman: cada vez más propietarios estipulan en los contratos que no se admiten mascotas. Y como la demanda es elevada y los pisos a un precio asequible vuelan, «por menos de 500 euros al mes hay muy poca cosa y con patio aún está peor», comenta una agente, los arrendadores pueden darse el lujo de elegir. Perros y gatos pierden. Incluso pagando dos meses de fianza o contratando un seguro de responsabilidad civil: el filtro de la mascota reduce drásticamente la oferta de viviendas.