Laura, que huye de las ciudades, valora especialmente de Menorca el poder vivir en el campo. | Javier Coll

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La ficha

Nacida el...
— 6 de enero de 1977, en Montevideo, Uruguay.

Actualmente vive en...
— Trebaluger, Es Castell.

Llegó a Menorca...
— En 2003, aunque sus planes para vivir en Europa apuntaban a Holanda.

Estudios
— Licenciada en Musicología.

Profesión
— Música y profesora.

Su lugar favorito de la Isla es...
— Son Parc, un sitio especial porque fue «donde eché mis primeras raíces en la Isla».

Cuando decidió emprender una vida lejos de su Uruguay natal, Laura tenía puesta la vista en un punto muy concreto del mapa, Amsterdam. Sin embargo, su mejor amiga de la infancia, casada con un menorquín, le dijo que éste era «el sitio perfecto para mí, y así fue, llegué y me enamoré de la Isla», relata.

Todo un acierto por parte de su amiga.
—Sí, aunque hay que decir que es perfecto por un lado, pero no por otro; me refiero a que la parte del desarrollo musical aquí es un poco más complicada. Pero en calidad de vida y lo que a mí me gusta de ella, Menorca lo tiene todo.

¿Por qué razón decide dejar su país?
—Yo soy músico profesional, había acabado la carrera en el conservatorio superior y creí que en Uruguay no me quedaba mucho más por hacer. Es un lugar demasiado limitado en ese sentido para los planes que tenía. Y esa fue la razón por la que vine a Europa, ya que también tenía planeado completar mis estudios en Alemania, como hice después de instalarme en Menorca, para seguir trabajando mi desarrollo musical.

Sacó buen provecho al viaje.
—Sí. La ventaja es que en Menorca se está suficientemente cerca de Europa y también lo suficientemente lejos, aquí el equilibrio es perfecto. Es un lugar que me ha permitido tener mucha movilidad para seguir adelante con mis proyectos, hacer cursos, tocar, salir de gira.

¿Ha encontrado su refugio en Menorca?
—Sí, la Isla tiene la ventaja para mí de que yo ya no quería vivir más en grandes ciudades después de Montevideo; no soy una persona de ciudad, de hecho aquí tampoco he vivido nunca en los pueblos, siempre en el campo o en la costa, aunque gran parte de mi vida se desarrolla en Maó. Estando en Menorca me ha dado cuenta de que con el tiempo no me hubiera visto viviendo en ciudades como Amsterdam, que era mi primera opción. Me encanta vivir aquí y me encanta la gente; esta es mi casa porque ya llevo casi la mitad de mi vida viviendo aquí. Me siento súper cómoda, hablo el menorquín perfectamente y tengo mi familia escogida aquí.

¿Considera que Europa y América son dos lugares muy diferentes para su profesión?
—A nivel musical, dependiendo del lugar, puedes desarrollar más o menos cosas; y lo que yo quería hacer en Uruguay era prácticamente imposible. La opción era caer dentro del rollo de la música de allí, que no tiene nada que ver con el de aquí, en mi país es menos abierto, y yo quería tirar por el mundo de géneros como el blues o el jazz; en Uruguay hay campo pero es bastante restringido. No hay que olvidar que es un país muy pequeño y todo se desarrolla en Montevideo, y al final termina pasando que no haces una carrera, las opciones eran ser profesora de universidad o conservatorio, que no es lo que yo quería, porque a mí lo que me gusta es tocar, el contacto con la gente, estar en los escenarios. Me apetecía salir y ver otras cosas. Desde el sur, lo que es el mundo del norte se ve muy diferente.

¿Cómo fue su adaptación a un lugar tan diferente como éste?
—Perfecta. Me adapté muy bien al día a día. Enseguida contacté con un montón de gente, muy pronto me puse a trabajar dando clases de música a niños. Cuando llegué, hace casi 16 años, aquí no había mucho profesional digamos, si que había muchos músicos pero no a nivel docente. Por aquel entonces yo ya estaba metida en otros proyectos que sigo desarrollando aquí, el de Paisaje Sonoro Mundial con gente de todo el mundo.

¿En qué consiste?
—Pues es un proyecto muy interesante que comenzó en los años 70 con Murray Schaffer, un músico alemán-canadiense que empezó a desarrollar una disciplina que consistía en hacer grabaciones de todas partes del mundo a partir de paisajes sonoros naturales, que es en lo que yo me especialicé, y también los paisajes sonoros culturales, es decir, las distintas vidas de la gente por todo el mundo, tanto el aspecto musical como el cotidiano. Y eso implica desde salir a grabar una calle, un mercado, una escuela o cualquier otro sitio; y eso es lo que estoy haciendo en Menorca, una cartografía sonora de la Isla.

Bonito proyecto.
—Sí, lo estoy haciendo por mi cuenta porque no hay fondos para subvencionarlo, con una grabadora parecida a con la que se está grabando esta entrevista y un micrófono. Es un campo en el que vengo trabajando desde que comencé la carrera. En el caso de Menorca resulta interesante ver cómo ha cambiado la sonoridad de la Isla.

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¿A qué suena Menorca?
—Depende de la época del año. Pero Menorca suena a contraste; el sonido que más me gusta de la Isla es el viento, es una pasada, salgo mucho a grabar en la costa y es alucinante, he encontrado respiraciones de las rocas increíbles. El idioma y las diferentes formas de hablar es otra cosa que me resulta muy interesante a nivel sonoro. Es curiosos que en pueblos con tan pocos kilómetros de diferencia se hable de forma tan diferente, no solo en lo que se refiere al acento sino también a las palabras.

¿También se dedica a la docencia?
—Sí, he trabajado en colegios dando clases a niños y también particulares; aunque ahora imparto lecciones más a gente adulta y músicos. La verdad es que mi faceta musical me lleva bastante tiempo, participo en varios grupos y en los veranos voy a saco.

¿Cuáles son esos proyectos?
—BlueFoxy es mi proyecto más personal, pero también tengo un dúo de jazz, The Big Blues Theory; otro dúo más pop-rock-jazz con Felipe Ortiz y otro grupo de rock electrónico de Maó, Naughty Noise.

¿Cómo está lo de ganarse la vida con la música como profesional?
—Cuando uno sale a tocar no es una cuestión de los estudios que tengas detrás; es lo que des a la gente; mientras toques y hagas música da igual.

¿Me refiero a si es fácil?
—Creo que ahora aquí hay más campo para ganarse la vida con la música que en la Península. Tal vez uno no se puede dedicar a tocar los que estrictamente más le gustaría, por que en verano hay que adaptarse a lo que te piden, por ejemplo en los hoteles, pero aquí se paga mejor. Aquí uno toca y cobra, en la Península es más complicado y además han bajado muchísimo los cachés y hay más competencia.

¿Cómo empieza su historia con la música?
—Mi padre era músico aficionado, guitarrista, y yo aprendí a tocar la guitarra con él desde chiquita imitándole. Cuando tenía ocho años fue mi madre la que dijo que tenía que comenzar a tomar clases. Al finalizar mis estudios en el instituto llegó la hora de decidir qué carrera quería hacer al principio y pensé en licenciarme en Antropología, pero mi profesor de guitarra en ese momento me dijo que se abrían las pruebas para la Escuela Universitaria de Música; todo parecía complicado, mucha gente para pocas plazas, pero decidí probar sin ninguna esperanza y entré, y ahí me cambió la vida completamente. Y me dije ésta es mi profesión.

Uruguay, corríjame si me equivoco, es un país del que se suele hablar bastante poco. ¿Qué me cuenta de su música?
—Somos un país que estamos muy determinados por Argentina. La mayor parte de los uruguayos que quieren vivir del arte se van a ese país. Pero la música de Uruguay es interesante, tenemos nuestro folklore y también nuestra música africana; fue un país esclavista, y uno de los primeros en terminar con la esclavitud, y los africanos tuvieron un lugar preponderante, muy importante, y determinaron la música, sobre todo en la ciudad. Estamos hablando del candombe, que es un palo de la música africano, ése es un poco nuestro signo característico, música de tambores, un ritmo que determinó nuestra música popular.

¿Qué es lo que más valora de la vida la Isla?
—La tranquilidad, lo primero; luego la comodidad… y también el mar, para mí es lo mejor de esta Isla. Me gusta mucho la gente de aquí, es súper amable, abierta y te adoptan muy rápido; me sentí muy acogida desde el principio, he hecho millones de amigos aquí y son todos increíbles. Me gusta la lengua y hablarla e integrarme. Me he sentido muy cómoda desde el principio.

¿Y lo que menos le gusta de vivir aquí?
—El tema del transporte; estamos muy puteados con la cuestión vuelos y barcos. Ese es el precio de vivir aquí y lo pago las veces que haga falta. Tengo aquí una vida que no tendría en otra parte. Siempre he dicho que de aquí me van a sacar con los pies por delante, aquí me quedo. De hecho, cuando salgo de la Isla a la semana ya me quiero volver.