El tiempo y la experiencia han llevado a Christine a ponerse al frente de la cocina del restaurante gallego que desde hace 23 años regenta en Maó junto a su marido, José Sexto | Javier Coll

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La ficha

Originaria de Plymouth, Inglaterra

Nació el 8 de diciembre de 1960.

Actualmente vive en Maó.

Llegó a Menorca el 5 de noviembre de 1981, «una fecha señalada en mi país: la noche de Guy Fawkes»

Profesión: cocinera en restaurante gallego Can Sexto de Maó, que regenta junto a su marido, José Sexto Quintela.

Su lugar favorito de la Isla es: siempre que puede, le gusta disfrutar de un paseo por la playa de Binibeca.

Cuando partió de casa su padre vaticinó que la aventura en España no duraría más seis meses, pero desde entonces ya han pasado 37 años y no parece que Christine tenga intención de regresar a Inglaterra. Una aventura que comenzó en Benidorm, donde conoció a su marido durante unas vacaciones, y que en el futuro apunta a tierras gallegas.

Viajó por ocio y eso le cambió la vida por completo.

—Sí, con rumbo a Menorca, donde destinaron a mi marido para trabajar en un hotel, aunque en un principio esta previsto que viajáramos a Suiza para trabajar. Y aquí nos plantamos en pleno invierno, en Cala en Porter.

¿Cómo era la Menorca del 81?

—Diría que mejor que la de ahora (risas). Aunque en Cala en Porter por aquel tiempo había pocas cosas, donde ahora hay hoteles antes había campo. Cuando llegué fue un lugar que me gustó, aunque muy distinto si lo comparamos con la vida que llevaba en Inglaterra. Esto es mucho más tranquilo. El problema era que al principio no hablaba nada de español, y eso fue un poco difícil. La verdad es que me adapté bien, con el tiempo comencé a trabajar y así fue como empecé a entender el castellano.

¿Llegaron un poco por casualidad pero han pasado aquí media vida?

—La vida va evolucionando y te marca el camino. Después de Cala en Porter nos fuimos a trabajar a Son Bou, y de allí nos surgió la posibilidad de abrir nuestro primer negocio en Cala Galdana, donde regentamos una coctelería y después una discoteca. Pero claro, aquello era siempre un trabajo de temporada y pensamos que era mejor estar activos todo el año, así que abrimos en Maó el restaurante gallego Casa Sexto, que ya tiene 23 años.

¿Cómo da el salto a la cocina?

—Ya en Cala Galdana preparaba algunos platos tipo inglés, y en el restaurante la intención inicial no era ocuparme de los fogones, pero como resultaba complicado encontrar a la persona que queríamos me puse yo al frente. Me enseñó muchas cosas una cocinera de aquí, Sara Triay, y luego aprendí la cocina gallega yendo a la tierra de mi marido. Poco a poco fui aprendiendo.

¿Qué es lo que más le gusta de la cocina gallega?

—Me gusta que es una comida que no está disfrazada, es natural, con productos de buena calidad; ves lo que vas a comer, no sé si me explico. Lo nuestro es casero, nos preocupa la calidad, la presentación y la cantidad.

¿Cuál es el plato que mejor le sale?

—El pulpo es uno de nuestros platos estrella. Pero también me sale muy bien la caldereta de langosta, que no es gallega (risas).

Veo que tiene incluso acento gallego cuando habla

—Pues no lo sé, aunque sí que entiendo el gallego, y veo la tele en esa lengua. Me gusta. El menorquín también lo entiendo, pero no lo hablo. Hay que decir que la vida que llevamos está muy marcada por el restaurante, no queda mucho tiempo libre, y eso hace que no tengamos tanto contacto social más allá del que tenemos con la clientela. Tenemos un trabajo muy absorbente.

¿Qué es lo que más le gusta de la vida que tiene aquí?

—Que sea un lugar seguro para vivir y la tranquilidad que hay, el clima también, si exceptuamos el viento, aunque parece que cada vez las tramontanas duran menos tiempo. Me gusta que la gente es muy amable aquí.

Y lo que menos...

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—Pues el problema de poder salir, especialmente en invierno. A lo mejor, aunque no tengo mucho tiempo libre para hacer cosas, sí que echo de menos una mayor oferta cultural.

Después de tanto tiempo viviendo fuera de Inglaterra, ¿de dónde se siente?

—Mi frase de siempre es que soy inglesa con corazón gallego, más que menorquín. Creo que es porque he tenido más contacto con la vida más gallega en realidad; antes, cuando solo trabajábamos en temporada los inviernos nos íbamos a Galicia.

Y en esa ecuación, ¿qué papel juega Menorca? ¿Qué ha supuesto la Isla en su vida?

—Aquí he pasado los mejores años de vida. Ahora que me hace esa pregunta me doy cuenta de que es algo que uno no se para pensar en el día a día. Es difícil de responder, pero diría que durante todos estos años ha sido mi hogar.

¿Qué le gusta de Galicia?

—Para mí es la combinación de dos cosas: el clima de Inglaterra y su campo con la cultura española. Es un lugar que estando al lado de la costa me trae muchos olores de mi pueblo.

Tengo entendido que en el futuro sus planes pasan por esa tierra, ¿cierto?

—Sí, aún no tenemos fecha, pero iremos cuando nos jubilemos. He escogido Galicia como mi tierra (risas). La verdad es que no voy mucho a Inglaterra, la última vez fue hace tres años y a Galicia hace casi diez.

Volviendo a la gastronomía. Hemos hablado de la gallega y la menorquina, pero qué me dice de la inglesa, ¿por qué es tan poco conocida?

—La cocina tradicional inglesa está buena cuando está bien hecha. Creo que lo que ha pasado es que Inglaterra es un país que ha recibido mucha gente de fuera y eso ha llevado a que la gastronomía local haya quedado tapada. Hay que decir que la cocina de mi país es bastante sencilla, no incorpora especias ni vinos, tiene sabores más naturales. La cocina bien hecha es buena, pero la que se vende hoy día es toda prefabricada, no tiene nada que ver con la antigua.

¿Qué me dice de un plato tan popular como el fish and chips?

— Pues que bien hecho, con un pescado fresco, está muy rico. Digamos que podría ser como un pescado frito andaluz. Hay que regresar a la comida más natural y tradicional. Creo que en Inglaterra gracias a los programas de televisión la gente ha vuelto a cocinar algo más que antes. En mi país, eso de llamar por teléfono para que te traigan la comida a casa está a la orden del día.

Un modelo cada vez más en auge en las grandes ciudades a través de plataformas, aunque no se dejan notar todavía en Menorca más allá de la entrega de pizzas a domicilio. ¿Cómo ve esa tendencia?

—Lo bueno es que la comida que llega a las casas tiene que salir de un restaurante también. Hay que saber ver la parte positiva. Creo que los restaurantes tendrán que adaptarse a la nueva situación. Las costumbres han cambiado a raíz de la crisis, ahora se come más en casa.

¿Cómo está el sector de la restauración en la Isla, se puede decir que la crisis ha quedado atrás?

—Nosotros funcionamos con turismo nacional, y cuando éste sube lo notamos mucho. Pero como siempre, el problema está en que la gente pueda llegar. Por ejemplo, los inviernos en los que Ryanair tenía un vuelo a Madrid se notaba mucho en los fines de semana; cuando acabó Spanair lo notamos mucho igualmente. También fueron muy buenos tiempos cuando el equipo de basket estaba en primera división.

Tal y como están las cosas, y con la temporada que acaba de empezar, hay una pregunta obligada. ¿Qué me dice del Brexit? ¿Qué cree que va a pasar?

—No creo que vaya a afectar mucho al turismo; el turismo en España estaba antes de que entrara en el Mercado Común y se vivía de ello. Es como todo, donde hay dinero de por medio, se buscará una buena solución. Me imagino que una será que se decida que en España los ingleses no necesite el visado para entrar como turista, como funcionaba antes. Para la gente que estamos aquí como yo, no sabemos muy bien qué va a pasar, pero espero que después de tantos años aquí, donde he pagado mis impuestos, imagino que mis derechos no estén afectados. Otro caso diferente en el que hay que ver qué pasa es el de los pensionistas ingleses que han venido a vivir aquí.