Sebastián Fábregas, Manolo Cabezas, José Bosch, Eva Cardona y Pere Mercadal en la mesa de debate sobre la situación de la pesca y la fauna marina. Al fondo, Rebeca Morris, directora de la Fundación para la Preservación de Menorca, que moderó las intervenciones en Ca n’Oliver | Javier Coll

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Establecer vedas sobre determinadas especies de pesca, la opción favorita de quienes practican esta actividad, frente a la delimitación de reservas marinas, como las ya existentes en Fornells y Sant Lluís, o combinar ambas cosas. Todas las posibilidades fueron objeto de debate en la primera jornada del ciclo de charlas Diàlegs davall s’aigua, organizado por el Institut Menorquí d’Estudis (IME), la Estación de Investigación Jaume Ferrer y la Fundación para la Preservación de Menorca. El pasado miércoles en Ca n’Oliver dialogaron todos los que actúan en el mar, bien por su actividad profesional o recreativa, tras la presentación de los datos científicos del estado de las poblaciones de peces vulnerables a la pesca en la Illa de l’Aire y el área marina del parque natural de S’Albufera des Grau, así como el seguimiento de la Reserva Norte.

Los trabajos fueron expuestos por María Elena Cefali, del Centre Oceanogràfic de Balears-Instituto Español de Oceanografía, y Eva Marsinyach, del IME-Observatori Socioambiental de Menorca (Obsam), y lo que constatan es que existe una población alta de peces en la Illa de l’Aire, que tienen mayor tamaño que los censados en el parque de Es Grau pero que, en ambos lugares, no alcanzan las tallas máximas teóricas de cada especie ni la de madurez sexual para su reproducción. En la Reserva Norte se comprueba un descenso de biomasa en 2017 (año en el que se retoman los estudios desde 2011) y tampoco se encuentran peces adultos de tallas que denoten su madurez, «son individuos que no se han reproducido aún», afirmaron las investigadoras.

Inmaduros para reproducirse

Las investigadoras concluyen que la talla media de los peces vulnerables a la pesca (mero, sargo, pargo, verderones entre otros) y por tanto con valor económico, ha disminuido, y éstos no llegan a la madurez sexual. Si bien es cierto que los muestreos se realizaron a profundidades de unos 15 metros en algunas zonas y entre 20 y 25 metros en otras, se considera que debería haber ejemplares adultos en ese rango.

Frente a este hecho tanto el OBSAM, la Estació Jaume Ferrer y la Fundación para la Preservación como los pescadores profesionales y recreativos están de acuerdo en que hay que poner más medios para controlar los recursos pesqueros pero hay diferencias en torno a las figuras de protección. Y sobre todo los actores en el medio marino, como las asociaciones Tots Pescam, Amesub y cofradías, reclaman que se les tenga más en cuenta y sean consultados a la hora de realizar este tipo de estudios.

La discrepancia surge en torno a la figura empleada para proteger los recursos marinos. Mientras las investigadoras de Obsam y el IEO defienden las reservas marinas, y ven idónea la reciente declaración de la Illa de l’Aire, lo que pescan desde hace años, ya sea bajo el mar, con caña o en barca, creen que sería más efectivo establecer vedas de pesca sobre las especies vulnerables en épocas de cría, para que no se pudieran pescar ni vender, o incluso hacer que las reservas rotaran y cambiaran las zonas protegidas.