El déficit de lluvia durante todo el año ha dejado los pastos arrasados y sin alimentación para el ganado | Manolo Barro

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El verano siempre ha sido época de subsistencia para los payeses, que utilizan las reservas de forrajes (almacenado en forma de bala) que recogieron a finales de año para alimentar al ganado hasta que inician de nuevo la campaña (agosto) y vuelven a recogerlo (noviembre).

El problema ha sido esta temporada el déficit de lluvia que se ha registrado en la Isla durante todo el año y en especial durante la primavera, que ha avanzado todo el ciclo.

En un año con una media de precipitaciones estable, los payeses pueden utilizar sus propios forrajes hasta la llegada del verano. Cuando empiezan los meses más secos y calurosos es cuando se recurre a las reservas que suelen aguantar durante toda la temporada estival hasta que se empieza a sembrar de nuevo y, unos meses más tarde, a crecer los forrajes, que se reparten entre alimento y reservas.

Sin embargo, si entre junio y marzo suele llover unos 105 litros por metros cuadrado, este año apenas se han alcanzado los 50. De ahí que la mayoría de fincas menorquinas hayan recurrido a los provisiones antes de lo habitual y, ahora, ya las hayan agotado.

Cuando esta situación ocurre, la única alternativa es comprar los forrajes de la Península, una operación excepcional que encarece los costes de producción para los payeses. «Ahora nos encontramos con tierras secas y sin reservas y tenemos que comprarlo todo», explica el presidente de la Federación de Agrícola y Ganadera de Menorca (Fagme), Pau Bosch.

En este sentido, Bosch remarca que los precios vienen ya marcados en función de las precipitaciones registradas en la misma Península y que este año los precios son desorbitados. «En la Península ha habido sequía y la alta demanda hace que estemos comprando a unos precios que asustan», señala y concreta que están pagando casi 300 euros por la tonelada de alfalfa y casi 200 por la de paja.

Por otra parte, recuerda que el pienso es una compra que ya entra en sus planes y que se utiliza como complemento por los minerales y vitaminas que aporta al ganado. «En cambio cuando hay que adquirir el forraje que es el gran volumen de lo que come la vaca, los costes se disparan», asegura Bosch.

Por otra parte, la falta de pasto en las tierras provoca una bajada en la calidad de alimentación de las vacas que ya no pueden ingerir nada verde mientras pastan, lo que conduce a la reducción de su productividad y, por lo tanto, a una reducción de la cantidad de leche que producen. «Con la sequía el pasto en las parcelas se acaba pronto y cuando las vacas dejan de pastar, van reduciendo su producción», señala Bosch. Así, la mentalidad, ahora es diferente. «Hemos pasado de una alimentación de producción a una de subsistencia. Procuramos que no pierdan peso y que estén bien y salvamos la situación como podemos», describe.

Antes estas circunstancias, la secretaria general de Unió de Pagesos de Menorca, Margarida Llambias apunta que tan solo queda «reducir animales y bajar la producción o comprar todo el alimento», una opción que descarta por encarecer demasiado los costes sin poder tener beneficios. «Sales perdiendo», lamenta. Otra cosa sería que el precio de la leche subiera. «Hace muchos años que la leche la cobramos al mismo precio y muy por debajo del que se cobra en Mallorca», dice. Donde se paga 3 o 4 céntimos más cara que en la Menorca. «Una subida del precio sería muy positivo para todos», recalca.

Por su parte, al presidente de la Asociación de Empresarios de Explotaciones Agrarias de Menorca (Agrame), Luis Nadal de Olives, le preocupa que ante esta situación ya «preocupante» no haya ningún síntoma que indique que las cosas vayan a mejorar pronto. «Quizás los más preocupante es que uno no ve que parezca que vaya a empezar a llover pronto», reflexiona.

Como excepción, cabe destacar que algunas fincas con tierras más buenas y profundas todavía pueden subsistir sin comprar.