Sebastià Rotger, sociólogo y periodista, autor del estudio pionero sobre el suicidio en su despacho de trabajo en Ferreries | S.M.C.

TW
6

El sociólogo y periodista Sebastià Rotger Barber afronta en este ensayo el suicidio abiertamente, con datos de la situación para comprenderlo desde la consciencia del enorme sufrimiento personal y el dolor que provoca en el entorno. En España, cerca de 3.600 personas cada año deciden quitarse la vida, 78 en Balears; con una media en Menorca de 8 fallecimientos por suicidio, que es la primera causa de muerte no natural en la última década.

La condición e interés de sociólogo de Sebastià Rotger ha permitido una aproximación desde esta faceta humanística, siguiendo la tradición sociológica francesa de que la enfermedad mental no es la única causa, sino que existe una pluralidad causal, en la que inciden además de factores psicológicos, factores culturales o sociales. Las causas estarían también, por tanto, en la sociedad, y desde esta idea, corresponde al sociólogo identificar la etiología social del suicidio, lo cual justificaría el compromiso del autor con este tema, rastreando entre diferentes corrientes de pensamiento, desde Rousseau o Spinoza, a Habermas o Fromm, y con una mirada al origen de las estructuras y lazos sociales. Desde este concepto, el suicidio variaría en razón inversa al grado de integración de los grupos sociales de los que forma parte el individuo. La sociedad, tal y como está creada, con sus altas dosis de individualismo, exigencia o coacción, «podría llevar al individuo a la renuncia colectiva o al cansancio exasperado cuando esta pide al hombre más de lo que este le puede conceder».

La idea de que la historia de la humanidad es la pérdida de autonomía personal, por otro lado, está explícita en la dedicatoria que hace el autor a su nieto y a sus congéneres: «Para que la convivencialidad no agote sus libertades individuales». Más hoy, con el panoptismo, las nuevas formas de control social, a partir de algoritmos digitales, que van en detrimento de estas parcelas, tal y como queda apuntado en el libro.

El comportamiento suicida

La constancia en el compromiso social de Sebastià Rotger, con toda una vida dedicada al periodismo, explica el trabajo minucioso de año y medio de recopilación de datos para ofrecer este estudio sobre el comportamiento suicida desglosado (en años, sexo, edad, estado civil o método utilizado) en cada Isla, en su comunidad. Los datos más antiguos sobre autolisis en Menorca están en el primer tomo de la obra magna dedicada a la Isla del archiduque Luís Salvador de Austria, que recoge los juicios por suicidios celebrados en Maó en el sexenio 1878-1886: entre 4 y 7 cada año, con una población de unos 38.000 habitantes.

No hay datos posteriores hasta 1915, con el estudio que los sociólogos catalanes Joan Estruch y Salvador Cardús realizaron en Menorca desde 1915 hasta 1975, con una tasa de 15,5. Por zonas, Llevant concentraría el 84 por ciento de las muertes autoinfligidas, mientras que en Ponent representa el 16 por ciento. Estas desigualdades por población se ven en Ferreries, con una tasa de 4,8, en claro contraste con los datos de Sant Lluís, 29,5. La distribución tan irregular del suicidio en Menorca y la similitud de tasas con Mallorca e Eivissa (aquí, incluso superiores) o con comunidades como Andalucía, La Rioja o Aragón, rompería la idea del viento de tramontana como factor causal (ya «que el viento sopla igual en toda la Isla», se arguye de forma irónica en el ensayo). Y tampoco lo serían la insularidad o la endogamia, que, precisamente, no tiene en la zona de Llevant el paradigma, puesto que aquí ha habido históricamente más migraciones.

El comportamiento suicida en la Isla, en lugar de idiosincrásico, como particularidad del temperamento y del carácter isleño, respondería más bien a la tendencia universal en la conducta de los seres humanos desde tiempos pretéritos. Y combatirlo, hoy, en sus causalidades sociales, pasaría por una profunda transformación del sistema educativo, «donde queden sustituidos los estímulos que en las aulas exacerban el individualismo y la competitividad por otros valores de lineamiento ético y moral; para que cumplir con las responsabilidades personales y los compromisos sociales no sea percibido como una coacción, sino como una virtud de alta densidad personal o ciudadana», concluye Rotger.

Sobre el mito en torno al trabajo periodístico, tal y como lo describe en el prólogo el catedrático de esta disciplina Juan Cantavella, no hay un estudio que refleje claramente que silenciar el tema es positivo, evitando el efecto contagio. Lo que sí parece, añade, es que informar mal o de forma sensacionalista puede ayudar a quienes muestran esa propensión a ejercer conductas imitativas.

Como anécdota del trabajo, destacar la barrera que ha supuesto para el autor la denominada ley de secreto estadístico para ofrecer un análisis más de tipo socioeconómico al reflejar el comportamiento del suicidio en los individuos de Balears, en línea con lo que Juan José Pons Izquierdo, investigador de la Universidad de Navarra, deja escrito en el epílogo al alabar este trabajo empírico y la fidelidad social, aún en el estado de salud quebrantada, de Sebastià Rotger.