Palmeral de una zona comercial de Cala en Bosc con más de una docena de ejemplares muertos por el ataque del picudo | Josep Bagur Gomila

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En 2017 se ofrecieron los últimos datos sobre la mortandad de palmeras en la Isla. Eran 552 ejemplares. Los técnicos y profesionales de la jardinería que han mantenido contacto con el desarrollo de la plaga del picudo rojo calculan por lo bajo que desde entonces se ha duplicado la cifra.

El seguimiento sobre el avance del picudo rojo, causante de la plaga que mata las palmeras, acabó en 2018 y desde entonces cada propietario es responsable del tratamiento y salud de estos ejemplares. Ese año la Unión Europea, a la vista de que la plaga había alcanzado tal extensión que resultaba incontrolable, derogó la declaración de interés público que había aprobado para el combate de la enfermedad.

Se recomendó entonces que la administración, en el caso de los espacios públicos, y los particulares, en sus respectivas propiedades, se hicieran cargo del control. El Consell, que había coordinado los trabajos de contención de la plaga y había asesorado a los particulares y profesionales sobre los tratamientos adecuados, aplicó las directrices europeas, que consideran que se trata de una especie no autóctona.

La presencia del picudo rojo en ejemplares de la Isla fue detectada el 8 de octubre de 2013. A Valencia había llegado en 2004, a Catalunya en 2005 y a Mallorca en 2006. En la fecha de la aparición se reguló la importación de plantas de palmera, pero nada detuvo ya al picudo rojo que, en el caso de Menorca, empezó por la zona de levante y en pocos meses había colonizado toda la geografía insular.

Los tratamientos intensivos que se realizaron en los focos detectados durante los primeros años, financiados por la administración autonómica, frenaron pero no detuvieron el azote. El rastro es perceptible en los troncos desnudos de palmera dispersos por toda la Isla o en aquellos que se han podrido y derrumbado.

«Si no se realizan tratamientos, el picudo sigue avanzando», advierte un técnico, quien precisa que los productos más eficaces han sido retirados por la administración europea por contener elementos cancerígenos y los autorizados solo pueden ser aplicados por profesionales.

En medio de la desolación que transmiten las palmeras muertas, los ayuntamientos dedican una partida a combatir la plaga, que afecta a todo tipo de palmera. La canaria, que es también las más común en Menorca, resulta la más vulnerable al insecto y la que más ha sufrido el impacto.

La palmera dactilera y la washingtonia, frecuentes también en el paisaje urbano y en los jardines particulares de la Isla, han resistido mejor el ataque del picudo rojo, si bien se ha registrado tambien algún caso puntual.