La fortaleza de la Mola de Maó. | David Arquimbau Sintes / Efe

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La fortaleza de la Mola de Maó aguarda los primeros turistas de la temporada, pero no fue siempre así. Su historial militar a causa de su ubicación estratégica la llevó a convertirse en una penitenciaria, para posteriormente erigirse como uno de los símbolos del servicio militar obligatorio, que este martes cumple 20 años de la aprobación del decreto de su suspensión.

La leyenda de la Mola por su pasado como penitenciaria militar e historial de muertes y ejecuciones en las diferentes épocas convulsas anteriores, provocó que muchos jóvenes españoles fuesen reticentes a realizar su prestación en la fortaleza, tal y como explica quien fue cabo primero profesional durante 29 años, Francisco Fábregas Pons.

Foto: David Arquimbau Sintes / Efe
Foto: David Arquimbau Sintes / Efe

«Venían muchos jóvenes del interior de España que no sabían ni que existiese Menorca, eran otros tiempos y les impresionaba su edificación. Corrían historias sobre la Mola y tenían miedo porque la referencia que había entonces era de un centro de ejecuciones, y creían que era el peor destino posible», ha señalado a Efe.

«Es impactante ver cómo después de varias décadas todavía se conservan grabadas en sus paredes inscripciones de reclutas, inmortalizadas en forma de grafitis», ha añadido.

Fábregas estuvo al frente de la oficina de apoyo al personal y atendió las necesidades de los cientos de reclutas. Recuerda que en los años 80 y 90 los reemplazos en la isla se situaban alrededor de los 800 militares «sin contar mandos», y que la mili se podía realizar en diferentes municipios de la isla.

«Menorca fue un destino muy importante para la prestación del servicio y prueba de ello es el legado de cuarteles y patrimonio militar que todavía hay. Ciudades como Mahón o pueblos como Es Mercadal y Es Castell vieron pasar a cientos de reclutas. También la isla se destacó por las baterías costeras de Faváritx, Llucalari y Son Olivaret», ha indicado.

Foto: David Arquimbau Sintes / Efe
Foto: David Arquimbau Sintes / Efe

Como consecuencia del auge de la mili, Fábregas explica que se construyó la base militar de San Isidro con un claro objetivo: «En un principio nos dijeron que tendría capacidad para más de 3.000 hombres, aunque al final se quedó en unos 1.400».

Además, el destino Menorca para hacer el servicio militar enriqueció también a los negocios autóctonos: «Se notaba especialmente en los pequeños pueblos, especialmente los fines de semana en hostales y casas particulares. En Maó, prueba de la importancia económica, es que cuando finalizó la prestación obligatoria cerraron supermercados, estancos, así como otros pequeños comercios», ha reconocido.