El 8 de julio de 1928 se inauguró en Monte Toro el monumento en honor a los caídos.   

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En lo alto de Monte Toro, el monumento erigido en 1928 recuerda a los 57 menorquines muertos o desaparecidos en la Guerra de Rif, o segunda Guerra de Marruecos. Una contienda que se prolongó entre 1909 y 1927, y a la que fueron enviados miles de soldados españoles, entre ellos, un millar procedentes de Menorca.

El próximo día 22 se cumplirán cien años del Desastre de Annual, la batalla entre España y Marruecos de peores consecuencias, pues murieron más de diez mil hombres. Una fecha que el Consell quiere recordar con un homenaje a las víctimas de aquellos enfrentamientos. Se han organizado varios eventos. El primero, el mismo 22 de julio frente al monumento de El Toro, para el cual se hace un llamamiento popular para que puedan participar los familiares que cien años atrás hubieran perdido a algún ascendente. Será un acto que incluirá una ofrenda floral i una actuación musical por parte de la Orquestra de Cambra Illa de Menorca, además de intervenciones del historiador Miquel Àngel Casasnovas y de las autoridades insulares.

El segundo acto, al día siguiente, consistirá en la proyección y posterior coloquio sobre la película «Blocao» del director mallorquín Pere March Torrandell, que narra la historia de un batallón de Inca que es movilizado en 1924 para ir a luchar a Marruecos.

Enviados a morir

Según fuentes del propio Consell, un contingente de más de 800 menorquines del segundo batallón del regimiento de infantería número 63 de Maó, fueron desplegados en 1923 por tierras del Rif. No eran los primeros soldados procedentes de la Isla. Anteriormente, un grupo ligero de artillería de Es Castell, formado por 128 combatientes, había partido hacia Marruecos en septiembre de 1921, y el diciembre de ese mismo año, también zarpó la segunda batería expedicionaria de la comandancia de artillería de Menorca.

Como apunta el historiador Miquel Àngel Casasnovas, la presencia de soldados menorquines en la Guerra del Rif pudieron ser muchos más, teniendo en cuenta que ya en 1909 fueron enviados dos compañías de infantería. Tampoco hay que obviar que pudieron participar en las batallas jóvenes de la Isla enrolados en unidades de otros puntos del país.

En cuanto a las víctimas, Casasnovas menciona a los 57 que figuran inscritos en el monumento de Dalt el Toro, y en relación al capítulo de Annual, aunque admite que «tengo constancia de la muerte un teniente mahonés», podrían ser más los fallecidos en la más mortífera de las batallas acontecidas entre esos años.

También en relación al perfil de los soldados menorquines enviados a tierras africanas, señala el investigador que era habitual que las familias procuraran evitar que sus hijos fueran enrolados, pagando la salvaguarda. «Eso ya sucedía para que no hicieran el servicio militar, o que en su caso, fuera más corto de lo habitual o fueran destinados a lugares menos desagradables». Así, con más motivo en caso de conflicto, las familias pudientes pagaban y eran las clases más bajas, que no disponían de medios, las que veían como marchaban a una guerra que poco nada tenía que ver con ellos, en un territorio alejado de Menorca, Isla a la cual al menos ese más de medio centenar nunca regresó.