Susana Mora, presidenta del Consell | Archivo

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El equilibrio entre la indispensable actividad turística y lo que implica es el reto que afronta la sociedad menorquina, con el Consell al frente. Susana Mora, presidenta y consellera del asunto, opta por no sacar conclusiones en pleno verano y recuerda que el virus todavía lo determina todo.

¿Qué valoración hace de lo que llevamos de temporada?

—Es pronto, nos gustaría tener turismo también en septiembre y octubre, aunque es complicado. De entrada valoramos de forma positiva el hecho que Menorca haya tenido una temporada turística, porque en junio la incertidumbre era máxima por la pandemia. Se ha demostrado que Menorca está posicionada como destino en su conjunto, más allá del sol y playa porque hemos visto que el turismo valora las puestas de sol, la gastronomía, el legado talayótico… Se nos ha visto como un destino seguro dentro de la pandemia.

¿Sirve de referencia de un cambio de modelo?

—Es un año atípico, no puede ser una referencia para tomar decisiones. No todo es nuevo, julio y agosto se han perpetuado como meses punta, especialmente este año porque no tuvimos mayo y junio, todo se ha concentrado en dos meses. Además, el mercado nacional, que hemos logrado atraer, es muy estacional. Hay un debate abierto a diez años vista, con el Plan Territorial Insular, con la Ley de Reserva de Biosfera, con el plan de movilidad... y uno de los retos es dar pasos hacia la anhelada desestacionalización. Esto supone desarrollar diferentes estrategias en distintos mercados. Estamos en el buen camino, este año han venido turistas holandeses, polacos, suizos, mercados que nos pueden ayudar a desestacionalizar.

¿Pero se percibe un cambio de tendencia?

—Ya lo teníamos antes de la pandemia, el cliente ya venía menos con turoperación y menos días. Este año la gente ha dado más importancia a la seguridad sanitaria, y el hotel más masivo no ha tenido el éxito de otras temporadas. Todo esto se tiene que analizar en frío y ver qué cambios afrontar. Son cuestiones que se pueden aprovechar, por ejemplo, para afrontar una reforma de la planta hotelera de la mano del sector privado, siempre en clave positiva.

¿Los británicos siguen siendo un mercado preferente?

—Sigue siendo un mercado muy importante para Menorca. No se tienen que poner todos los huevos en la misma cesta. No podemos dejarlos de lado, porque además no todos son turistas de todo incluido. Deben entrar en nuestra estrategia de desestacionalización, que acabará llegando por el goteo de muchos años de trabajo.

¿Comparte la sensación de saturación inédita?

—Hemos conseguido lo que durante muchos años perseguimos, un turismo que gaste más. pero han venido todos concentrados en poco tiempo y se mueven más. Ahora hay que lograr que vengan durante más meses. Las sensaciones son subjetivas, relativas. Discrepo de que haya más masificación. Otros años ya tuvimos problemas con determinados servicios y en las playas. Es un año atípico.

¿Desde el sector hotelero ponen el acento en el exceso de oferta ilegal en el alquiler turístico? ¿Falta control?

—Siempre se puede mejorar. Desde 2015 trabajamos en la ordenación de esta actividad. Hicimos la zonificación, con muchos esfuerzos, y hemos reforzado la inspección. No es fácil y, en efecto, hay margen de mejora. Es un trabajo de hormiguita.

¿La limitación en la entrada de coches que incluye la Ley de Reserva de Biosfera se puede aplicar a corto plazo?

—No, más bien a medio plazo. No se puede extrapolar a Menorca el caso de Formentera. Aquí hay puertos que dependen de distintas administraciones y mucha más población. Es más complicado y se tiene que estudiar bien.