Wang en la puerta del restaurante Way con un paquete de las mascarillas con la marca «Salamandra» que fabrica su empresa. | Gemma Andreu

TW
6

No pierde la sonrisa en ningún momento, dice que vive en el mejor lugar del mundo, se siente querido y está tan integrado en la sociedad menorquina que usa el alias Nito Pons para identificarse. Tiene su lógica, la pronunciación de su nombre, Wang, lleva al diminituvo tan común aquí. Hoy es un afiliado convicto de la doctrina del poc a poc, a la que pone dulce acento asiático.

Procedente de una región de la China central, a dos horas en tren de Wuhan, tiene 53 años, está casado con una mujer japonesa y vive en Menorca desde hace 15 años.   

¿Cómo llega y por qué se establece en Menorca?

—La historia es muy simple. Buscamos un sitio para vivir en España, vimos antes Eivissa y Mallorca y elegimos Menorca.

¿Por qué motivo?

—Por «way», que significa destino. Y sabor también.

¿En chino o en japonés?

—En los dos, porque usamos el idioma kanji, que es común, como el latín.

¿Y después de quince años piensan    que acertaron?

—Es el mejor sitio para vivir. Si viajas con frecuencia fuera, y yo he viajado a unos 80 países, ves que no hay comparación. He vivido en Barcelona, aquí puedo conducir a 20 o 30 por hora, en Barcelona es difícil ir a menos de 80 o 120.

¿Se ha convertido a nuestra filosofía del poc a poc?

—Los valores de verdad son la amistad, la confianza, la solidaridad entre personas. Aquí se dan mejor que en China y en Japón. Es importante conocer a todo el mundo y que todos te conozcan también.

¿Todo el mundo le saluda?

—Sí, con el corazón, no por obligación, es un gusto.

¿Venía del mundo de la hostelería y por eso montó un restaurante?

—No. Queríamos venir a vivir aquí y empezamos en un local más pequeño en el puerto con música de piano y buenos precios. Y luego por la inquietud que llevo en mis genes cometí el error de venir aquí, nos hemos desarrollado demasiado rápido y hemos olvidado el valor del contacto entre personas, que es lo más importante.

¿No es más importante que el negocio crezca?

—Sobre el restaurante yo pienso que la gente viene no tanto por comer sino porque es un sitio en el que repetir una experiencia con la familia, los amigos. Es una parte de la vida cotidiana. Si el local es grande, la relación entre personas es menor.

Puede corregirlo recortando.

—Sí, pero conocer el error me ha pasado factura.

Pero un negocio por naturaleza ha de crecer.

—Por una parte, sí, facturamos más, pero si viene mucha gente y quieres ofrecer una atención perfecta estamos en el «quien mucho abarca poco aprieta», no puedes garantizar la misma calidad de servicio.

No estamos acostumbrando a este tipo de autocrítica.

—Mira, en un día de temporada alta pasan mil comensales, muy bien, pero también me ahogan. La gente de aquí me enseña a pensar de nuevo sobre qué es lo más valioso, la buena amistad, la vida simple. Todo el mundo vigila en positivo y te echa una mano por cariño, no por business.

¿Un precio asequible es la clave de la atracción?

—Y la variedad. Tenemos buenos precios y la relación calidad-precio también, pero no me gusta perder calidad por locuras de demanda como la de este verano.

¿También se ha visto desbordado?

—Como todos los demás. También hay que tener en cuenta que la gente tiene cada vez menos paciencia.

¿No tenía personal suficiente?

—El promedio anual de empleados son 35 personas, en temporada alta, somos 70 el doble, pero no basta si todo el mundo viene a comer a la misma hora, corriendo no basta.

¿Está contento con el cambio de circulación en el puerto?

—No me meto en eso, somos afortunados aquí, tenemos un ascensor al lado, el primero que se construyó en el puerto, ¿de qué me voy a quejar?

Se llevó una expedición de chefs menorquines a China, ¿qué pretendía?

—Llevé a los cocineros y amigos de aquí para descubrir los sabores, porque una cosa es que me guste a mí y otra que les guste a los menorquines. O sea, importar sabores de allí, no productos, que siempre uso los de aquí.

Pero no vive solo del restaurante, ahora es un empresario de productos sanitarios. ¿También tiene algo que ver con su origen chino?

—Tengo contactos en China, claro. Empiezo porque falta material. En mayo del año pasado, Salud realiza 12 licitaciones para proveer material y nosotros acudimos y competimos abiertamente con grandes empresas y marcas muy conocidas y ganamos cinco.

¿Qué tipo de material?

—Guantes, mascarillas y epis, sobre todo.

¿Hacía de importador?

—Sí, de China, en aquel tiempo nadie las fabricaba en España. Pero después el concurso se paralizó. Observé que España carecía de material y que hacía falta una fábrica y creo que lo más importante era ponerse manos a la obra.

¿Por qué no la construyó en Menorca?

—Lo intenté, todo lo organicé en cuanto a materias primas y maquinaria con ingenieros de aquí. Buscamos naves en Sant Lluís, la alcaldesa Carol Marquès nos ayudó mucho, pero no encontramos, tampoco en Maó ni Alaior.

Y la buscó fuera.

—Claro, hoy tenemos dos naves de 2.500 metros cuadrados cerca del aeropuerto de Barcelona. Por transporte, recambios, materia prima, es mejor. Pero fiscalmente y toda la autoría técnica es menorquina, Emeva Medical.

¿No conocía nada antes de este mundo?

—No, la suerte ha sido trabajar con los técnicos menorquines. También hemos tenido mucha ayuda de la Fundación Hestia, que tienen buenos expertos.

¿Y después de esta experiencia por dónde le va a salir la vena empresarial?

—Uf, te remito a la conversación con Rafael, un amigo menorquín que llevé de viaje a China, y en Shanghái le dije que había perdido una oportunidad para ganar dinero como profesor de tenis, cien euros por hora, y su mujer Carmen como cocinera de paellas, que es muy buena.

¿Qué le respondió?

—Que su vida valía mucho más que eso. Estoy buscando la manera de fusionarme para vivir cómodamente aquí, es decir, lo siguiente es jubilarme.

¿Sigue viajando mucho?

—Con la fábrica, cada semana. Pero cuando la gente no me ve por aquí no es lo mismo, quiero quedarme más tiempo. Mi gran maestro, como filosofía de vida, es Rafael López.

¿Cuando todo empezó, el virus vino de China, se sintió hostigado de algún modo por ser chino?

—Sí, hasta hoy me lo dicen que el virus lo crearon los chinos, pero es que en realidad soy menorquín, tengo nacionalidad española y me llamarán chino toda la vida. No importa.

¿Notó alguna actitud extraña?

—Conmigo realmente no. Pero en Barcelona hay muchos chinos y actitudes racistas. Aquí la gente es amable y tolerante, quiero concentrarme en Menorca, soy feliz.

Ahora va a realizar otra acción de reparto de mascarillas a través de «Es Diari».

—Sí, mascarillas fabricadas por nosotros en el polígono de El Papiol, cerca de l’Hospitalet, con esencia menorquina porque la idea y el producto ha sido concebido aquí. Los clientes del «Menorca» también son clientes del restaurante, es un acuerdo común y ‘Salamandra’ ha de verse como una marca menorquina.

¿Cómo va a hacerse ese reparto?

—Se entregará una con el diario del viernes 17. Hemos repartido ya 18.000 mascarillas de forma gratuita, me parece que es importante colaborar desde todos los frentes.

¿Tiene en cuenta a la población infantil?

—Sí vamos a hacer una campaña infantil específica a través de las farmacias que quieran participar. Será este mes de septiembre.

¿Es una especie de intercambio de agradecimientos?

—Es una forma de agradecer todo lo que he recibido de Menorca. Y una manera de explicar por qué he estado desaparecido tanto tiempo, mucha gente preguntaba si había vendido el restaurante. Los clientes y los lectores del «Menorca» merecen un gesto recíproco.