Joan Pons, con Elsa Perches, directora de Moments a cor. | Gemma Andreu

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Joan Pons Álvarez aportó en el Foro su experiencia durante cuatro décadas en los principales teatros de ópera del mundo, con algunas anécdotas que descubren lo que ha vivido.

Respondió a las preguntas del editor del diario, Josep Pons Fraga, que presentó a Joan Pons como la voz lírica más importante que ha dado Menorca durante toda su histórica.

Narró sus inicios, cuando Diego Monjo le pidió una audición en Barcelona que fue el punto de partida de su carrera. Reconoció que los primeros años fueron duros, en los que tenía que aprender diez óperas al año. Valoró la diferencia con los tiempos actuales, en que la formación musical ha avanzado mucho, lo que valoró muy positivamente. De los primeros tiempos recuperó la figura de Guillem Coll, que «hizo mucho por la música».

Del repaso de su trayectoria, destaca la importancia de Montserrat Caballé, la que primero le dijo que su voz era de barítono y no de bajo y le motivó a cambiar de registro, y después le ayudó para que accediera a importantes producciones. Y recordó el estreno de «Falstaff» en la Scala, el 7 de diciembre de 1980, una actuación que los medios italianos calificaron de histórica.

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De todas sus numerosas relaciones profesionales y personales con directores y cantantes de ópera destacó la que mantuvo con Luciano Pavarotti, casi hasta sus últimos días. Narró como un mes antes del fallecimiento del tenor, en un encuentro le pidió que le cocinara una tortilla de patatas.

Joan Pons también describió cómo eran las temporadas de ópera. Explicó como llegó a cantar tres óperas en un día en el Metropolitan de Nueva York, algo que sorprendió incluso a Plácido Domingo.

Para Joan Pons, el momento en que un cantante de ópera ve reconocido su trabajo es cuando consigue emocionar al público.

El barítono valoró la importancia que tiene la Semana de Ópera Menorquina, al nivel de los mejores teatros de España, después del Liceu y del Real.