Imagen de espeleobuceadores durante una inmersión en Les Coves del Drac (Portocristo), en la Galeria de les Delícies. | MIQUEL ÀNGEL PERELLÓ

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Biólogo y profesor de instituto ahora ya retirado, Xisco Gràcia hace 28 años que se dedica al espeleobuceo. Pero su afición por las cuevas del litoral empezó con 8 años, a esa edad ya entraba con velas en esas cavidades, por la zona de Porto Colom, en Mallorca. También le gustaba el mar y el buceo libre. Más tarde realizó cursos de espeleología y de buceo con botellas y en 1994 empezó a topografiar las cuevas de su niñez. Así comenzó todo, cuando ese tipo de buceo, el más peligroso, era más amateur. Ha recorrido kilómetros por las cuevas del litoral, participó en programas como «Al filo de lo imposible» y condujo a Jesús Calleja por el sistema de Sa Gleda en «Inmersión radical». Gràcia accedió a ser entrevistado tras presentar ayer en el IME, en las VIII Jornadas de Medio Ambiente, el fruto de sus exploraciones.

¿Cuánto esfuerzo requiere mapear el mundo subacuático?

—Para explorar una gruta subacuática necesitas años de trabajo. En el sistema Sa Gleda-Camp des Pou    llevamos unas 500 inmersiones.

Entonces, tras 50 años de exploraciones en Mallorca, queda mucho por hacer.

—Sí, mucho, y también me gustaría trabajar en Menorca, contactando con compañeros de aquí. Las exploraciones documentadas en Mallorca comenzaron en los años 70 pero al principio eran cosas muy puntuales.

Menorca, en cuanto a topografía submarina o subacuática ¿es una gran desconocida?

—Se ha trabajado mucho y hay espeleólogos muy buenos. Vale la pena mencionar a Pere Arnau, Josep Márquez, y Josep Florit; han sido personas clave en la espeleología menorquina, junto con espeleólogos actuales que están dentro de la Unió Excursionista de Menorca. Lo que hace falta es labor de divulgación e información, porque hay mucho trabajo hecho y no publicado.

Xisco Gràcia, espeleobuceador
Xisco Gràcia, espeleobuceador. | Foto: Katerina Pu

¿Debería la Reserva potenciar este tipo de investigación?

—Lo que no se conoce no se quiere ni se protege, y Menorca tiene una riqueza subterránea muy importante, se le debería de dar más protagonismo. Para eso no queda más remedio que hacer estudios y publicaciones sobre ese patrimonio natural.

¿Ha explorado grutas aquí?

—He estado en la Cova de s’Aigua, unos 500 metros, pero no están acabados de topografiar ni publicados. Si no estás una temporada larga no es posible. En Mallorca hago una o dos inmersiones por semana.

¿El accidente sufrido en 2017 no le hizo pensar en retirarse?

—He tenido muchos incidentes, aquel fue el más mediático, y también he tenido la desgracia de ir a auxiliar a otros espeleólogos y encontrarlos muertos. Hace muy poco tuve otro en la cova de Sa Gleda, pero no tan dramático. Pero soy cabezota, y no será porque no haya presión porque claro, la familia lo pasa mal, pero para mí ha sido como una segunda vida, como si hubiera tenido una vida subterránea y otra en superficie. Y en las cuevas, como estoy acostumbrado desde pequeño, me encuentro bien.

¿Hay alguna técnica para evitar entrar en pánico?

—No puedes entrar en pánico, si lo haces estás muerto. Yo soy tranquilo por naturaleza, es muy difícil que me ponga nervioso, ese es un punto a favor. El último chico que rescaté falleció por eso, entró con un equipo que no era adecuado en una cueva, la galería se estrechaba y no podía pasar, cuando fue hacia atrás como un cangrejo, una punta de roca le hizo de tope con las botellas y entró en pánico; se ahogó pero las botellas estaban medio llenas y tenía una cámara de aire a unos 5 metros, si hubiera permanecido tranquilo habría sobrevivido.

¿Qué le aporta conocer esos laberintos subterráneos?

—La sensación de descubrir galerías nuevas, sistemas, salas, yacimientos arqueológicos, fósiles, todo eso para mí es un privilegio, hay recompensas que no son dinero, yo he tenido la suerte de que he conseguido ayudas, pero siempre he hecho esto por afición.

¿Qué revelan las cuevas y galerías sobre lo que sucede aquí en la superficie?

—Todo, incluso la contaminación, si hay problemas arriba, abajo es mucho peor. Por ejemplo el cambio climático se está notando en la subida del nivel de las aguas subterráneas litorales, como el nivel del mar sube, los lagos también. Dentro de las cuevas es más fácil encontrar referencias y se nota que ha subido unos 30 centímetros claramente de la época preindustrial a la actualidad, sobre todo en las últimas décadas.

Algunos de sus hallazgos han sido restos de myotragus o un paseo submarino de la época de las navetas ¿Qué tipo de hallazgos le interesan más?

—Para mí los más interesantes son los fósiles que encuentras anteriores a la existencia de la propia cueva, que se van sedimentando, como se conservan mejor que la roca que los rodea quedan desnudos, en el techo y las paredes comienzan a asomarse. Eso en superficie no ocurre porque se erosionarían. Las cuevas subacuáticas son lugares donde encontrar fósiles interesantes, una cueva ya es en sí misma un yacimiento paleontológico importante, son kilómetros de galerías, y muchas seguro que ni las hemos visto todavía.

¿Siempre son zonas angostas y claustrofóbicas?

—Hay de todo, hay lugares que son inmensos, en los que parece que estás en el mar buceando de noche, incluso lugares que causan lo contrario, agorafobia, gente que tiene miedo a los espacios tan grandes. Por ejemplo en Sa Gleda (la cueva submarina más grande de Europa), la galería 500 en algunos puntos mide más de 40 metros o 50 de ancho, tal vez doce metros de altura, es un monstruo.

¿Qué le parece que algunas cuevas se exploten turísticamente y puedan visitarse?

—Está bien que se conozcan algunas de las cavidades, tampoco hay necesidad de abrir más, en Mallorca ya hay unas cuantas, tal vez en Menorca sí, que no había ninguna hasta ahora. En Mallorca están las del Drac, dels Hams, las de Artà y las de Campanent. Es otro aspecto diferente de las cuevas, pero en Porto Cristo la base son las cuevas del Drac y reciben un millón de visitantes anuales.