Ezequiel Cortés, en el Bar Restaurante Galindón, que regenta desde marzo de 2017.

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Las ganas de progresar y emprender un proyecto de vida propio sin tener que depender de nadie más empujaron al menorquín Ezequiel Cortés a cruzar el charco y quedarse en el municipio sevillano de La Puebla de los Infantes. «Tenía ganas de progresar, pero aquí en Menorca era muy complicado», explica, refiriéndose a los «abusivos precios del alquiler» y al «elevado coste de vida». Tiene 36 años y ha pasado de mantener barcos a regentar el Bar Restaurante Galindón. Ahora, además, está a punto de inaugurar un segundo establecimiento de restauración y un obrador especializado en la elaboración y distribución de bases de pizza.

«Esto, en Menorca, hubiera sido imposible», comenta Ezequiel. Es un apasionado de la Isla; en especial, de Maó, su ciudad natal y, también, el de su mujer, Sara González. «Queríamos quedarnos en Menorca, hacer nuestra vida aquí, pero no hay oportunidades», lamenta. Las condiciones socioeconómicas les impedían asumir el alquiler de 800 euros por un piso o de 300.000 euros por un pequeño establecimiento sin luz ni agua, según cuentan. Rondaba el año 2016 y no podían tener un plan de vida si no era con el apoyo de terceros.

«Ese mismo año me fui de vacaciones a Sevilla y allí vi oportunidades de prosperar», recuerda Ezequiel. Desde aquel momento, su vida ha cambiado por completo. En un enclave rural con paisajes de la sierra norte de Sevilla, a la entrada de la localidad de La Puebla de los Infantes —de la que es originaria su madre—, encontró un establecimiento de hostelería en el que podía emprender su propio negocio. Su padre, que es mahonés, se pidió una excedencia y viajó hasta ese punto de España para ayudarle. Entonces, esa posibilidad se convirtió en realidad y, en marzo de 2017, Ezequiel inauguró el Bar Restaurante Galindón.

«Está decorado con imágenes de Menorca», revela. En su interior, los clientes pueden admirar lienzos con fotografías de Cala Pregonda o Far D’Artrutx, entre otros puntos de la Isla que hacen que Ezequiel pueda sentirse un poco más cerca de su tierra natal. En su carta también mantienen la esencia menorquina y ofrecen queso y sobrasada de Maó. Incluyen, del mismo modo, cocina mediterránea, que complementa a la tradicional de la Península.

El negocio les ha ido tan bien que, además de haber podido adquirir una casa para ellos dos y su hijo —de dos años y nacido en Sevilla—, van a inaugurar el típico bar de pueblo en Semana Santa y un obrador en el que elaborarán bases de pizza, a petición de los clientes del Galindón. «Empezamos elaborando 250 pizzas al mes y ahora alcanzamos las 1.000», asegura, argumentando que este ha sido el motivo por el que se han decidido a apostar por este nuevo proyecto.

Sobre la idea de volver a casa, a Menorca, ambos lo tienen claro: «vemos la Isla como un lugar donde ir de vacaciones». Después de más de cinco años viviendo fuera, Ezequiel reconoce que «aún no me he adaptado, lo estoy pasando mal». Pero insiste en que para poder vivir aquí y sentirse realizado «habría que regular los precios del alquiler y revisar el coste de vida» para que gente joven como él no se vea obligada a marcharse.

El apunte

«Pago 500 euros al mes de alquiler y he podido comprar un solar por 20.000»

El joven menorquín Ezequiel Cortés compara, con especial lástima, la disparidad de precios que hay entre Menorca y otras localidades como Sevilla; una realidad que empuja a la gente joven a emigrar. Cuenta que allí paga 500 euros al mes de alquiler por el local de hostelería y que, con 20.000 euros ha podido comprar un solar de 160 metros cuadrados en el que ha construido su casa.