Martínez-Alier recibirá en Noruega el Premio considerado el «Nobel de las ciencias sociales». | Gemma Andreu

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Martínez-Alier transmite optimismo a pesar de los 4.000 conflictos medioambientales que refleja en su Atlas de justicia ambiental (ejatlas.org) porque, por un lado, confía en la gente joven y en el activismo de los «ecologistas prácticos» y por otro cree que la población mundial dejará de crecer en torno a los 9.000 millones de personas, es decir seguirá creciendo un poco más pero se estabilizará.

El catedrático de Historia e instituciones económicas de la Universitat Autònoma de Barcelona ha sido invitado a participar estos días en Maó en la «XII Escola europea de primavera d’història de la ciència i divulgació» organizada por el Institut d’Estudis Menorquins (IME) y la Societat Catalana d’Història de la Ciència i la Tècnica.

Joan Martinez-Alier (Barcelona, 1939) recogerá en pocas semanas el Premio Holberg 2023 -el llamado Nobel de las humanidades y ciencias sociales- «por su investigación pionera en economía ecológica, ecología política y justicia ambiental».

Vuelve a Menorca ahora para hablar de justicia ambiental. Ya participó en 2015 en el fórum Mongofra.
—Sí, recuerdo que había una idea de hacer como un plan de agricultura de proximidad, menos coches, un tranvía o algo así.

Bueno, han pasado muchas cosas pero tranvía todavía no tenemos...
—Para que cambien las cosas tendrían que ser grupos locales que piensen que haciendo todo eso también podrían vivir bien, quizás un movimiento aquí por el decrecimiento, gente joven...

En el Atlas de justicia ambiental muestran 4.000 conflictos medioambientales en el mundo. ¿Qué requisitos cumplen los que reflejan?
— Bueno, que sepamos que exista, porque tenemos contacto con gente de ahí y que sea un poco importante. Mucha gente de Catalunya, por ejemplo, nos dice que añadamos más pero también va en relación con la población. Que haya un conflicto significa que haya una gente que protesta y que sale a la calle con una pancarta.

¿Qué transmitirá en su charla?
—Animaré al activismo porque creo que es un fenómeno social. Por ejemplo en Europa vemos más a Greta Thunberg pero en todo el mundo hay gente joven o gente que no es joven, que son gente pobre, o indígenas que protestan. Los campesinos, gente que ha sufrido lo del amianto o enfermedad respiratorias por fábricas o pesticidas de la agricultura, todos protestan y si les dices: ¿Tú eres ecologista? te dirán «no me pongas nombres que bastante trabajo tengo con protestar». Son ecologistas prácticos y protestan. Luego hay la gente que ha leído más como yo o Greta que conocen el cambio climático pero también hay Gretas en la India y en Kenia hay una chica que protesta contra la industria del petróleo y ha ido a París a protestar a la empresa Total. Creo que la gente joven puede ser... Bueno, es que se juegan la vida. Y la gente pobre del mundo, que aunque no lo parezca son los más ecologistas, porque son perjudicados de toda la extracción y contaminación.

¿Qué es la economía ecológica para los no iniciados?
—Es ampliar la economía que habla siempre del mercado, precios, dinero, producto interior Bruto (PIB)... Cosas interesantes también pero en la economía ecológica lo ampliamos al mundo físico. Los economistas normales nunca hablan del cambio climático, ni de la pérdida de biodiversidad, ni de los plásticos; se concentran en las mercancías, lo que entra en el mercado, pero si se mueren los tigres, los elefantes o las ranas -que están desapareciendo- el mercado no lo cuenta. Hace 30 años empezamos a decir que la economía ecológica no es tanto una especialidad como una ampliación del campo de la economía hacia las ciencias ambientales en general, la física, la química, la biología.

¿Cómo se acercan en las jornadas del IME a las transiciones ecológicas desde las ciencias sociales?
—Hacemos historia ambiental porque un historiador no puede decir «a mí no me hables de cobalto, paladio o tierras raras» porque todo esto entra y tenemos que hacer historia teniendo en cuenta la energía, los materiales, teniendo en cuenta el metabolismo social. La sociedad humana utiliza energía, etanol o petróleo o carbón, que es como fotosíntesis pero del pasado.
Añado también las ciencias naturales y tecnológicas, porque no se puede hablar de transición sin tenerlas en cuenta.

¿Estamos ya viviendo la transición energética?
—Hay un cambio muy importante. En el mundo este año se quemará más carbón, más petróleo y más gas que el año pasado; bajó con la pandemia y ahora vuelve a subir. En China, en la India, quizás en Europa ya no sube más pero continua subiendo en el mundo y se añaden las otras energías. Todo viene del sol. No hay una verdadera transición, hay adición. Añadimos nuevas energías. Algunos días en la Península ya llega a haber mayoría de energía renovable, pero sólo algún día, dos o tres al año.

¿Y seguiremos creciendo?
—Aunque la economía solar crezca los combustibles fósiles tienen que bajar porque son los que cuando los quemas producen dióxido de carbono y cambio climático. Esto s e sabe hace más de 100 años y no se ha hecho nada, muchas reuniones pero nada. No conozco a nadie que diga que podemos seguir quemando más y más combustibles fósiles. El tema es si con todas las energías que están creciendo habrá suficiente para compensar todas las que han de disminuir y si sumándolo todo tendremos aún crecimiento económico o ¿Podemos tener crecimiento económico utilizando menos energía? Creo que no.

Enhorabuena por el gran reconocimiento del Holberg.
—Supongo que cuando te haces mayor es más fácil que te conozcan y en 2020 me dieron el premio Balzan de Italia, que se parece al de ahora en Noruega tanto en el premio (unos 600.000 euros) como en el prestigio. En Italia me lo dio el presidente de la República y en Noruega supongo que será alguien de la familia real. Espero que no me den un premio en España y tenga que saludar al Rey porque no tengo muchas ganas.