Los menorquines de la segunda década del siglo XIX vivieron el ‘año sin verano’. | Museu de Menorca

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La gran erupción en abril de 1815 del volcán Tambora, en Indonesia, con la emisión a la atmósfera de enormes cantidades de gases y partículas, propició un cambio en el patrón de la circulación atmosférica cuyos efectos fueron especialmente notorios el año siguiente, con temperaturas más bajas que los registros normales, sobre todo durante el período estival, por lo que el del 1816 es conocido como ‘el año sin verano’. Las consecuencias ambientales, económicas, sociales y sanitarias a nivel mundial de este episodio fueron terribles, asegura el meteorólogo de Aemet Benito Fuentes en el artículo «1816, el año sin verano».

En aquel año, la humanidad estaba inmersa en el tramo final de la denominada Pequeña Edad de Hielo, que tuvo lugar entre 1300 y 1850, cuando las temperaturas medias fueron más bajas de lo que habían sido con anterioridad. Aunque el frío fue el indiscutible protagonista durante estos cinco siglos y medio, también se alternaba con otros años calurosos y secos, cambio que se consolidó a partir de 1850. No obstante, cuarenta años después se produjo un episodio glacial, el largo y frío invierno de 1890, que se considera como el último coletazo de la también conocida como Pequeña Glaciación.

Volvamos a 1816. ¿Qué ocurrió este año en Menorca? Obviamente, la Isla no permaneció ajena a este cambio climático y, ante la falta de registros meteorológicos, podemos conocer sus efectos con la consulta del «Diari de Mahó», del capitán de la marina mercante Joan Roca i Vinent (Maó, 1747-1826). Se trata de un cronicón, depositado en el Arxiu Històric de Maó, en el que el marino anotó de su puño y letra durante 50 años -entre 1776 y 1826- la actividad portuaria de Maó, la meteorología de la Isla y los hechos políticos y sociales más relevantes.

Tiempo impropio

Ya en junio de 1815, el capitán Roca refleja en su diario varios episodios de lluvias, que se repitieron en julio acompañados de tormentas. El mal tiempo continuó en los diez primeros días de agosto, con tiempo nuboso, lluvias y la aparición de la tramontana. Fue un verano atípico, hasta el punto que el capitán habla de un «temps impropi e irregular» [sic]. El mal tiempo siguió durante el otoño, con numerosos episodios de lluvias y fuertes vientos del norte y noroeste.

El obispo de Menorca, Jaume Creus

En febrero de 1816 siguió con la misma tónica, a mediados de mes el viento del norte y del noroeste adquirieron un gran protagonismo y durante varios días impidieron que una fragata británica pudiera entrar en el puerto de Maó, hasta que finalmente pudo hacerlo el día 20; lo mismo le ocurrió tres días después a una fragata holandesa. La tramontana se caracterizó por su gran virulencia como nunca se había visto hasta entonces, al menos durante los 40 años que el capitán llevaba redactando su diario, por lo que el 14 de febrero escribió que «tres dias ha que fa un temps y una ventada de Nord, la mes terrible quisá que may se hagi vist». [sic]

El tiempo inestable prosiguió durante la primavera y la lluvia hizo acto de presencia prácticamente durante todos los días de abril hasta los primeros días de mayo. El mes de junio tampoco fue ajeno a las lluvias y a la tramontana, al igual que en otoño, ya que la meteorología adversa impidió en octubre la celebración de algunos festejos durante los tres días que el Ayuntamiento de Maó organizó con motivo del matrimonio del rey Fernando VII con María Isabel de Portugal.

Años posteriores

El verano de 1817 también registró temperaturas más bajas de lo normal. Ya la primavera de este año se estrenó en la Isla con una nevada que, según anota Roca el 22 de marzo, hubiera sido más abundante en caso de no haber aparecido la tramontana que sopló con fuerza. No obstante, la Isla estaba inmersa en un periodo de gran sequía por la falta de lluvias, lo que llevó después de Semana Santa y de Pascua a realizar públicas plegarias. El 8 de abril, Roca escribe que «may he vist la terra mes seca, después de haver passat los tres o quatre mesos més pluviosos sens haver plogut, y regnant sempre vent de N. y NO. forts» [sic]. Diez días después, Roca se hacía eco de la grave situación del campo, «los vents del N sempre continuen ab furia y acaban de secar y matar los sembrats» [sic], mientras que el 30 de abril anotaba más invocaciones para pedir la lluvia, «en Alayor, Monte Toro y Mercadal fan pregarias y procesons extraordinarias» [sic].

La primavera de 1818 también se caracterizó por la sequía y la fuerte tramontana, tres meses de déficit pluviométrico cuyo registro fue superado con las lluvias de los días 12 y 13 de junio. Era el preludio de un verano que registró un tiempo inestable, numerosos días lluviosos y tormentas. El 27 de julio, Roca anotó «temps cubert y alguns cops d’aygua bastant forts, y en la nit trons y llamps junts amb aygua, que ha continuat casi tota la nit. Per Calamporter ha fet pedrada molt grossa, amb moltes de dañys».

El apunte

Crisis económica y escasez de trabajo tras el final de la Guerra del Francés (1808-1814)

El cambio que sufrió la climatología global coincidió con el final de la Guerra del Francés (1808-1814), con la derrota del emperador Napoleón Bonaparte, que en el caso de Menorca representó la reducción de la guarnición militar y la retirada de las escuadras británicas, con el cese de las actividades corsarias por parte de menorquines, que representaban una importante fuente de ingresos. Además, los inmigrantes peninsulares retornaron a sus zonas de origen y cesó la fuerte demanda de productos agroalimentarios, según el historiador Miquel Àngel Casasovas. En este coyuntura socioeconómica, se añadieron los efectos de la climatología adversa que entre 1817 i 1819 provocaron malas cosechas, especialmente del trigo. El capitán Roca también refleja en su diario la crisis económica y laboral por la que atravesaban muchos menorquines, sin trabajo, sin dinero y sin poder alimentarse. Así, el 21 de abril de 1817 señala que «habitants de Sant Lluís y altras de esta [Maó] son presentats vuy a la Sala, ahont solament dos han pujat per exposar en nom de tots als Jurats las sevas tristas circunstancias, sens menjar, sens diners y sens feina per poderne guañyar» [sic].