Alejandro Fernández

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Alejandro Fernández Alonso (Oviedo, 1958) vino por primera vez a Menorca en agosto de 1980 con sus padres. Empezó a descubrir esta isla que navega sobre el mar y quedó tan fascinado que inició una relación apasionada que solo ha conseguido interrumpir su temprano fallecimiento, el viernes en Maó.

Cuatro pasiones que han consistido en la familia que formó con su esposa, Carmen Moya Riera, siendo padres de tres hijos: Raúl, Gonzalo y Mar; la vocación y el ejercicio profesional de la Medicina; el mar, la navegación las actividades subacuáticas en aguas menorquinas; y la novela histórica, siendo autor de «Un corsario menorquín» y «Un tratante menorquín».

Licenciado en Medicina por la Facultad de Oviedo, el doctor Fernández Alonso eligió Menorca para ejercer, a partir de 1995, como cirujano. Primero en el hospital Virgen de Monte Toro y después en el Mateu Orfila. «Para mí has sido, durante muchos años, el hermano mayor que nunca tuve; siempre hemos sido un equipo, hasta en el trabajo, tu cirujano y yo anestesista», afirma su cuñado, el también médico Jordi Moya.

Formó parte del núcleo promotor y fundador del Sindicato Médico de Baleares (Simebal), cuya presidencia desempeñó; y en 2002 impulsó la creación en Menorca de la Asociación de Médicos en Ejercicio Libre, con los doctores Luis Santa Eugenia y Jordi Moya, Cristina Urrutia, Walter Ramírez, Julián López Lillo y Carlos Beiga

Escribe Alberto Gil Iriondo, cirujano del Mateu Orfila, que también trabajó estrechamente con Alejandro Fernández: «cirujano clásico, ávido de conocimiento, gentil caballero, voluntarioso, generoso en extremo, apasionado por la vida, en un suerte de elegante Capitán Nemo nuestro galeno deja impronta indeleble entre nosotros tras su partida. Así en sus actos y con ejemplos».

«La devoción por traer a sus enfermos conocimiento es especialmente notable en dos campos: la senología y la medicina hiperbárica», añade el doctor Gil.

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Fernández Alonso se especializó en el tratamiento del cáncer de mama, después de haberse formado en un centro de referencia en Londres. Gran buceador, y tras obtener el Máster en Medicina Subacuática e Hiperbárica, fue pionero en Menorca de estas especialidades, con la implantación de la oxigenoterapia hiperbárica mediante la puesta en marcha de la cámara hiperbárica, hoy situada en el hospital Mateu Orfila.

Inquieto, deportista nato, buen conocedor de los paisajes y los senderos más intricados de Menorca en bicicleta de montaña, recorrió toda la Isla, que no tenía secretos para este médico asturiano. Porque Alejandro, hombre de sólidas convicciones católicas, encontraba a Dios en el contraste de los colores fugaces de los amaneceres isleños y en las texturas policromadas de los atardeceres arrebolados.

Investigó también, el doctor Fernández Alonso, varios episodios de la historia de esta Isla, que tanto amó y quiso comprender. En 2007 el Consorcio Militar de Menorca publicó su primera novela histórica, titulada «Un corsario menorquín», una recreación histórica de la Menorca naval y médica de principios del siglo XIX. Llegó a la conclusión de que «el corsarismo era un negocio que provocaba el mismo gobierno porque era una forma de tener una especie de patrullas navales gratuitas. En Menorca se daba la circunstancia de que hoy lo hacías a favor de los ingleses contra los españoles y, mañana, al revés».

En marzo de este año publicó su segunda novela histórica, que también fue editada por el Consorcio Militar de Menorca: «Un tratante menorquín. Recreación histórica de la trata de seres humanos a principios del siglo XIX». El doctor Fernández Alonso describe un actividad infame: la compra, transporte y venta de seres humanos desde África occidental al Caribe español durante los años posteriores al Tratado de Amiens (1802) y una vez Menorca se había reincorporado definitivamente a la Corona española después de las tres etapas de gobierno británico durante el siglo XVIII.

Esta segunda obra, con un eficaz trabajo de documentación e investigación, da continuidad a la primera, con las conversaciones entre el marino Pere Marquès y el cirujano Vicenç Murtà donde descubrimos historias de navegantes, médicos, comerciantes y pícaros que sabían negociar con astucia para obtener copiosos beneficios.

Con motivo de la publicación de «Un tratante menorquín», Alejandro Fernández declaró a «La Nueva España» de Asturias: «escribir cura del hastío, la pena, la depre y los malos rollos de cualquier origen».

La misa exequial por el doctor Fernández Alonso se oficiará este lunes, a las 19 horas, en la iglesia parroquial de Santa Maria de Maó.