La arquitecta    montaba su particular oficina móvil en los pocos ratos libres que tenía cuando acudía a las zonas de descanso.

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Una furgoneta camperizada, sus dos perros Toby y Gina, un ordenador portátil y una importante agenda en la que iba apuntando los contactos que establecía ha sido prácticamente lo único con lo que ha convivido durante tres meses la arquitecta Roser Román en su viaje por el norte de Europa para conocer los proyectos de cohousing allí establecidos.

Países como Bélgica, Alemania, Países Bajos, Dinamarca o Suecia son la cuna de este particular tipo de viviendas, por lo que Roser ha querido empaparse de todo el conocimiento posible experimentando desde cerca en qué consiste realmente este estilo de vida y sus posibles aplicaciones en Menorca. Así podrá desarrollar a lo largo de los próximos meses el proyecto «Old Together».

Roser Román, en las jornada de arquitectura e innovación celebradas en Rotterdam.

Una larga travesía

La aventura arrancó el 28 de mayo, el día en que se celebraban las elecciones municipales. Después de ejercer su derecho al voto, Roser se subió con su furgoneta al ferry que la llevaría de Ciutadella hasta la localidad francesa de Tolón.

En Francia aprovechó para bajar hasta Montpellier y desde allí empezar a preparar el trayecto y la programación de las visitas.    La primera fecha marcada en rojo en el calendario era el 14 de junio. Y es que durante esa semana se celebraban las jornadas de la arquitectura en la ciudad neerlandesa de Rotterdam, una de las paradas claves en su recorrido coincidiendo con la celebración de la semana de la arquitectura allí.

Ejemplo de un colectivo de viviendas en Delft (Países Bajos).

Mientras que junio lo dedicó a visitar las diferentes propuestas vigentes de cohousing en Países Bajos y    parte de Bélgica, julio fue el turno para los proyectos existentes en Alemania y, principalmente, Dinamarca.

Finalmente, agosto estuvo reservado para Suecia y colectivos de viviendas tan emblemáticos como el de Stacken. Localizado a las afueras de Gotemburgo, se trata del primer modelo de cohousing con autogestión, trabajo comunitario y feminismo en el país escandinavo, construido en 1979.

Ya entonces, tomó el camino de vuelta y regresó a la Isla el pasado viernes 1 de septiembre para empezar sus tareas de recolección, tratamiento y análisis de los datos recabados y los contactos establecidos.

Nuevos tiempos

El verdadero origen del proyecto «Old Together» radica en la voluntad de un grupo de personas, a las que Roser Román acompañaba, de montar un colectivo de viviendas en la Isla. «Siempre he sido muy defensora de los nuevos modelos de vivienda, de la adaptación a las nuevas demandas sociales que piden un cambio», señala la arquitecta.

Y eso es precisamente en lo que se basa el cohousing:un modelo de vivienda asequible que responde a las dificultades sociales y económicas por parte de un colectivo de la sociedad.Y es que Román cree que los colectivos de viviendas son el futuro: «Responde a las preguntas de cómo, con quién y dónde quieres vivir», apunta.

Sin embargo, uno de los aspectos que explica a grandes rasgos la poca presencia de estos modelos de vivienda colectiva en España y, por ende, en Menorca, es el choque que se produce entre la cultura de los países nórdicos y la nuestra, la mediterránea.

«Tiene que haber un cambio de mentalidad por nuestra parte y entender que tener una casa en propiedad no es la única opción disponible», recalca la creadora del proyecto, a la vez que hace énfasis en el reparto de tareas en los espacios comunes, algo que cuesta imaginar dentro de nuestra sociedad.

El apunte

Un proyecto de viviendas basado en la ecología y la sostenibilidad

El cohousing necesita la implicación de la Administración, la cual debe atendar a unas demandas concretas por parte del colectivo que las solicita.

Las zonas donde se edifican destacan por estar rodeadas de espacios verdes, además de construirse en planta baja. A su vez, existen multitud de espacios comunes como la cocina, el comedor, la lavandería o la sala de juegos que requieren de una compleja gestión : «Vivir en comunidad implica tener un compromiso que también conduce a obtener muchos beneficios a diferentes niveles», subraya Román. Solo así se puede llegar a alcanzar la ansiada rentabilidad económica.

Sin embargo, el gran inconveniente que aparece en el horizonte es la más que posible entrada en escena de la especulación.