La responsable del emblemático teatro mahonés en el patio de butacas. | Katerina Pu

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Ha transcurrido ya medio año desde que la ibicenca Nieves Portas Ortiz se pusiera al frente de la gerencia del Teatre Principal de Maó. Un periodo de tiempo que sirve como excusa para hablar del arranque del proyecto artístico que tiene en mente y los objetivos que persigue de cara al futuro la gestora cultural y también artista.

¿Qué balance hace de la toma de contacto?

—La noción del tiempo hasta ahora para mí ha sido bastante irreal, estos seis meses han transcurrido como si fueran 18. Mi llegada se produjo poco antes de las elecciones municipales, coincidió con el cambio de equipos de gobierno y, en consecuencia, la conformación del nuevo Patronato de la Fundación, por lo que se han producido muchos cambios en la misma institución en poco tiempo. Mi balance es bueno, estamos trabajando de manera intensa, pero desde luego mi criterio no es objetivo.

Uno de los mayores retos profesionales de su carrera, ¿cierto?

—Dirigir el teatro de ópera más antiguo de España es un orgullo y una satisfacción, pero también un reto diario y una gran responsabilidad. Mi cargo conlleva no solo la dirección artística de la entidad, que quizá es la parte más visible y ‘romántica’ del puesto, sino la gestión interna de toda una casa. Un gran barco sin duda.

¿Qué modelo quiere implantar?

—Por un lado, se basa en ofrecer una programación que contribuya al desarrollo de la sociedad y la cultura y, por supuesto, atienda a valores democráticos, a través de un programa de carácter generalista y plural, pero a la vez vanguardista y diferenciador. De manera más concreta, que ponga el acento en la excelencia artística, pero sin olvidarse de los compromisos sociales y territoriales. Por otro lado, hay un deseo de contribuir a la desestabilización de la isla con oferta cultural durante todo el año, y con ello, captar nuevos públicos, además de fidelizar el ya existente. Como en cada estrategia, los cambios necesitan un tiempo de transición, pero mi objetivo es ofrecer una programación extraordinaria, y una mejor experiencia al visitante. Todo eso, conseguirá posicionar nuestro Teatro aún más dentro del mapa de los espacios que generan un verdadero impacto.

Un teatro en una isla pequeña pero bien reconocido por su historia.

—El posicionamiento es como las Estrellas Michelin: no es un reconocimiento que se consigue en un solo día y una vez conseguido el equipo se puede relajar, sino que es un estatus intangible, que está en el imaginario de todo el mundo, y que se debe cuidar y trabajar día a día. Los presupuestos también serán clave para garantizar su futuro; estamos muy contentos con las aportaciones que recibimos, pero con la inminente llegada del bicentenario del Teatro (2029), este debe ir a más. Tenemos 6 años por delante para conseguirlo, parece un período largo, pero no lo es, y llegado el momento, deberemos estar a la altura.

Estamos en una Isla en la que el número de espacios escénicos ha crecido de forma notable en las últimas décadas.

—Otra de las líneas que quiero seguir es la de generar red con los distintos equipamientos e iniciativas culturales de la isla. Considero primordial establecer vías de comunicación y coordinación para evitar, por ejemplo, situaciones de contraprogramación, aunque no siempre pueda lograrse o para participar de proyectos    conjuntos, y transitar así hacia la sostenibilidad. Somos entes pequeños realizando proyectos independientes que muchas veces no generan impacto, y por ello, debemos unir esfuerzos. Además, considero que no debe existir competencia, ya que todos trabajamos por y para la cultura.

¿Qué papel cree que debe jugar en la sociedad actual el teatro como espacio cultural?

—El teatro no debe ser solo un espacio físico, sino que debe ser un espacio vivo e inspirador, generador de sensaciones y conciencia. No debe ser un mero contenedor de espectáculos, sino que debe formar parte de un proyecto global que busca generar un espacio de reflexión y de crecimiento personal. Además, el teatro es un lugar de encuentro, de socialización, y en Menorca esta práctica, antigua tradición de los teatros de ópera, aún se mantiene en el tiempo. Por ello, la función de un director artístico es muy importante, ya que sus decisiones generarán en el público unos efectos u otros.

¿Qué rol juegan los artistas de la Isla en el Principal?

—El papel de los artistas, compañías, entidades y promotores locales es fundamental. Muchos de ellos ya son habituales, con programaciones que se repiten anualmente y que de hecho son un éxito. Si nos referimos a propuestas más amateurs, creo que es maravilloso que puedan tener ese contacto con el Principal de Maó; muchos de ellos vienen con una gran ilusión a actuar, y yo conozco esa sensación porque la he vivido. Si hablamos del sector cultural profesional local, opino que en los últimos tiempos se ha visto fortificado y con una fuerte proyección extramuros. Se ha generado una comunidad muy bonita que camina hacia la profesionalización y a la inmersión en proyectos altamente interesantes.

¿Considera que ha de jugar un papel clave en la cultura más allá de la rentabilidad?

—Yo siempre he partido de la premisa de que la cultura no ha de ser considerada rentable en términos económicos, y si lo ha pretendido ser en algún teatro público en algún momento, lo considero un error. Si me preguntas por la taquilla en la programación propia, te diré que es prácticamente imposible hacer cau i net como dicen aquí, básicamente porque los costes de creación y representación de una obra son muy elevados, y más si se tienen en cuenta el problema de la insularidad, y la política de precios del Principal desea seguir siendo accesible y competitiva. Pero esa es nuestra misión como teatro público, poder ofrecer una programación de calidad, y sin tener que caminar hacia un modelo mainstream o de productos puramente comerciales.

¿Cómo se ha adaptado a la vida en Menorca?

—Llevo tan solo seis meses, pero la Isla me ha sorprendido. La conocía porque había venido en diversas ocasiones para realizar actuaciones o por vacaciones, pero ahora estoy descubriendo una isla nueva. Considero que solo puedes conocer un lugar cuando realmente vives allí, y cuando te relacionas con sus habitantes y su entorno. Eivissa y Menorca son illes cosines, eso quiere decir que son muy parecidas en algunos aspectos, pero muy diferentes en otros.

¿Le ha sorprendido algo?

Me ha sorprendido mucho la cantidad de festividades que celebran y lo vivas que tienen sus tradiciones. Han conseguido que pase de generación en generación y que eso perdure. También me ha sorprendido mucho la alta estima que hay hacia la cultura; especialmente, y por la parte que me toca, en el aprecio hacia el género lírico y el teatral. También alta oferta cultural , con propuestas de gran nivel artístic, y la gran cantidad de agrupaciones musicales y corales que existen. Es increíble que una isla con 701 km2 tenga toda esa riqueza. Encuentro que es una cosa distintiva e identitaria de Menorca, y algo de lo que los menorquines se pueden sentir bien orgullosos. Para mí, toda esta riqueza es bandera, y aunque no soy menorquina, la defiendo allá por donde voy.