Anna con Anna, Gloria y Maite, su familia de acogida en Maó.

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El 7 de marzo de 2022, Anna, motivada por las recomendaciones de sus padres y amigos, cruzó la frontera entre Ucrania y Rumanía para huir de las atrocidades cometidas por los soldados rusos a medida que iban ocupando el país. Una semana más tarde y cuatro vuelos después, aterrizó en Menorca y desde entonces, asegura, «la preocupación es constante, pero estoy a gusto aquí».

Pasados dos años, sigue viviendo en casa de Anna, Gloria y Maite, su familia de acogida, en Maó. Dice de ellas que se han convertido en «una auténtica segunda familia». Con ellas ha mejorado su nivel de español, que ha reforzado viendo vídeos en Youtube, en aplicaciones como Duolingo y en la biblioteca, donde ha leído decenas de libros infantiles en español.

Para ella, la comunicación es fundamental y aprender el idioma del lugar en el que se ha visto obligada a refugiarse es esencial. Tanto, que se ha apuntado a tres cursos en la escuela de adultos para, durante cinco días a la semana, asistir a diferentes clases y aprender el máximo número de palabras en español. Este año, además, asistirá a un curso de catalán para aprender el idioma.

Antigua funcionaria

Además de alejarse de su familia, que permanece en Kiev, Anna ha dejado atrás su vida anterior en Ucrania, donde era funcionaria y jefa de departamento. Allí, reconoce, tenía una «muy buena vida». Ahora, se empeña en integrarse y en trabajar para tener un salario y subsistir. «No sabía que hay que pagar tanto cada mes», explica, comparando el costo de vida entre España y Ucrania.

Es una apasionada del arte y la cultura en general y disfruta de sus paseos en diferentes puntos de la geografía menorquina. Ha conocido a gente y le encanta la tranquilidad que encuentra en la Isla. «Necesitaba poner orden en mi cabeza», dice, y se alegra de que sus padres «estén tranquilos porque estoy aquí», sin posibilidad de que le hagan daño.