Una persona de la tercera edad mira el televisor en el salón de su casa. | Josep Bagur Gomila

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Las limitaciones físicas de la edad, los hijos –si los hay–, que se han emancipado, los amigos y compañeros de vida perdidos a lo largo de los años. Estos son algunos de los factores que hacen que las personas mayores puedan sentirse en soledad.

Horas y horas en las que la única voz que se escucha en la casa es la de la radio o el televisor. Las asociaciones y clubes de personas mayores y jubilados cumplen la misión de conectarlos entre si, organizar talleres formativos para quienes no pierden la curiosidad y las ganas de aprender, así como numerosas actividades de ocio y entretenimiento.

Pero no todos los mayores pueden asistir a los locales, los problemas de movilidad les obligan a permanecer en casa, y es ahí donde juegan un papel fundamental los voluntarios.

«Es algo que queremos fomentar, de momento nosotros contamos con dos personas voluntarias, jubiladas, que visitan a otros mayores para hacerles compañía, leer un libro o salir a tomar un café», comenta Pedro Salord, presidente de la Associació de Gent Gran i Pensionistes, l’Esplai, de Ciutadella. Esto ha hecho necesario ampliar la póliza de seguros del centro, para cubrir esta actividad de voluntariado.

Salord confirma que la soledad no es algo que se comente abiertamente, son más bien socios de la entidad que dicen tener amigos o vecinos en esta situación «entonces actuamos y les preguntamos si quieren un par de horas de compañía».