El experto económico no prevé que la economía española sufra un revés ‘dramático’ a corto plazo.    | Gemma Andreu

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Después de convertirse en nuevo miembro de la Real Academia Galega de Ciencias (RAGC) hace apenas unos días, Antón Costas (Vigo, 1949) hace una parada en Menorca como invitado de lujo del encuentro sobre perspectivas y retos socioeconómicos para el año 2024 organizado por el Cercle d’Economia de Menorca.

Asiduo en la Isla, el Presidente del Consejo Económico y Social de España es una voz más que autorizada para hablar sobre los desafíos económicos más inmediatos en un momento marcado por las crecientes tensiones geopolíticas en Europa y Oriente Medio.

La escalada bélica entre Irán e Israel amenaza con un nuevo conflicto. ¿De qué manera nos podría afectar la inestabilidad en Oriente Medio? El precio del combustible lleva tres meses al alza...

—Desde el año 2021 estamos comprobando que todos los pronósticos agoreros informaban acerca del tremendo impacto que la covid y la guerra de Ucrania iban a tener sobre la economía. Se preveía que la recesión llegase a Europa y España en 2022 y no llegaba. Ni al mes siguiente, ni al próximo... Y no se han cumplido. Desde 2021, España está pasando por una especie de primavera económica no prevista.

Tengo la impresión de que a lo largo del 2024 la primavera continuará    y creceremos más de lo que indican los pronósticos oficiales y privados. Esa inercia de crecimiento se mantendrá en 2025. No anticipo un efecto dramático de la guerra en Gaza sobre la evolución de la economía europea y española. Sí, veremos algún tipo de impacto en términos de petróleo y energía. Pero si el cielo no se viene abajo, no será nada dramático.

¿Qué otros factores pueden explicar esta subida generalizada y constante de los precios desde el estallido de la guerra de Ucrania?

—Hay que hacer una distinción entre inflación y nivel de precios. El primero fue un fenómeno relativamente temporal que vimos durante el año 2022 y que muchos decíamos que iría remitiendo. Y así es. El BCE contempla que en junio, mínimo, pueda frenar las subidas de los tipos de interés porque se supone que la inflación va a estar por debajo del 3 por ciento. Hay que tener en cuenta que la inflación se mide en términos de porcentaje acerca del incremento del precio de este año sobre el precio del año anterior. Si el precio del año anterior ya era elevado, el porcentaje de esta subida es menor.

Otra cosa es el nivel de precios. La inflación seguirá yendo a la baja, pero el nivel de precios de algunos productos continuará siendo elevado y eso irá teniendo un impacto tanto en la capacidad adquisitiva como en el sentimiento social y político de muchas familias.

Como ocurre en el resto de España, en Menorca también existe un grave problema con la vivienda: es difícil encontrar y, sobre todo, a un precio asumible. ¿Cuál sería la solución para mitigarlo?

—Y no solo en el resto de España. También en otros países europeos y en Estados Unidos. La semana pasada estuve participando en unas jornadas en Lisboa con el anterior primer ministro portugués, António Costa, y otros miembros del gobierno. El problema de la vivienda es tan agobiante que el nuevo gobierno portugués se lo ha puesto como objetivo prioritario.

Es algo que no se resuelve si no es a través del aumento del stock de viviendas disponibles para alquiler social y alquiler asequible. La democracia española no ha tenido nunca una política de vivienda en términos de construcción y aumento del parque. Esto hay que resolverlo, pero no solo por la vía pública, sino también de la mano del sector privado. Una experiencia muy interesante está siendo la división de alquiler social y asequible de la Sareb, que de momento ya tiene 7.500 pisos en alquiler social en toda España. En vez de venderlos, la Sareb se está convirtiendo en una operador público estatal muy importante y tiene previsto utilizar sus terrenos y cederlos a 80 años a promotores inmobiliarios privados para hacer promoción de vivienda social asequible. Creo que hay capacidad para afrontar poco a poco el problema, pero no veo que sea posible solo desde la iniciativa estrictamente pública.

Cambiando de tercio, lo cierto es que los últimos datos oficiales indican que estamos en uno de los mejores momentos respecto a la creación de empleo. Pero no sorprende que sectores como la hostelería no encuentren trabajadores?

—Hay una celestina que tiene una gran capacidad para emparejar dos necesidades: la de que el trabajador tenga un buen empleo y la de que la empresa encuentra a alguien con capacidades para cubrir una vacante. Esta celestina se llama Formación Dual.

Las empresas tienen que dejar de quejarse de que el sistema educativo no les ofrece aquellos perfiles que necesitan y comprometerse, colaborar y cooperar con él para llevar a cabo programas de Formación Dual. No Formación Profesional con prácticas, ojo. Un reciente informe del Consejo Económico y Social sobre Formación Dual indica que todo aquel alumnado que ha participado en esta formación desde el curso 2016/17 mejora en sus trayectorias laborales. Y las empresas que participan en el programa retienen a un porcentaje muy elevado del mismo.

Este, insisto, es el camino para que, por un lado, muchas personas puedan tener buenos empleos y las empresas puedan tener aquel tipo de talento que necesitan. Y vale también para el sector turístico.

Precisamente, la temporada turística está a punto de empezar. Ya se empiezan a ver los primeros coches de alquiler y se avecina el gran dilema: ¿Hay que limitar las plazas turísticas? ¿Existe alguna fórmula para regularlo?

—El mundo ha cambiado en este inicio de década de los 20, como ocurrió en el mismo periodo del siglo pasado. Ahora el problema económico ya no es maximizar las cuotas de pesca, el PIB o el número de turistas.

El turismo es la industria más duradera en el tiempo que puede tener un país. En España, el turismo crece de manera sostenida año a año desde inicios de los años 50. Y lo seguirá haciendo. La cuestión es cómo hacemos que este crecimiento del turismo sea a la vez respetuoso con el capital natural, que en este caso es la Isla, la cual permite desarrollar la actividad.

Pero esto se tiene que resolver en Menorca con el diálogo entre todos los actores implicados. Es lógico que haya algunos que quieran crecer mucho, otros que digan que no... ese diálogo tiene que aparecer de abajo arriba para tomar soluciones compatibles con el crecimiento y la sostenibilidad. Ese es el gran reto del mundo en las próximas décadas. No es una decisión de Bruselas o Madrid. Tiene que plantearse en cada ámbito territorial al que afecte.