Mercè Rubió Boada, en una imagen de archivo. | JAVIER COLL

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Mercè Rubió Boada presentó el jueves su dimisión como integrante del patronato de la fundación que lleva el nombre de su padre, Fernando Rubió Tudurí. De este modo, el órgano de dirección de esta entidad se queda sin representantes de la familia directa del mecenas, situación inédita desde su creación en 1987.

En su carta de dimisión, Mercè Rubió relata los motivos de su decisión y critica con dureza a los directivos de la Fundación, entre ellos el presidente Hipólito Mercadal, a quien acusa directamente de su ostracismo «por los entresijos de una cueva de Alibabá».

Explica la hija de Fernando Rubió, como ya denunció la semana pasada este diario, que está totalmente apartada del día a día del patronato puesto que, desde hace ya más de un año, no puede viajar a Menorca ni le permiten participar de forma telemática en las reuniones. Narra que no recibe las actas de estos encuentros ni los otros patronos han aceptado que designe un representante. «Se me mantiene en situación marginal», comenta en la misiva.

La descendiente del ilustre empresario farmacéutico es también crítica con la gestión actual de la Fundación y asegura que conoce la actualidad de la misma a través de los medios de comunicación. La familia de Fernando Rubió y el resto del patronato mantienen desde hace mucho tiempo un pulso sobre el manejo de la entidad y, en concreto, sobre el uso y disfrute de la residencia ubicada en la finca de Mongofra.

Mercè Rubió fue presidenta de la Fundación hasta que fue despojada del cargo por una moción de censura, lo que atribuye en su carta a una maquinación orquestada por Josep Maria Quintana, quien acabaría ocupando esta función. Recuerda la afectada que los motivos de su salida fueron desmentidos por la Audiencia Provincial, sin ser, no obstante, restituida en el cargo.

El último episodio conocido de la Fundación es la adquisición de varios inmuebles para habilitar su sede.