Mujer sensible, implicada y solidaria, Joana Torres se pasa gran parte del día a caballo entre la tienda y la oficina-almacén en el polígono.  | Josep Bagur Gomila

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La vida la empujó desde muy joven a asumir responsabilidades y Joana Torres Pons (Ciutadella, 1964) no las ha rehuido. Sacó adelante a su familia y el negocio que aún regenta, luchó junto a su hijo contra la enfermedad y, de la unión, ha hecho la fuerza a la que se acogen el centenar de voluntarios de Aspanob para superar el trance de tener que lidiar con el cáncer fuera de casa. Su último reto es presidir la Asociación de Comerciantes en sustitución de Vicente Cajuso, «que me ha dejado el listón muy alto. Es una persona responsable, implicada y eficiente». De ella dicen exactamente lo mismo.

¿Desde cuándo está asociada?

—Desde los 90. Abrimos la tienda en 1980, el 7 de septiembre...

¿Recuerda mucho aquel día?

—Sí. Por la cultura de la época, que relegaba a las mujeres a un segundo plano, mi madre combinaba las labores de casa y la atención a sus tres hijos con el trabajo durante 22 años como cosedora para la fábrica de Patricia. También llevaba la contabilidad de la cantera de marés de Son Salord, que dirigía mi padre y, cuando los hermanos fuimos creciendo, vio la oportunidad de mantener la cotización y garantizarse recursos económicos para la vejez. Mi madre,Esperança Pons, era muy culta y quiso dar este paso. No le salió bien, porque cayó enferma, a los cinco años de abrir la tienda se fue y eso trastocó la estructura familiar. Mi padre no tenía su cultura, se llevó a mi hermano a trabajar con él en la cantera, mi hermana aún era muy pequeña y yo, con 18 años, quedé asignada a la tienda. Personalmente tenía otros objetivos. Me habría hecho mucha ilusión estudiar y ser profesora de matemáticas, pero no me arrepiento.

La desgracia la hizo espabilar muy pronto. Tuvo que ser un abrupto despertar a la vida.

—Sí. Con 18 años me vi al frente de un negocio y de una familia, porque mi padre era mayor y la estructura familiar se había trastocado por completo. Me tocó tirar del carro, de mis dos hermanos, del ámbito familiar, del negocio y hasta de la contabilidad de mi padre... Me ha fortalecido. Pasé de golpe de vivir en una burbuja a poner lavadoras, cocinar para seis y asumir muchas responsabilidades de las que entonces no era consciente. Pero tiré para adelante y aquí estoy.

¿Cómo ha evolucionado el negocio?

—En 1979 compramos la casa donde ahora está ‘Ca na Juana'. Había un gran patio y una cochera donde entonces se fabricaba calzado. Empezamos con un cuarto de solo 20 metros cuadrados que, poco a poco, ampliamos. A mediados de los 90 entramos en Tripijoc, una de las centrales de compras más antiguas, que mantuvimos hasta 2007, cuando ya nos disputábamos las campañas de Navidad con JAC y Toy Planet. Entonces entramos en Coinju, una cooperativa industrial de juguetes de Valencia, que en 2010 se transformó en lo que hoy es Juguettos. Ahora somos uno de más los 39    socios cooperativistas que hay en toda España.

¿Cómo les afecta la insularidad?

—Mucho. Ser casi la isla pequeña de la comunidad te lastra. Sacar una mercancía a la península resulta inviable, porque te come todo el beneficio. Mientras un proveedor de la península pide 300 euros para llevarle género, aquí te piden 1.000. Menorca es muy complicada.

¿Y el REB? ¿No compensan las ayudas al transporte?

—Queda mucho por hacer. Hay que colaborar sí o sí con las administraciones. La unión hace la fuerza. El comercio local da vida y, si se muere, se muere el centro de las ciudades.

¿Cuánto daño les hacen las compras por internet?

—Sobrevivir es muy complicado. Juguettos compite con las plataformas, Alcampo, el Corte Inglés… Es cierto que puedes comprar productos más económicos, pero somos competitivos. Se debería poner en valor el servicio que supone la atención directa.

¿Cómo lo combaten?

—Cuando Vicente Cajuso empezó, su hándicap era la competencia entre el polígono y el centro de Maó. En cambio, hoy la diferencia está en comprar en un pequeño comercio o por internet. Un compañero de junta tiene un punto de entrega de operadores como Shein o Amazon. Dice que de 750 paquetes que entran, 600 se devuelven, y eso implica. Supone una contaminación y un coste de movilidad muy alto que no repercute en la economía de nadie. Lo ideal es la economía circular. Si me compras un juguete a mi, luego yo podré comprar zapatos o ropa en comercios locales, y así seguir la rueda. Todos debemos aportar para que la economía sea sostenible.

¿Funciona su web de Xuroa para la compra directa de productos de la Isla por internet?

—Xuroa nació en plena pandemia y en un primer momento tuvo un impacto importante, pero luego no ha sido fácil, porque el transporte lo complica. Verá, cuando en 2021 quedó atrapado un gran buque de mercancías en el Canal de Suez se demostró la dependencia que teníamos de esas grandes navieras. El género que esperaba en septiembre me llegó en enero. Así que adelantamos la importación de marca propia y eso nos creó un excedente que afectó a la tesorería. Es muy importante que todos colaboraremos. Cuesta ajustar precios porque todos, desde el fabricante al vendedor, queremos vivir. Lo importante es revalorizar entre todos el pequeño comercio.

¿Por qué no han salido aún los vales de consumo del Consell?

—Es una iniciativa positiva que el comerciante y el consumidor reclaman. Los primeros vales, que tenían un valor de compra del 30 por ciento, ayudaron a la dinamización. Pero la última campaña del Consell bonificó el 100 por cien de la compra, hasta un máximo de 200 euros, y al comercio no le aportó nada. Quien tenía que comprarse un móvil, adquirió uno de 205 euros para que le saliera gratis y así los comercios no ganamos. Ahora trabajamos para mejorar la fórmula y lograr otro incentivo en otoño.

Hábleme de su faceta social. ¿Cómo llegó a Aspanob?

—Nos fuimos el 1 de diciembre de 2003 con una criatura de 4 años. Dejé media familia aquí y marchamos siete meses a Palma sin saber qué nos encontraríamos. Estás allí y no sabes cuándo volverás pero, mientras, debes poder vivir, comer... Necesitas apoyo psicológico y escolar. Para el niño, para ti y para los que se quedan. Necesitas un mínimo de serenidad para escuchar un diagnóstico feo y necesitas que un voluntario se quede con el menor para que tu puedas gestionarlo o, simplemente, llorar. Borja estuvo hospitalizado en la UCI y solo podía ir a verlo unas horas. Pero ahora hemos logrado que cualquier madre pueda estar al lado de su hijo las 24 horas del día.

¿Le apena no poder disfrutarlo cuando más lo necesitaba?

—Mire, marché con una tarjeta de la doctora del Verge del Toro con un nombre y un telefono. Y, cuando llegué a Palma, estuve un mes entero sin permitir que ni ella ni el psicólogo entrasen, porque no quería aceptarlo y creía que aquello era una mafia, que era imposible que unas personas a las que no conocía de nada me dejasen un piso. Además, que un niño estuviera enfermo de un mal dolent era tabú. Pero ahora estamos concienciados de que todos    estamos en el bombo del mal dolent. El Mateu Orfila nunca tendrá, por población, el equipamiento que necesitamos y debemos asumir como familias que hay que salir. Los 37 kilómetros que nos separan son un hándicap, y vemos a Mallorca como enemiga, cuando no es así. Son Espases es un hospital muy preparado. Y más cuando llevas a un niño que, en el mejor de los casos, tardará 10 años en recibir el alta y que, sobre todo en los dos primeros años, puede recaer.

¿Qué lección ha aprendido?

—Que no estás sola, la asociacion te arropa y conoces a personas que nunca te hubieras imaginado. Es una gran familia y lo que sufres lo puedes compartir. Veía a Borja jugar con otra niña enferma de Eivissa y pensaba: ¿Cómo son capaces, con lo que tienen? Los niños son capaces de vivir el momento. En cambio, nosotros sufrimos lo que hemos vivido, lo que vivimos y lo que creemos que aún está por venir.

¿Hay suficiente alojamiento para todas las familias?

—Los pisos de Can Granada se tuvieron que cerrar en 2020 y, entonces, el Govern habilitó 20 pisos que dan alojamiento en los momentos más próximos a la hospitalización. Los pisos estan a 8 minutos de Son Espases, y permiten ducharte, limpiar la ropa o preparar la comida. No tiene precio. Y puedes ir a llorar, que tambén es importante y necesario

¿Cuántas familias de Menorca están en esta situación?

—Estamos con el corazón en un puño porque este año aún no hemos tenido ningún nuevo caso de niño con cáncer, y eso agobia, porque la media son de dos casos y medio por año. Ahora hay unos 30 niños de Menorca, hospitalizados o en revisión, en este proceso. En Balears hay unos 50 casos nuevos cada año.

¿Cuánto recaudan al año?

—El presupuesto anual ronda el millonde euros, y Menorca aporta más de 100.000 euros anuales. Nos quejamos por tener que salir de Menorca, pero peor lo tiene una familia de Formentera, que por un temporal no pueda salir a Can Misses ni volar a Mallorca. Yo me he visto con Borja sufrir una bajada de defensas y no poder volar porque la pista del aeropuerto estaba helada. Por eso hacemos bolsa común y ayudamos a quien más lo necesita.

¿Qué le pide a la administración?

—Que colaboremos mutuamente y atienda nuestra reivindicación de hace 30 años para poder construir una residencia en el solar que tenemos pegado a Son Espases. Necesitamos este centro común para no dejar a ninguna familia en tierra de nadie.

¿Por qué no se soluciona?

—No sé contestarle, pues en 38 años han pasado gobiernos de todos los colores políticos, pero no perdemos la esperanza. Aparte de la gran angustia de un diagnóstico, no puedes tener también la angustia de no saber ni tener a dónde ir.

Ustedes están cubriendo un deber de la administración.

—Y ésta es consciente que nos necesita, que no llega a dar el trato directo que nosotros ofrecemos. Menorca sufre la falta de médicos. En Ciutadella no tenemos pediatras, sino médicos de familia. Y en Son Espaes hasta las tres estás cubierto por oncólogos, pero el resto del día no, aunque nos atiendan perfectamente. Creas una relación que va más allá de lo profesional. Yo he visto a oncólogos comiendo patatas con Borja o jugando con mi hijo.

De tanto tratar con la administración, ¿le han ofrecido nunca un cargo político?

—Sí, a nivel de Consell, pero ni yo como persona ni Aspanob tenemos color político. Cuando deje Aspanob, no será por este motivo.Además, soy demasiado transparente para hacer de político y no serviría.

El apunte

«Preocupa el recinto ferial, pero también que Es Migjorn se quede sin comercios»

El Govern ha abandonado el recinto ferial de Maó. ¿Peligra la feria de stocks?

—La situación nos preocupa, porque lo que aporta este recinto no nos lo da ninguna otra ubicación en la Isla. Por eso hay que evitar perder este espacio e invertir en adecuarlo. 40 expositores no los puedes colocar en otro sitio. 2.000 metros cuadrados no son tan fáciles de encontrar, y menos aún en un sitio con las condiciones requeridas.

¿Contemplan un cambio de ubicación, si no se solventa?

—Si tocáramos la puerta del Ayuntamiento de Es Mercadal, los tendríamos de nuestro lado para montar la feria allí, pero no es bueno cambiar de ubicación cuando, en 20 años, ha quedado probada la concurrencia en Maó. Tampoco nadie piensa ya en hacer la Fira del Camp si no es en Alaior.

Sigue habiendo dos Menorcas: la que abre los domingos y la que no. ¿Va a plantear la unificación de los horarios comerciales?

—Sí, pero más importante que la unificación lo es que pueblos como Es Migjorn Gran no se queden sin comercios. Hay una farmacia, un estanco… Pero ninguna tienda de ropa ni de calzado. Es preocupante.