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Dientes de leche
autor: Ignacio Martínez de Pisón
género: Novela
editorial:Seix Barral
edición: Barcelona, 2008
páginas: 382
precio: 20 euros

J.C.
Madrid
La carrera ascendente del zaragozano Ignacio Martínez de Pisón toma nuevos bríos con la publicación de la novela "Dientes de leche", verdaderamente espléndida, bien ideada e inteligentemente construida. Las dotes que demostró en "Carreteras secundarias" se confirman en esta ocasión y a buen seguro llamará la atención a quienes ya seguían su trayectoria.
Martínez de Pisón (1960) lleva años entregado a este menester de la escritura y hasta ahora ha revalidado las esperanzas que concitó desde el primer momento. A estas alturas ya tiene en su zurrón una docena de libros, entre los que destacan la recopilación de cuentos "El fin de los buenos tiempos" (1994) y las novelas "María bonita" (2001) y "El tiempo de las mujeres" (2003). De la anteriormente citada, "Carreteras secundarias" (1996), se han realizado dos versiones cinematográficas.
En "Dientes de leche" se narra la vida azarosa (melodramática en ocasiones y risible, otras) del italiano Raffaele Cameroni, quien llegó a España con las tropas voluntarias italianas que enviaba el Duce a combatir con los soldados de Franco y aquí se quedó para siempre. Le gustó la vida española, la manera de ser de sus correligionarios, las facilidades que le daba la ideología compartida, que se podía traducir en negocios suculentos. Aquí formó un hogar y trató de trasfundir sus ideales a los hijos primero y al nieto después, al que viste con la camisa negra todos los 2 de noviembre, cuando se reúnen los cada vez más viejos camaradas para homenajear a los caídos de las cruentas y ardorosas batallas de su juventud.
Ideales concebidos y ejecutados en momentos de romántica entrega, pero que con el paso del tiempo se convierten en algo mucho más material y prosaico. La necesidad de sobrevivir y de progresar en años de dureza e incertidumbre le hacen aplicarlos a las cuestiones cotidianas con un pragmatismo que tiene muy poco de espiritual. Pero no fue el único, evidentemente. Y al final aflora toda la carga de farsa que tiene la vida cuando se sustenta en bases poco sólidas.