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José María Pons Muñoz
Más que una feria de arte, ARCO se ha convertido en el gran bazar de los galeristas. Un supermercado del arte, más en puridad -según mi opinión- un gran sofrito de casi todo, donde acuden artistas para ver las tendencias de lo que actualmente se cuece en el mundo del arte. Arte que es cada vez menos arte, para dejar paso al "todo vale" en nombre de esa gran herejía a la que llaman modernismo, donde ya no hace falta saber dibujar ni tener capacidad para la composición, ni tan siquiera conocer nada sobre la armonía de una paleta personalizada, antes sagrada a fuerza de unos colores y unas texturas que en si mismas hacían inconfundible al artista.
A ARCO acuden más de uno y más de una a que lo vean, y si es posible, a contar antes, mientras o luego, en alguna hoja de periódico, sin pudor ninguno, sus ignorancias sobre arte.
A ARCO acuden los que acuden (que son una mayoría) cuando la prensa, la televisión o la radio los convoca para cumplir con esa humana singularidad del gregarismo, que masifica espacios donde la inmensa mayoría, como es el caso, van y vienen como quien está en el bosque y no encuentra leña para hacer fuego. No son pocos los visitantes que casi ni miran, y en consecuencia sólo tiene predisposición a considerar arte porque están en una feria de arte, lo que necesita según mi opinión mucha voluntad o una dosis importante de ignorancia para considerarlo como tal.
A ARCO también acuden por eso, verdaderos expertos, críticos reputados, fiables y además insobornables ante todo aquello liberado de cualquier asomo de condición artística por mucho que algún que otro soplagaitas haya ponderado en letra impresa o difundido en otros medios, dándoselas de crítico modernista con cursis argumentos la obra de tal o cual artista, que en algunos casos, a veces demasiados, no debería por higiene artística figurar en ninguna feria, porque desde esas actitudes de críticos de pacotilla se viene a causar un grave daño al mercado del verdadero arte, logrando incluso que la obra de más de un inepto se cotice. Y así se llega al esperpento de haber coleccionistas y galeristas que pagan o ponderan un nombre en vez de pagar y ponderar una obra.
Siempre tuve en este punto una posición inamovible, que es la siguiente: la obra es lo que debe de hacer el nombre, porque lo que se admira de lo que se mira es la obra. Dicho de otra manera, se dan algunos casos en que un artista sin gran nombre ha logrado que una de sus obras sea maravillosa mientras que otro con un nombre consagrado puede (y así sucede tanta veces) pintar un cuadro, hacer un busto, una fotografía, escribir un libro o cualquier otra expresión artística, cuyo resultados sean calamitosos, por muy famoso que sea su autor. Entonces el crítico no debe dejarse engañar, no debe catalogar de bueno lo que no lo es, llámese su autor Pedro o Don Pedro. Si así no lo hiciera, más le vale que se dedique a otro oficio.
Otro acontecer bastante fuera de lugar de lo que yo busco en ARCO es lo que de un tiempo a esta parte se ha dado a llamarperformance. Pasa, si se me permite extrapolar, como con algunas farmacias, que hoy en día hay desde productos de belleza a productos gastronómicos.
En el IFEMA me di casi de bruces con un individuo que lucía un cartel sobre el pecho, con letras bien gordas, que decía: "CARMINE CAPUTO DI ROCCANOVA BUSCA ESPOSA". Un tío, ya digo bien trajeado, con una bolsa de plástico a su vera (se supone que con alguna compra dentro), allí en medio del pasillo más concurrido de ARCO, y el tío más tieso que un ajo. Y la gente venga a hacerle fotografías, incluso algún incauto entrevistándolo. Dios sabrá para qué medio. Pues esa es una de esas tontorronas provocaciones que no debería de estar en ARCO, a las que ahora llamanperformances, y que se pretende que tiene algún componente artístico. Pues para mí, tengo muy claro, que aunque eso supusiera ir contra toda corriente establecida, que venga a otorgar la condición de crítico en arte, jamás de los jamases aceptaré como arte a un sujeto y su cartel anunciador en medio de un pasillo por el que iba y venía agavillada una aglomeración de personal.
El país invitado (Brasil), vino a la feria del IFEMA con 32 galerías previa selección y organización de sus dos comisarios, Sergio Duarte y Dos Anjos, que tuvieron la feliz idea de seleccionar a los artistas en vez de a las galerías como desgraciadamente es la costumbre. En total 157 galerías, de ellas 67 eran españolas. Con representación tan nutrida por parte de España, se podría pensar que todas las autonomías o regiones españolas debían estar presentes. Pues mire usted, no señor. No había nada de Cantabria, Galicia, Aragón, Murcia, Valencia, y de Andalucía sólo estaba la galería de Ortiz de Sevilla.
La directora de ARCO, Lourdes Fernández, no sé si se habrá dado cuenta de que las galerías españolas eran básicamente de Madrid y Barcelona. Las galerías asiáticas sí estaban presentes: Artside Gallery, Beigiag Art Now, etc.
Pude ver lo bueno de siempre: Fernando Botero, Picasso, Juan Gris, Joan Miró, Canogar, Guinovart, Gargallo, Alberto Sánchez, le Corbusier, Julio González, Matta, Benjamín Palencia, entre otros.
Bernardí Roig
Me gustó el expositor del diario "El Mundo", que mostraba obra del mallorquín Bernardí Roig, una obra inquietante, pero muy interesante por su magnífica ejecución. Estoy de acuerdo con Pilar Ribal cuando la califica de "una nueva reflexión en torno a los márgenes de la escultura". Les aclaro, para quienes no estén al corriente, que lo de Roig es arte contemporáneo, y evidentemente trasgresor, que seguro que dejará su impronta nada más y nada menos que en la Catedral de Burgos en la que va a trabajar.
Cuando he dicho que pude ver lo bueno de siempre, no he nombrado a Saura ni a Tàpies, ni tampoco por eso a Chillida, cuyas obras siempre están presentes en ARCO. Lo que pasa es que a mí no me gustan, ni siquiera un poquito. ¡Hombre, figúrense! Un pedazo de lienzo con unos goterones, una raya negra de la anchura de la mano cruzando el lienzo. Todo ello de un negro de ala de cuervo. Ya me dirán ustedes qué cosa es y qué arte es ese. Por mucho que alguno se le caiga la baba. Verdaderamente hay babas que se caen con el vuelo de una mosca, si no, no se explica. En cualquier caso, para comprar arte, o al menos el arte que a mí me gusta, es mejor ir a Basilea y pasarse por Art BAsel que a ARCO.
No quiero dejar de decirles que por fin este año pude ver algo de acuarela en ARCO, y que además, por cierto, era buena, de Michael Kalmbach.
Una galería estadounidense que se estrenaba en la feria, la de Charles Cowles Gallery, trajo buena fotografía de John Divola. Como ustedes saben, Divola ya es un fotógrafo veterano, pero que tiene una técnica muy depurada y personal. Me gustó. Sin embargo, esperaba otra cosa de la fotografía de Douglas Gordon, y de Jeff Wall. Creo que a ARCO hay que ir, si no con lo mejor, por lo menos con lo bueno que uno tenga.
Ya saben ustedes que de un tiempo a esta parte, por las mismas fechas, se celebra en Madrid una feria paralela a la de ARCO, Art Madrid, en la Casa de Campo, Pues miren, para mi gusto, mejor que en ARCO, aunque sólo con 90 galerías, que tampoco está mal. Por Art Madrid también estaba Saura, Tàpies, Feito, Valdés, Juan Gris, Barceló, Miró, Chillida, Gordillo, Picasso, Canogar, Rafóls, Carmen Calvo, Arroyo, Palazuelo, Mompó, etc. Muy bueno lo que trajo a la Casa de Campo la galería Clave, de Murcia, con una serie de esculturas realistas de magnífica factura, además de una fotografía estupenda. Me gustó mucho la pintura realista de VAL i 30.
Concluyo diciéndoles que cuatro días, sin solución de continuidad, me los he pasado entre ARCO y Art Madrid, viendo nada más y nada menos que 247 galerías. Disfrutando o no de buena, muy buena, regular, mala o incluso malísima obra. Pero es lo que tiene ser, no digo ya riguroso, si no simplemente negarme a incrementar el número de tontolabas que ven arte donde no lo hay. Y lo malo no es eso, lo malo es que cuando tiene arte delante, no se dan cuenta. A estos eventos acudo teniendo para mí claro que es más lo que uno ignora que lo que uno sabe. Por eso, sigo dedicándole durante el año muchos días al bello ejercicio de convivir con el arte.