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Dino Gelabert-Petrus
redactor
Soy un fan de los deportes minoritarios. Si usted, apreciado lector, es un consumidor habitual de este suplemento, se habrá dado cuenta de que últimamente se está haciendo una apuesta fuerte por los deportes que necesitan más publicidad que el fútbol, el baloncesto o el tenis, para recabar adeptos y que los monitores puedan seguir trabajando, como lo han ido haciendo año tras año, 'hasta el infinito y más allá'.
Natación, bádminton, patinaje, y ahora gimnasia artística, han sido los primeros deportes que han caído en las zarpas literarias del aquí a la izquierda firmante. Si usted es un jugador de parchís empedernido, una potencia mundial en el arte del ajedrez o un manitas en la petanca, ¡no está sólo en el mundo!
La maravilla del deporte minoritario son los secretos que guarda. Es fácil decir que el curling no nos gusta, pero que levante la mano quien no se haya quedado embobado durante unos minutos delante del televisor tratando, estérilmente, de descubrir las reglas y el 'leit motive' de tan apasionado juego. Mucha gente sabe qué es. Pues el mismo sentimiento despierta la gimnasia, los bolos o el rugby. Una colección de normas que cuanto más se nos explica, más complicado nos parece. ¿Qué es sino un reto?
Salirse de lo habitual no es raro, ni tiene que despertar pavor. Las chicas ya son habituales en el fútbol, que los niños no tengan pudor a la gimnasia, o a la danza. La magnificencia del deporte minoritario es que una vez catado, te abraza con finos lazos muy difíciles de romper. Menorca, por tradición, debería tener campeones del mundo de deportes acuáticos y de modalidades ecuestres. A Menorca le vendría bien una nueva generación de Jordi's Triay's o de Chloe's Morris.
Deportistas que, practicando deportes menos afortunados que el balompié o el baloncesto, han sido capaces de abrirse un hueco en el día a día deportivo. No me olvido, por supuesto, de la hombrada ciutadellenca en las diferentes modalidades de tiro olímpico en los últimos Island Games en Rhodes. Ellos son los deportistas que se merecen cobrar y demás parafernalia que acompaña a las estrellas deportivas.
A veces merece la pena pararse sólo por un momento y observar el ecosistema de deportes minoritarios. ¿Una escuela está vacía por la tarde? No. El que no se lo crea que se pase cualquier tarde por el polideportivo del Colegio Virgen del Carmen y, de paso, que dé recuerdos a Carlos Daroca y Pepe Costa, que se tome una Coca Cola en la pista de la Unión, mientras vuelan los 'ángeles' de Mary Mier o que aprenda qué es la paciencia en una clase de Loreto Olives. Aunque no se lo crean, hay vida antes, durante y después del fútbol.