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RAQUEL MARQUÉS DÍEZ
Anda que no! A estas alturas una cree conocer de antemano las triquiñuelas que utilizan algunos estudiantes para aprobar con nota su "salto" a la vida moderna. Ya saben esa queridísima Selectividad que hay que superar para lograr la llave hacia una exitosa carrera universitaria que, con el tiempo, les reportará una nómina mileurista. En el mejor de los casos percibirán, pues, 166.386 de las antiguas pesetas que emplearán en hipotercarse hasta las cejas por un pisito con el que culminar un proyecto de futuro que ahoga a las nuevas generaciones de médicos, matemáticos, abogados, arquitectos y, ¡claro está!, periodistas. Por poner un ejemplo.
Pero hasta la fecha, y hasta que esta semana no lo leí en "Diario de Mallorca", desconocía por completo a los nuevos cocineros de las chuletadas tecnológicas. Según cuenta la noticia, casi la mitad del alumnado admite que copia, ya sea por obra y gracia de recursos tradicionales (bolis bics grabados con ecuaciones, mini papeles con la fórmula de la nemotecnia...), o -y aquí viene mi pasmo- mediante diminutos audífonos diseñados para policías o escoltas.
Cual película de James Bond, los más osados se colocan un "pinganillo" (de esos de Telediario) para hablar y -lo más importante- recibir desde el exterior las respuestas correctas de cada materia. ¿Y los profesores?, se preguntarán ustedes, muy simple, no les queda otra que adquirir inhibidores de frecuencia. Kafkiano, ¿no? Pues así se las gastan en las aulas. Lo increíble del caso es que la Red oferta este tipo de artilugios a un precio de entre 600 y 1.000 euros. Es decir, que ciertos vendedores virtuales tienen un chollo con la Selectividad.
Hay espías por todas partes, y yo en la inopia. Ya lo advirtió Montesquieu: "Hay que estudiar mucho para saber poco".