TW
0

RAQUEL MARQUÉS DÍEZ
Con la portentosa noticia de que un equipo de científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad Politécnica de Valencia están desarrollando sensores y técnicas de "lenguas" electrónicas que permitan optimizar el proceso de curado del jamón y ayuden a detectar posibles alteraciones microbianas, inauguramos nuestrasCrónicas kafkianas. PorqueCulturàliatambién se debe a ese lector fiel de prensa seria que se atraganta con la actualidad política y financiera. Precisamente por ello y porque nos atoran los titulares con la palabra "crisis" y tanta página de color salmón, algún domingo que otro haremos la vista gorda y miraremos hacia el lado más amable de los mass media para analizar hasta qué punto pueden afectar a nuestras vidas las revelaciones periodísticas más singulares. Quede dicho de antemano que estas píldoras en tono desenvuelto no pretenden herir sensibilidades ni de reporteros ni de protagonistas directos de la noticia...
Jueves 2 de octubre. Los periódicos digitales se hacen eco de que el CSIC se implica en un proyecto de "lenguas" electrónicas para catar el jamón curado. La primera reacción es la de cualquiera, somos humanos y por tanto demagógicos, así que nos cuestionamos: "vaya, ¿es en eso en lo que el Estado se gasta el dinero para la investigación?, pues ¡menudo chasco!...". Acto seguido, pasamos a imaginarnos viviendo en una ciudad del futuro donde primero son las lenguas y después el resto del cuerpo de los replicantes a loBlade Runner(Ridley Scott, 1982).
Creyéndome en la poseedora absoluta de la información más estrambótica del día, resulta que esas dichosas "lenguas" surgieron con anterioridad para catar vinos de manera que pueden testar su calidad e, incluso, la edad del mismo. Increíble. No es que me importen mucho los caldos, pero estarán de acuerdo conmigo en que con las cosas de comer no se juega y menos con el jamón, cuya producción en nuestro país supera los 40 millones de piezas. Según los responsables del trabajo, con estas nuevas tecnologías los productores podrán conocer el estado de los jamones y modificar el proceso de elaboración si fuera necesario. Por lo que dicen los expertos, todo un lujo. Pero a efectos de la calle, el lector no hace sino fantasear con los lametazos electrónicos a una pata de jabugo que estas navidades le costará un ojo de la cara porque en el lote de la empresa ya hace siglos que no hay ni rastro de la pierna del gorrino. Y de eso, claro está, ni ciencia ni Gobierno entienden mucho. Ya me figuro la Nochebuena: "¡Manolo! corta las lonchas con cuidado, a ver si en un descuido del CSIC te aparece una lengua de ésas..."