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RAQUEL MARQUÉS DÍEZ
Ocurrió un lunes de lo más desangelado. Era de noche. Las diez. Más bien las once, para ser exactos, porque a efectos reales la naturaleza no entiende de tiempo ni de cambios horarios. Poco le importa a ella tener que mirar un reloj de pulsera... Andaba yo resignada por el precio del oro negro, teniendo fe en el reciente aviso de Trichet de bajar en noviembre los tipos de interés, en definitiva, elucubrando en cómo se habían sucedido los acontecimientos de una muerte anunciada, la del capitalismo. Pues bien, en eso iba mi cabeza cuando frené y recogí a una joven autoestopista. Creo que era más teenager de lo que aparentaba. Ya saben, el rimel hasta las cejas confunde a cualquiera. Paré, pues pensé salvarla así de algo o de alguien (sí, lo sé, es lo que tiene ver demasiados capítulos online de "Perdidos" ...) Total, que se subió a mi coche y me dije: "vamos a ver cuáles son las preocupaciones de los adolescentes de hoy". Pero durante un corto trayecto de tres kilómetros flipé tanto o más que las "chupipandis" que quedan en las plazas para hacer botellón. Entró con unos casquitos que vociferaban una música ininteligible y sólo despegó sus labios para interesarse por el lugar exacto de la urbanización donde la iba a dejar. Ni más ni menos. Hice la buena obra del día con aquella mudita tan embelesada por su mp3 que no creyó oportuno desprenderse los auriculares pese a la súplica de sus tímpanos. Un "poquito de por favor...", no es que pida gran cosa, ¿o sí? Entonces la disculpé. Habrá tenido un disgusto, estará escuchando el disco de su vida, no esperaba que la cogiera un carromato de doce años con una conductora plasta y dicharachera abordo... Llegamos y se apeó. No me dio las gracias. Se escabulló en la oscuridad. Perpleja por la situación, allí, a la altura del STOP, me di cuenta de que yo tampoco hice amago alguno por mediar palabra... Durante algunos minutos me sentí estafada por la vida, luego seguí mi camino, subí el volumen de mi equipo de música y Rufus Wainwright continuó cantándome al oído.