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Rubén Pérez Atienza
The Cure es uno de esos grupos que siempre odiaron nuestros padres, por lo de peludos, ambiguos, ruidosos y estar embadurnados de maquillaje; pero con el camino que lleva la banda inglesa, en poco tiempo serán sus nietos los que acudan a sus conciertos, se compren (bajen) sus discos y vayan a sus conciertos. Sirva como ejemplo el caso de los Rolling Stones, otros incansables, y nuestros abuelos.
32 años de carrera musical se dice pronto, un periodo durante el que han tenido tiempo para grabar 16 álbumes de estudio, cuatro recopilatorios y otros tantos discos en directo. Casi nada. Recientemente ha salido a la venta su último trabajo "4:13 Dream", tan esperado como ligeramente decepcionante. Aunque con las canciones de Robert Smith nunca se sabe, ya que tras unas cuantas escuchas, lo denso, como por arte de magia, se convierte en luminoso cuando descubres las múltiples capas con las que cubre sus composiciones.
Smith es el único superviviente de la formación original, habiendo desfilado desde 1976 ni más ni menos que 16 músicos por el grupo. Pese a ello, el sello de The Cure ha permanecido siempre reconocible.

Punto de partida
El grupo surgió de las cenizas de dos proyectos fallidos, The Obelisk y Easy Cure, para en 1979 grabar su primer trabajo, "Three imaginary boys", editado un año después en Estados Unidos bajo el título "Boys don't cry", que incluía un tema homónimo que se convirtió en su primer éxito internacional junto al corte "Killing an arab", canción que nació tras la lectura de la novela de Albert Camus "El Extranjero".

Golpe de efecto
Sus siguientes trabajos fueron los más oscuros de toda su carrera, pero todo cambió con la edición de "The head on the door" (1985), quizás uno de sus LP's más completos, en el que se podía escuchar la que sin duda es la canción más radiada en la historia de la banda, "Close to me". La popularidad obtenida les anima a grabar un disco doble y más luminoso que los anteriores: "Kiss me, kiss me, kiss me" (1987), un éxito internacional que a la postre tuvo un efecto negativo sobre Smith, quien anunció que su siguiente disco serviría para poner punto y final a la aventura.

La obra maestra
Curiosamente, el que estaba llamado a ser su último disco llevaba por título "Disintegration" (1989), un trabajo en el que recuperan su estética más oscura y con ella a los fans de la primera etapa, la menos comercial. El CD incluía once temas sin desperdicio alguno que les pusieron de nuevo en el lugar que ellos querían y a la postre sirvió para que continuaran adelante.

El declive
Tristemente, en los años posteriores apenas dieron en la diana un par de veces, una de ellas con la canción "Friday, I'm in love", del álbum "Wish" (1992). Con el resto de los intentos (cuatro discos) les resultó imposible superar la barrera de "Disintegration", entrando en un declive progresivo del que "4:13 Dream" no ha logrado sacarles. Sin embargo, no perdemos la esperanza de que un día, después de que se planteen dejarlo y no lo hagan, vuelvan por sus fueros.