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Raquel Marqués Díez
Leo enEl Paíscómo un grupo de rock anuncia con todo su descaro que ensaya por elMessenger. Echo un vistazo a la información y me pregunto dónde quedó el espíritu Wood­stock. Luego recapacito y asumo una evolución que va tan deprisa que no merece la pena leerse el manual de instrucciones. Los músicos de videoconferencia en cuestión se hacen llamar The Monomes, y suenan bien. Explica este diario que Rafa, Eddie, Edward y David se aprovecharon de las nuevas tecnologías para seguir con su sueño en la distancia puesto que cada uno cursa sus estudios en ciudades diferentes. Graban las líneas instrumentales en mp3 y las reorganizan junto a las letras mediante un, suponemos, numeroso ir y venir de emilios. Comento la noticia con un amigo que representa el eslabón perdido que va de Pink Floyd a Beyoncé. Gaby es un romántico de la música que lleva sus púas de guitarra a todas partes. No cabe decir que esta historia le ofende. Con sus argumentos defiende a capa y espada el hecho de que unos jóvenes estén dispuestos a todo para no perder el hilo de su banda, pero echa por tierra los ensayos webcam que, dice, comienzan a proliferar entre grupos a los que sólo les mueve los beneficios comerciales. "Piénsalo bien, ¿dónde queda ese colegueo de local de ensayo?, es fácil que este sistema acabe con elfeelingde cualquier formación", me comenta. Le doy la vuelta a su discurso sobre la muerte del artista auténtico y me recreo en lo grande que es poder desarrollar un proyecto musical comenzando el viaje en Sidney y acabándolo en París.
Amigo Gaby, los tiempos han cambiado.