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Raquel Marqués Díez
Me indigna que Obama quede en unburgercon el alcalde de Washington, me muerdo la lengua, suelto cuatro improperios mentales y me pongo el traje de los lunes, porque cuando no se es presidente electo de una nación hay que ir a ganarse las habichuelas y, encima, apechugar con la cuesta de enero. Detesto que la semana comience con un acto gratuito de compadreo político. Con su gran bocadofast fooden el Ben's Chili Bowl, Barack le dice al mundo que a él no se le caen los anillos por comerse una salchicha de cerdo y carne de vaca con mostaza, cebolla y chile cual humano más mortal. Pero mientras el líder we can degusta un aguado té helado dementirijillaal Planeta se le caen las sortijas y otras muchas más cosas. El convencimiento mediático es grande y absurdo. En la Cultura, en los últimos días se destapa que un poema atribuido por error a Neruda circula por internet con total impunidad. Hablan las agencias de versos convertidos en una bola de nieve que ha alcanzado todo el país y me imagino a unhackerque, aburrido por el crudo invierno, se dedica a ser el Tomàs Molina de la Red. Al menos, dentro de todo este embrollo, el poema, en esencia, no es ninguna patraña:Muere lentamente quien no viaja/ quien no lee,/ quien no oye música,/quien no encuentra gracia en sí mismo./ Muere lentamente/ quien destruye su amor propio,/ quien no se deja ayudar... Algo similar sucedió con un texto sobre las maravillas de la vida atribuido a Borges o con el famoso apócrifo de Márquez.

Una escritora brasileña ha contactado con la Fundación Neruda para esclarecer la autoría de unos versos que, sospechosamente, coinciden en gran medida con su obraA Morte Devagar. Toda historia tiene un final. Empiezas el lunes con el mordisco de Obama y acabas la semana junto a los nerudianos preguntándote por qué le encasquetan a un maestro las letras de otros. Me devano los sesos y concluyo: hace ya tiempo que no entiendo el mundo.