Raquel Marqués Díez
Después de partir peras con el capitalismo, ergo desayunar cada mañana con un nuevo expediente de regulación de empleo que me agria la leche, decido donar mi cuerpo a la Ciencia. Me compro una bata blanca en los chinos de la esquina y farfullo en la cocina durante tres días enteros hasta lograr la fabricación casera de una partida de cápsulas de mi vida. Meto las píldoras en un botiquín de diseño (por aquello de impresionar al rival) y marcho a mediar con el Gobierno. Los trámites burocráticos no me dejan pasar de la ventanilla para paisanos con casos imposibles, pero aún así logro venderle la moto a un funcionario estupefacto que se hace con cinco de mis grageas a cambio de colarme en el gabinete de prensa de Moncloa.
Menorca | Migracion
Com més mar, més vela
Felicidad en píldoras
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