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Raquel Marqués Díez
Ya creía haberlo visto todo en esto de los servicios a domicilio. Pero no. Sus impulsores agudizan el ingenio hasta límites insospechados hasta el punto de que la teletortilla, el teledesayuno (con suplemento de prensa incluido) o la telemascota (para alimentación y paseo de felinos y canes domésticos) se han quedado desfasados. Me hablaban el otro día de los cuentistas a domicilio. Esta iniciativa comenzó con relatos personalizados donde los más pequeños se convierten en protagonistas de los cuentos de siempre, es decir, en pulgarcitos, cenicientas, blancanieves o gatos con botas de la vida moderna. Con el tiempo estas originales redacciones han derivado en pintorescas reproducciones del día a día. O sea que uno ya puede darse el gusto de inmortalizar en una historieta su propia existencia o, en el mejor de los casos, la que le gustaría habitar. ¿Qué haría usted si le tocara la varita mágica de uno de esos escritores caseros?