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Horacio Alba

Durante tres años estuve organizando en laFira del Llibrede Palma un ciclo de conferencias que llevaba por títuloEls llibres dels lectors. El objetivo de dichas conferencias era invitar a amigos y conocidos a que hablasen de su experiencia lectora a través de un libro en particular que, por alguna razón, les hubiese "marcado". Para mi sorpresa ninguno de los invitados dudó un solo instante a la hora de elegir el libro en cuestión, es decir, que todos, lectores avezados, tenían claro que había un libro que siempre les acompañaría. Por esas agradabilísimas jornadas pasaron La educación sentimental, de Flaubert;El hacedor-éste elegido por Agustín Fernández Mallo, en aquella época codirector junto conmigo de la revista de creacióncasatomada[revista dilettante de arte laxo] y reciente finalista del Premio Anagrama de ensayo-;Las mil y una noches;La novela de ajedrez, de Stefan Sweig;Mortal y rosade Umbral; o las dos que yo mismo elegí para intervenir,El estenotipista de la Academia Universal, de Alberto Escudero, una de las mejores y más lúcidas y lúdicas novelas publicadas en España en los últimos veinte años y, cómo no,Rayuelade Julio Cortázar y de la que ahora me encargaré.

Tras las charlas y la cena con los implicados siempre volvíamos, obviamente, al tema de la lectura, a sus posibilidades, a sus tesoros escondidos, pero siempre intentando no caer en la magnificación en la que caen algunas personas que creen que dicha acción -la lectura es acción aunque parezca lo contrario- encierra un valor superior parecido a la piedra filosofal capaz de transformar radicalmente a aquel que a ella se aproxime.

La idea de la lectura como experiencia transformadora se da muy de cuando en cuando y siempre que el lector sea un lector que practique la "despaciosidad" como quería Nietzsche y que dé, obviamente, con un libro que sea capaz de encerrar en sí mismo cuestiones que, con el paso del tiempo, ofrecen nuevas posibilidades de lectura, de relectura ("El verdadero placer está en la relectura" no dejaba de repetir una y otra vez una profesora que tuve en la UIB), es decir, que no se basan ni en la originalidad de la trama, ni en la excelencia de su lenguaje -estos elementos ayudan a la perpetuación de una obra en nuestro bagaje-, sino en las puertas que abre en el lector en el terreno de la reflexión en torno a problemas que el ser humano no ha solucionado todavía.

No se trata de un tipo de lectura comprometida, social o politizada sino de una literatura que implica al ser humano o bien en su totalidad, o bien en algún aspecto que lo define o ha definido en un momento de la historia. He ahí la condición para que una lectura -un cuadro, una película, una canción o un poema- produzca la impresión empática que se va renovando con el tiempo y de la que nunca parece que extraemos la última lectura. En términos que popularizados por Umberto Eco hablaríamos de una "obra abierta" pero en relación con los contenidos más que en el plano formal.

Y es en ese sentido que para mí ha sido importanteRayuela, un libro que leí por primera vez, sin enterarme mucho la verdad ya que tenía quince años cuando una profesora en prácticas nos habló de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Recuerdo que en las primera lecturas me quedaba con lo superficial; la historia de amor entre Horacio y la Maga (recuerdo llevar siempre el capítulo 7 en el bolsillo para leérselo a las chicas), el surrealista capítulo del tablón. Pero, a medida que mi lectura se iba haciendo más madura y mis conocimientos iban ampliándose empecé a descubrir nuevas lecturas, nuevos contenidos que hasta el momento no había tenido en cuenta. Y aún hoy sigo leyendo Rayuela cada año haciendo coincidir su inicio con el día de mi cumpleaños y leyendo un capítulo por día, un año haciendo la lectura lineal y otro siguiendo el "Tablón de lectura." Todo un placer que espero pacientemente cada 8 de julio.

Creo que el resumen perfecto de esta relación con un libro que nos acompaña la encontramos enRayuelacuando Cortázar nos dice en la presentación lo siguiente: "A su manera este libro es muchos libros". Podemos aplicar esta observación a todos aquellos libros que contienen en sí mismo muchos libros, es decir, muchas lecturas, pero que también necesitan del lector que quiera, y sepa, extraer esas lectura como Borges decía: "Ojalá seas el lector que este libro necesita".

Si estas reflexiones no son suficientes para que lean y relean, siempre pueden dejarse seducir, ahora que llega el verano, por el slogan que utilizo en mi libreríacasatomada(nombre que da título a un cuento de Cortázar): "Leer adelgaza".