TW
0

Raquel Marqués Díez

En una semana he sobrevivido a una macro mudanza (con el varapalo incluido de descubrir que soy Diógenes), y a que un colaborador me llame hippie -vía "Culturàlia"- por habermedesfeisbukeado. En resumidas cuentas, he experimentado en mis propias carnes lo que Gilles Lipovetsky señala en su obra "La felicidad paradójica": "Oscilando sin cesar entre pesimismo y optimismo, depresión y excitación, abatimiento y euforia, sensación de vacío y proyecto movilizador, la moral del individuo hipermoderno es un yoyó".

Me topé con Lipovetsky en pleno apogeo universitario. En aquellos años mimaba casi a diario las páginas de "La era del vacío", pues que a una veinteañera le revelen el súmmum de la estupidez humana siempre es un shock del que creo ya no te recuperas de por vida. Las letras del filósofo y sociólogo francés son del todo recomendables. Lipovetsky tiene un don para radiografiar a una sociedad que se sirve del hiperconsumo para darle esquinazo a la soledad. En 2009 (el año que nos toca, pero que en esencia será igual a 2099) un cardiólogo ausculta a un individuo moderno y modelo aquejado de arritmias por la ansiedad que le produce equipararse a su vecino de status. El facultativo ya no se sorprende de que elpo-pónde sus latidos se haya tornado tan material como su Visa. El paciente -cual enfermo imaginario- busca lo auténtico en lo espurio y, al final, sólo pone voz e imagen a una carcasa con la que logra apresar su alma.