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José Julio Tornel Marín

Las bandas sonoras son una de las manifestaciones más representativas de la música de consumo actual. Como soporte sonoro del cine, constituyen una de las vías principales de relación entre los jóvenes y la música. Este artículo presenta las bases teóricas que nos ayudan a entender el fenómeno de la música en el cine a la vez que propone un recorrido por su historia y aspectos más significativos.

Podría pensarse que la relación entre la música y el cine empieza en los años 20 con el desarrollo del cine sonoro; no obstante, ya en el cine mudo observamos elementos musicales relevantes. Así, más allá de un mero acompañamiento musical de la película poco imbricado en la narración visual, encontramos un paralelismo formal en la estructura de ciertas películas con las estructuras propias del lenguaje musical. De esta manera, se crea una simbiosis en lo referente a dos lenguajes narrativos en apariencia diferentes como son el auditivo y el visual. Nos referimos a cuestiones tales como el ritmo o la estructura narrativa. Podemos destacar a directores como Murnau con su Nosferatu, Una Sinfonía de Horror o Amanecer, una canción de dos personas; y a Carl Mayer con su Berlín, Sinfonía de la Gran Ciudad. Ya los títulos revelan una orientación musical que se materializa en unos patrones narrativos, determinados por la teoría musical (ABA), y estructurales, como son la utilización expresiva de la duración de los fotogramas (ritmo).

De todas maneras la relación entre el cine y la música experimenta un giro radical en el año 1927 con la aparición de El Cantante de Jazz, de Alan Crosland. Gracias a los avances técnicos, que permitieron no sólo introducir música en la película, sino también unas condiciones óptimas de reproducción en las salas, lo visual y lo auditivo en el cine se fusionaron al tiempo que la música perdía su mera función de acompañamiento y así ganaba una capacidad expresiva equiparable al lenguaje visual.
La recepción de este nuevo papel de la música en el cine fue dispar. Por ejemplo, Charles Chaplin consideraba el silencio como la esencia del cine, considerado por algunos como un medio de comunicación exclusivamente visual. Otros cineastas como los directores rusos Eisenstein o Pudovkin acogieron con más entusiasmo las aportaciones de la música expresando su visión en el manifiesto El Contrapunto Orquestal. Esta, en general, fría recepción se vio reflejada en que sólo una compañía -por entonces de categoría menor- como la Warner & Bros. se interesaría por la introducción del sonido en el cine, comprando los derechos de explotación y reproducción a AT&T Western Electric.

En la actualidad, es difícil concebir el cine sin música, ya que la aportación expresiva, narrativa y emotiva a esta forma de arte es asombrosa. La música dota al cine de más realismo dándonos a los espectadores un mayor impacto al percibir dos canales: el visual y el auditivo. Asimismo, la música potencia lo que los cinéfilos llaman "el fuera de campo", ya que el sonido sugiere espacios y acciones que no se ven en el encuadre. Por otra parte, si el silencio es vital en la música en general por su emotividad, en el cine se le da más bien una importancia expresiva y dramática.

En cuanto a los compositores, cabe destacar su relevancia dentro del mundo musical debido, no sólo a su popularidad entre el público, sino también a su calidad como innovadores del lenguaje musical. Podemos citar a Max Steiner, un vienés nacido en 1888 que estudió en la academia musical de su ciudad natal con Gustav Mahler. Se le recuerda como el precursor del sinfonismo clásico americano. Trabajó en Hollywood dirigiendo el departamento musical de "la Warner", a la que antes hemos hecho referencia, y encargándose de la composición de las bandas sonoras de más de trescientas películas.

Una de sus más famosas obras es la banda sonora original (BSO) de Lo que el viento se llevó (1939), en la que podemos observar un uso destacado del leitmotiv (melodía recurrente asociada a un personaje en escena). Ésta es una técnica procedente del drama wagneriano que se ha convertido en una de las características principales de la música de cine. Aparte, Steiner es famoso por la transparencia de sus bandas sonoras, ya que la música se funde de manera exquisita con la imagen.

Max Steiner es un clásico en la composición de bandas sonoras para cine y ha influido en los compositores contemporáneos de más prestigio que luego desarrollaron el lenguaje del sinfonismo clásico. Entre los más importantes podemos destacar a John Barry (Bailando con lobos, Memorias de África); John Williams (Superman, La Guerra de las Galaxias, Harry Potter); Hans Zimmer (Gladiator, El Rey Arturo) o James Horner (Titanic, Braveheart, La Máscara del Zorro).

Concluimos esta clase de cine no sin antes mencionar a uno de los más destacados compositores nacionales actuales de bandas sonoras, encarnado en Roque Baños como su máximo exponente. Este jumillano universal se formó en la prestigiosa escuela de jazz Berklee de Boston. Ha compuesto a lo largo de su carrera multitud de bandas sonoras como El Corazón del Guerrero, Salomé, La Comunidad, Alatriste, Trece rosas o Los crímenes de Oxford, banda sonora que le ha llevado a obtener el galardón a la mejor banda sonora original en la última edición de los Premios Goya.